A estas alturas de mi experiencia vital como lector de cómic, hay una pequeña cantidad de certezas que ayudan a seleccionar el material que entra en casa. Una de ellas es que es tremendamente difícil que un equipo creativo sea capaz de producir una obra maestra, término que se utiliza con más frecuencia de la que realmente se merece. En esta línea, podemos decir también que cuando un autor produce una de ellas entra inmediatamente en una lista de nombres a los que prestar atención. Y cuando la unión de un guionista y un dibujante hace que la práctica totalidad de sus colaboraciones merezcan este apelativo, sus nombres en la portada de un cómic son motivo suficiente para sumergirse en su lectura. Sea de la temática que sea, independientemente de la editorial que lo publique o de la extensión que tenga. Y eso es exactamente lo que ocurre con Ed Brubaker y Sean Phillips: que después de La escena del crimen, de Sleeper, de Fatale y de yo qué sé cuántos tomos de Criminal, la compra de cualquier tomo con sus nombres en la portada es automática. Seguir a estos autores es una tendencia más extendida de lo que parece: su penúltima obra, The Fade Out, un lujoso tomo en cartoné de cuatrocientas páginas al no precisamente económico precio de cuarenta euros, se ha agotado en poco más de un año, y ya tenemos una nueva edición del mismo, con una nueva portada. Vamos a darle un repaso a esta obra maestra. Y, una vez más con estos autores, este calificativo no es gratuito.
Brubaker y Phillips han conseguido ser los nombres de referencia dentro del medio cada vez que se menciona la palabra noir. Prácticamente todas sus colaboraciones pueden ser adjetivadas con ese término, aunque casi siempre mezclada con otro género. Así, han hecho superhéroes noir, terror lovecraftiano noir, superespías noir… pero ninguna de ellas era puramente noir. Hasta ahora. Con The Fade Out, rinden un homenaje al noir más clásico, pero en lugar de en las películas de los años cuarenta, se inspira en la industria que las creaba, el Hollywood de la Era Dorada. La fábrica de sueños es presentada aquí como un ambiente sórdido, moralmente degradado, siniestro, donde no hay buenos y malos: sólo hay depredadores y víctimas. Lo que el público percibía como la cumbre del glamour, del lujo y de la ostentación es, entre bambalinas, un ambiente tóxico, de abusos, traiciones, asesinatos, violaciones, racismo y caza de brujas.
The Fade Out es una historia que gira alrededor de Charlie Parish, un guionista de cine inspirado en la figura de John Paxton, tío del propio Ed Brubaker. Parish es la clásica figura del escritor con un gran éxito al principio de su carrera pero que sufre de un bloqueo total que le impide volver a crear ninguna obra nueva. También está en el centro de la historia su amigo Gil Mason, otro guionista que ha sido vetado de la industria por el Comité de Actividades Antiamericanas debido a su su ideología comunista. Tras una noche de juerga, Parish despierta junto al cadáver de la estrella emergente Valeria Sommers sin ser capaz de recordar qué ha pasado, y junto a Mason intenta desentrañar el misterio. En parte por la indignación ante una vida segada antes de tiempo, pero también por deshacerse del peso de la sospecha de que pueda haber sido él el asesino. Aunque sea el protagonista de la obra, Charlie Parish está muy lejos de ser un héroe. Es un alcohólico, un farsante y un traidor egoista. En The Fade Out no hay lugar para héroes.
Además de una historia vibrante que mantiene al lector enganchado de principio a fin, en The Fade Out encontramos también un retrato tremendamente crítico de la sociedad norteamericana en un momento clave de su historia. Recién terminada la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se ha convertido en la maquinaria militar que aún hoy sigue siendo y, tras la derrota de los nazis, está necesitado de un enemigo, sea el que sea. Dos años después del final de la Guerra, se crea la Lista Negra, por la que se negaba el acceso a ningún tipo de trabajo en Hollywood a cualquier persona con ideología comunista o simple simpatía hacia ella. La caza de brujas del Macartismo acababa de empezar. Pero también estaba a la vuelta de la esquina la llegada de las leyes antimonopolio que acabaron con el Hollywood de los grandes estudios.
A lo largo de esta obra iremos viendo personajes y situaciones que son reflejos de otros del mundo real. Gil Mason, por ejemplo, es un escritor que firma sus guiones con otro nombre, como tuvo que hacer, entre otros, Dalton Trumbo, uno de los Diez de Hollywood. Maya Silver, la sustituta de la difunta Valeria Sommers, es una actriz que tiene que esconder sus orígenes hispanos a toda costa, al igual que Rita Hayworth, a la que vemos referenciada en un momento que recuerda a la clásica escena de Gilda. Y las tramas de abusos sexuales y pedofilia… Bueno, aunque el infame Harvey Weinstein pertenezca a una época más reciente, es inevitable pensar en él cuando se plantean historias de este tipo. Aunque lleven existiendo desde hace décadas.
En el plano meramente técnico, The Fade Out es posiblemente la obra más inspirada que el tándem Brubaker/Phillips ha hecho hasta el momento. La labor de documentación es impecable, tanto en lo argumental como en lo visual, gracias en parte a la colaboración de Amy Condit, miembro de la junta directiva del Hollywood Heritage Museum entre 2010 y 2014, que suministró fotografías y material de referencia a los autores para conseguir una mayor fidelidad histórica a la realidad de la época. Y hay que decir que ambos autores se lucen. No sólo la historia que nos cuenta Brubaker es impecable, es que además estamos ante posiblemente los mejores diálogos que ha escrito en toda su carrera. Y Phillips está a un nivel como mínimo a la altura de su compañero de correrías. Aún siendo su estilo perfectamente reconocible, llega a un nivel superior al ya muy alto que nos tenía acostumbrados previamente. Quizás el hecho de trabajar ambientes más realistas haya tenido que ver. También juega en su favor el toque casi expresionista que da a los personajes en algunos momentos, presente también en las películas clásicas de cine negro que inspiraron esta obra. Y, por supuesto, hay que mencionar también el impecable trabajo de la colorista Elizabeth Breitweiser, que realza el trabajo del dibujante de una forma impresionante, dándole tonos brillantes y luminosos en los momentos en los que se retrata el glamour del showbiz, y utilizando otros más oscuros, más noir que realzan el ambiente deprimente de las escenas más sórdidas. Es una de esas obras en las que parece haber una competición entre todos los implicados para ver quién de todos hace el mejor trabajo, produciendo una sinergia con la que el auténtico vencedor es el lector.
Podría seguir extendiéndome durante horas halagando esta obra. Podría decir que es una de las tres mejores obras que ha dado el medio a lo largo de la década de los 2010s (sí, por encima del Black Hammer de Jeff Lemire o del Mr. Milagro de Tom King), podría insistir en que es una de las cumbres de la carrera de unos autores que ya eran imprescindibles antes, o señalar que la edición de Panini es una maravilla, con una preciosa portada en esta segunda edición incluso más inspirada que la de la primera, y que tiene sesenta páginas de interesantes extras sobre el proceso creativo de la obra. Pero vamos a concluir, simplemente, diciendo que The Fade Out es una lectura imprescindible para cualquier lector de cómic.