Raymond Chandler, Dashiell Hammett, Henning Mankell, Patricia Highsmith, Agatha Christie y Ed Brubaker. Así sin más. Lo sé, empiezo fuerte la reseña de este segundo integral de Criminal, pero es que la ocasión lo merece sin duda alguna. El fantástico guionista de tebeos de superhéroes tan buenos como Capitán América o El Proyecto Marvels lleva unos años centrado en el noir.
Si bien, es cierto, que Ed Brubaker siempre ha estado vinculado al género desde hace muchos años con obras como The Fall o La escena del crimen. Es desde que publicó Criminal, al amparo del sello Icon de Marvel Primero y de Image Comics después, que poco a poco se ha ido centrando hasta ser el más grande escritor de género negro del noveno arte en activo. Pulp, Reckless o The Fade Out, tebeos en los que siempre ha contado con su incombustible Sean Phillips a los lápices. Estos, junto con la obra que nos ocupa hoy, deberían estar en las bibliotecas de todo el mundo.
Criminal. Más negro que el carbón
El presente integral de Panini Cómics nos ofrece las miniseries “Mala noche”, “Los pecadores” y “El último de los inocentes”. Tres fantásticas historias ambientadas dentro del cosmos de Criminal que no inventan nada, pero están contadas con un pulso y una tensión narrativa sencillamente admirable. Ed Brubaker se sumerge en las raíces del género para regalarnos tres intensas historias que conseguirán asombrarnos, divertirnos o estremecernos a partes iguales. Siempre dejando el poso de que el hombre es el ser más vil que ha pisado la tierra. Pero mejor, hablemos un poco de cada una de ellas.
“Mala noche” es un relato hard-boiled en toda regla que podría haber sido publicado en cualquier novelucha pulp de hace un siglo. En sus páginas conoceremos a Jacob, un ex falsificador que por diversos hechos del destino acaba siendo dibujante de una tira protagonizada por el detective Frank Kafka, todo un trasunto del Dick Tracy de Chester Gould.
Aplicando la máxima que reza que si algo empieza mal probablemente acabará peor o que no hay nada más peligroso que estar en el sitio inadecuado en el momento menos idóneo, la vida de Jacob dará un giro de 180 grados cuando decide ayudar a una mujer que es mucho más de lo que aparenta. Aquí también me quito el sombrero ante la capacidad de Brubaker de mostrarnos femme fatales que quitan el aliento y hasta la vida si cometemos el más mínimo error en nuestro trato con ellas. Lejos de buscar el plot twist continúo con golpes de efecto tontorrones por su forzada ejecución, Brubaker se alza como un maestro del suspense poseedor de una varita mágica que le hace pulsar siempre las teclas precisas para sorprenderos repetidamente.
Mención aparte merece el dibujo de Sean Phillips. Mostrando su habitual habilidad para crear ambientaciones lúgubres, sucias y opresivas. El artista combina esa faceta con viñetas mucho más cartoon que muestran la interacción de Jacob con su personaje Frank Kafka. Para ello mimetiza el estilo del mencionado Gould o del Alex Raymond de Ryp Kirby. Fascinante, sin duda.
La fiesta en este segundo volumen de Criminal continúa con “Los pecadores”. Para la ocasión contamos con el regreso de Tracy Lawless, el protagonista del arco “Lawless”, que pudimos disfrutar en el primer recopilatorio. El soldado desertor, cuyo sentido del honor le hace estar en deuda con el capo de la mafia local, recibe el encargo de investigar una serie de crímenes contra diversas figuras delictivas de su ciudad. Casi me atrevería a decir que es el arco que más me ha gustado por lo sorprendente de la identidad del asesino. Pero sobre todo ha sido por la forma en que el guionista retrata a Tracy.
Mitad antihéroe trágico, mitad matón de poca monta, Tracy Lawless se me antoja un personaje de lo más interesante al hacer de su honor su sentido del compromiso y su curioso sentido del deber la brújula moral que guía sus pasos a través de los mares de sordidez y violencia que está acostumbrado a cruzar.
Y terminamos este recorrido por Criminal con “El último de los inocentes”. En ella conocemos a Riley, un chaval que debe volver a su pueblo natal para ocuparse de su padre moribundo. Allí se reencontrará con sus amigos de la infancia (su amor platónico, y su mejor amigo apodado “friki”) y empezará un plan que ríete tú del “Crimen perfecto” de Alfred Hitchcock.
Leyendo esta tercera historia, Ed Brubaker ha conseguido que me sintiera verdaderamente incómodo viendo cómo Riley se iba saliendo poco a poco con la suya en este relato visceral y turbio, que consigue que acabes odiando al protagonista de una trama perfectamente bien hilada, que no deja nada a la improvisación enganchando desde la primera revelación.
Para colmo, Sean Phillips nos regala otro de sus particulares experimentos narrativos ilustrando las secuencias de flashback como si de la pandilla de Archie y Veronica de Riverdale se tratase. Un cambio de ambientación que se alterna mediante el uso de tanto páginas completas como viñetas concretas que sirve para coger algo de aire.
La edición de Panini es excelente, incluyendo las portadas originales tanto de las grapas como de los recopilatorios americanos, algunos artículos y una galería de ilustraciones en las que Sean Phillips rinde tributo a grandes cintas de género negro con reinterpretaciones de sus carteles originales de cine.
Tras el material incluído en estos dos volúmenes de Criminal han visto la luz algunos especiales en formato novela gráfica como “Bad Weekend” o “Mis héroes siempre han sido yonkis”. Deseando estoy de hacerme con ellos.
En resumen, estamos ante un material de primera categoría en una edición cuya relación cantidad-calidad-precio es muy competitiva.