Y si justo ayer hablábamos de una serie que entraba en stand by, hoy es el turno de otra. Con Reckless 5: Sígueme en mi caída, Ed Brubaker y los Phillips han decidido hacer un alto en el camino para dedicarse a otros proyectos como Night Fever o la inminente Where the body was.
Y estamos aquí tal vez ante un hecho sin precedentes en la obra de nuestra muchachada noir y es que — ya lo adelantamos en la entrega anterior — Brubaker y Phillips han conseguido algo que no habían hecho en sus trabajos anteriores y es crear personajes de largo recorrido. Han construido figuras a las que echar de menos. Cuando termina The fade out o Kill or be killed podemos quedarnos más o menos satisfechos, sorprendidos, emocionados o lo que tocase, pero entendemos que sus actores cumplen su misión como parte de la historia y su recorrido termina ahí. Incluso con sus anteriores personajes recurrentes, los Lawless en Criminal, por más que descubriéramos nuevos detalles de sus vidas, nunca llegábamos a desarrollar ese vínculo, esa inquietud por saber qué les sucederá después y esa es la principal novedad — que no la única — de Reckless para con el resto de la obra de Ed Brubaker y Sean Phillips.
Y con eso en cuenta, ya tienen nuestra atención para Reckless 5 incluso antes de empezar. En el tomo anterior, perdíamos de vista casi por completo a Ethan Reckless hasta el final de la historia para centrarnos en Anna. Sígueme en mi caída nos cuenta la historia de lo que Ethan estuvo haciendo mientras. Nos lo llevan a San Francisco poco después del terremoto del 89 tras la pista de una mujer con un pasado conflictivo envuelta en una oscura cruzada de venganza.
La estructura de Reckless 5 no deja de ser muy clásica y lineal, una pista lleva a la otra. Incluso es muy posible que muchos pasajes de esta historia sean francamente predecibles, pero es que ya el foco no está en la trama sino en el personaje y en ese interés que ya nos han creado sobre lo que está por pasarle, lo que se viene a ser uno de los métodos básicos de enganche. Ya somos suyos. Sabemos de la lesión cerebral de Ethan Reckless que le impide sentir — un recurso que ya explorarían en cierto modo con Holden Carver en Sleeper — y ahora que ya han conseguido que el público conecte con su personaje, es la hora de que Brubaker y los Phillips se permitan jugar con eso y también un poco con nuestros sentimientos. Y es que Brubaker sabe que los personajes rotos tienen un atractivo especial e inevitable y que tal vez en la realidad no sean la compañía más recomendable, pero en la ficción dan juego como ningún otro.
Como de costumbre los Phillips funcionan como un solo artista. Padre e hijo se conocen de toda la vida, pero no ya en lo personal, sino en lo artístico y saben ambos además el cambio de registro, más suelto, más rápido y menos grave, que supone Reckless y se ajustan para funcionar como la proverbial maquinaria bien engrasada. Sean Phillips no es un narrador especialmente espectacular en cuanto a que no tiende a experimentos ni recursos destinados a hacerse notar, pero no por ello deja de ser uno de los narradores más en forma del mercado del cómic americano o al menos de los más eficaces y sutiles. Sin ir más lejos, el modo en el que utiliza un recurso tan básico como los márgenes de las viñetas para abrir o cerrar secuencias, dilatar tiempos o crear cortes de acción es de una delicadeza y una genialidad a la que no muchos llegan.
Cuando llegamos al final de Reckless 5: Sígueme en mi caída, Brubaker y los Phillips son conscientes de lo que han establecido entre sus personajes y sus lectores y nos lanzan a un epílogo ambientado 15 años después de la historia principal, en 2004, que sirve a la vez para dejarnos contentos, pero con las ascuas encendidas para cuando lleguen nuevos fuegos. Reckless 5 nos brinda lo más parecido a un final feliz que podría tener una serie como esta, pero deja caer mil guiños, preguntas y la puerta abierta a las mil historias que podrían llegar en el futuro. Sin duda, vamos a echar de menos a Ethan y Anna… aunque esperemos que no demasiado tiempo.