Corría el año 2005 cuando la franquicia de los héroes más poderosos de la Tierra estaba sufriendo la mayor metamorfosis de su historia editorial. Tras los sucesos de “Vengadores desunidos” surgieron unos Nuevos Vengadores capitaneados por Brian Michael Bendis. Pero no sería este el único grupo en recoger el testigo, pues Allan Heinberg y Jim Cheung tenían mucho que decir con una serie repleta de nuevos rostros: “Jóvenes Vengadores”.

Jóvenes Vengadores. Elegidos para el triunfo

En aquel momento los aficionados no conocían demasiado el nombre de Allan Heinberg. No es para menos, puesto que no había realizado trabajo alguno en el noveno arte. No obstante, ya tenía una dilatada carrera como guionista televisivo en series como “Cinco en familia”, “Sexo en Nueva York” o “Anatomía de Grey”. Casi todos sus guiones tenían una importante carga emocional, con grandes y trascendentales diálogos y mucho drama. Estos rasgos en su manera de escribir estuvieron presentes en la serie de “Jóvenes Vengadores” desde el principio, haciendo de la colección una de las más frescas y divertidas del mercado.

Por desgracia, sus compromisos televisivos (infinitamente mejor pagados y con más reconocimiento) le impidieron desarrollar una larga etapa, por lo que la serie duró poco más de un año. Heinberg se fue, pero con la promesa de que volvería para contar la historia definitiva del grupo. Y es cierto que regresó, pero tardó casi cinco años. Mientras tanto, Marvel mantuvo viva esta IP con apariciones del grupo en eventos como “Civil War”, “Invasión Secreta” o una colección de historias individuales con cada uno de los miembros.

Así llegamos hasta 2010 para disfrutar de esta “Cruzada de los niños”, con el mismo equipo creativo. Y la verdad, una vez leída la historia, casi hubiera preferido quedarme con el recuerdo. Y es que debo reconocer que no me ha gustado demasiado, empezando por cómo Heinberg trata a sus propios personajes. En estas páginas el protagonismo absoluto se lo llevan Wiccan y Veloz por ser los supuestos hijos de la Bruja Escarlata. Por contra, Ojo de Halcón, Patriota o, el recuperado para la ocasión, Iron Lad son meras comparsas con alguna que otra línea de diálogo, aunque, en esencia, lo único que hacen es figurar.

Desconozco si por encargo o bien por capricho, Heinberg pone el foco de su historia en la Bruja Escarlata y en lo que hizo en el llamado “Día M”, donde le robó los poderes a más de un millón de mutantes. Lo peor de todo es que su empeño por revisitar la “Dinastía de M” conduce a una revisión de los actos que llevaron a Wanda a decir sus famosas últimas tres palabras. A ver, considero que hay cosas que es mejor dejarlas estar. Me refiero a historias como “Un día más” o “Pecados del pasado”. Dos historias que han sido “revisadas” por Nick Spencer en su etapa en Spiderman con resultados bastantes nefastos. Pues bien, con esos ejemplos ya os podréis hacer una idea de lo que pienso de esta “Cruzada de los niños”.

El guion de Heinberg hace aguas por todos lados, con personajes totalmente desnaturalizados que únicamente obedecen a su voluntad. En estas páginas, tanto Cíclope como Lobezno (y este último tendría un pase) son unos completos psicópatas que quieren acabar con la vida de Wanda. El Capitán América no es tan radical, pero se muestra completamente irracional. Por no mencionar que, si no me equivoco, el Capi que debería aparecer es Bucky, no Steve. Pero lo de los fallos de continuidad o raccord es otro tema puesto que el escritor es una estrella de la tele y lo que se les pide a otros escritores no se le aplica a él.

En la parte positiva, encontramos que esta miniserie de los Jóvenes Vengadores tiene un ritmo brutal. El tono folletinesco y de culebrón propio de las producciones catódicas en las que ha trabajado Heinberg le sienta de maravilla a la historia. En los nueve números de la miniserie principal no paran de pasar cosas: hay diálogos más grandes que la vida y sentimientos dramáticos por doquier, salpicados con las inevitables peleas entre superhéroes que obedecen al tópico de “hostiarse primero y colaborar después”. El problema es, como ya he dicho, que llega un momento en el que da igual lo que pase sobre el papel. La  resolución del conflicto y la “verdad” sobre lo qué pasó durante la Dinastía de M consiguen cabrearte hasta tal punto que solo quieres acabar el tomo… Y a otra cosa mariposa.

Por supuesto, como no podría ser de otra manera, el guionista cierra el título matando a un personaje y resucitando a otro a cambio. No daré más datos, pero estad preparados para un mosqueo de cuidado.

Este volumen también incluye un especial que narra las peripecias de Iron Lad en el futuro. De lejos es lo mejor, al contar una historia con regusto clásico perfectamente dibujada por Alan Davis. Ya que hablamos del dibujo, no me voy a extender demasiado con el arte de Jim Cheung, que realiza el mejor trabajo que le he visto hacer en Marvel Comics. Se nota que se lo pasó en grande. Debe ser el único, dibujando la multitud de peleas estériles que incluye la obra. Pero al César lo que es del César, cada vez que se marca una de sus dobles splashpages, es para quitarse el sombrero.

Lo cierto es, que sin quererlo, lo narrado aquí por Heinberg sirvió de catalizador y caldo de cultivo para los acontecimientos de “Cisma” (2011), por la que la Patrulla X se dividió en dos bandos liderados por Cíclope y Lobezno o de “Vengadores VS X-Men”, el crossover que enfrentó a ambos grupos y se saldó con la muerte de un importante personaje.

La edición de Panini incluye los habituales extras de la línea Must Have, con artículos de todo tipo, diagramas, guías de lectura o portadas alternativas.