Tengo muy claro que si tuviera talento para hacer tebeos odiaría muy fuertemente a Ed Brubaker y Sean Phillips. Puro odio nacido de la más grande de las envidias a esa capacidad que tienen como tándem creativo de elaborar un cómic cojonudo tras otro. No sorprendo a nadie cuando digo que la media de estos autores es prácticamente de sobresaliente. “Criminal”, “Kill Or Be Killed”, “The Fade Out”, “Fatale” son obras fundamentales del noveno arte en los que los Muchachada Noir (como les conocemos por esta casa) han redefinido el género de turno. En los últimos tiempos tienen echado el ojo al Pulp más salvaje y divertido con esa macarrada llamada “Reckless”. Pero como todo el mundo necesita descansar y oxigenarse, incluso los genios, entre entregas se dedican a hacer otras cosas como este “Donde vi el cadáver”.
Sí, amigos, Brubaker y Phillips van tan sobrados que aparentemente no necesitan vacaciones o años sabáticos. Siempre cambian el chip haciendo historias de otro tipo. Así pudimos disfrutar hace unos meses de “Night Fever” y ahora de “Donde vi el cadáver”. Estamos ante obras que han sido editadas en España por Norma Editorial en lugar de por la habitual Panini. Así pues, Norma se convierte en la cuarta editorial en Español en albergar el catálogo de estos autores como tándem creativo tras la mencionada Panini, Planeta (“La escena del crimen”) y ECC (“Sleeper”).
Donde vi el cadáver. Vaya tarde la de aquel día
La premisa de esta novela gráfica, publicada a finales del año pasado por Image Comics, nos traslada a un barrio de clase baja llamado Pelican Road. Una zona suburbial en la que conoceremos a un puñado de personajes de lo más variado: un policía que esconde un oscuro secreto, un ama de casa descontenta con la vida, un psicólogo aburrido, un sin techo veterano de Vietnam, dos adolescentes rebeldes y drogatas o una niña pequeña que patrulla el barrio creyéndose que es una vigilante enmascarada. Todos ellos elementos de cocktail de alto octanaje cuya combinación da un explosivo resultado. Sobre todo el día en que aparece un cadáver en plena calle.
Con este sencillo argumento, un whodunit de manual, Brubaker y Phillips nos regalan un adictivo cómic donde lo más importante no es lo que cuenta sino cómo lo cuenta. Historias de este tipo hemos leído toda la vida. Eran el pan de cada día de muchas producciones de Alfred Hitchcock o de series como “Se ha escrito un crimen”. Lo que sucede es que estos autores son unos cabritos de manual y se permiten ir cruzando las historias de los distintos actores, que nos cuentan su vida en primera persona, para que vayamos avanzando en la trama al mismo tiempo que ellos. De hecho, este tipo de narración hace que la obra parezca muchas veces un documental de True Crime de esos que ahora inundan todas las plataformas de streaming.
De hecho, uno tiene la sensación muchas veces de que el cuerpo sin vida de “Donde vi el cadáver” es un McGuffin, una excusa, para divertirse a costa del personal con un tebeo tan tramposo como edificante. Al parecer, Sean Phillips retó a Ed Brubaker a que escribiese una historia de amor al uso y este lo que hizo fue el guion de esta novela gráfica. Y sí, hay amor, pero hay mucho más, mucho más de todo… Hasta el punto de que parece que estemos leyendo un drama costumbrista protagonizado por los mayores perdedores que han pisado la faz de la Tierra.
Lo bueno es que en “Donde vi el cadáver” cualquiera de los personajes puede ser el perpetrador del crimen, pero por cada móvil para cometer el crimen hay también una coartada casi perfecta. Como he mencionado más arriba, el desenlace es algo tramposo, fruto de las ganas de jugar con el personal por parte de Ed y Sean. Puedo entender que haya quien se sienta engañado. Yo no he sido de esos. Además, creo que esta fábula de vidas entrelazadas (y digo fábula porque el desenlace también ofrece mucha moraleja digna de Esopo) es uno de los mejores trabajos cortos de este par de cabroncetes.
Por su parte, Sean Phillips realiza un trabajo espléndido, tal y como nos tienen acostumbrados con esa narrativa casi cinematográfica y esa composición de página tan precisa y medida. Completa la faceta artística su hijo Jacob, aportando la paleta de color justa que la historia requiere.
En definitiva, me lo he pasado bomba montándome mi propia película sobre los sucesos que sirven de catalizador a “Donde vi el cadáver”. Es más, no creo que tarde en volver a darle una dentada por si se me ha escapado algo. Aunque, para dentera, la que da el precio del tebeo, casi 30 napos por 144 páginas de historia. Vale que el formato es oversized, pero no por ello deja de doler. Menudos tiempos nos han tocado vivir.