Poco a poco, el boca a oreja y la labor de ECC por ofrecernos la obra de Taiyô Matsumoto han ido dando sus frutos y ya cuenta con un culto más que considerable en nuestro país. Tal vez no sea el autor que siguen los fans de los mangas superventas al estilo One Piece o Tokyo Revengers, pero sí el tipo de mangaka que trae público de otros ámbitos como el cómic europeo o aquello que antes era cómic de autor y ahora parece llamarse novela gráfica. Por eso, cuando se anuncia una nueva obra de este autor nipón, como Tokio día a día, se genera ya una cierta expectación.

Así que. tras títulos como Tekkon Kinkreet, Sunny o Los gatos del Louvre — que le valió su segundo premio Eisner y su consolidación internacional definitiva—, llega ahora el primero de los tres tomos que compondrán Tokio día a día, una obra con todos los ingredientes habituales de Matsumoto y, como también es habitual, con su propia visión e identidad particular.

Tokio día a día tiene además el atractivo añadido de que orbita el mundo del manga, lo que supongo que es del interés de los aficionados al cómic nipón, pero también una puerta de entrada para ese público, llamémosle externo, a los engranajes del funcionamiento de esta particular industria. Tokio día a día sigue al señor Shiozawa — del que no se llega a decir el nombre de pila por más protagonista que sea—, un editor de manga que, tras un traspiés comercial de la revista que edita que tampoco nos llegan a aclarar, se retira avergonzado y deja atrás 23 años de carrera. Decidirá incluso vender su colección de mangas y desvincularse para siempre de ese mundo. Sin embargo, Matsumoto nos enseña que el manga es algo más que una industria y algo se removerá en el interior de Shiozawa, que le hará embarcarse en una nueva aventura en su ordenada y solitaria vida.

Y es que para hablar de esta concepción terrena y ultraterrena del manga, Taiyô Matsumoto opta por poner en común dos tonos narrativos. Por un lado, está ese costumbrismo que ya sabemos que maneja tan bien y que es la opción lógica para contarnos el día a día del trabajo de editores y mangakas: sus conflictos, sus crisis, el maltrato físico y psicológico al que presiona la industria, la tiranía de las encuestas y la comercialidad… y todo ello en lucha contra la voz autoral… Sin embargo, hay algo que no es palpable en el mundo del manga, algo que, si queremos, podríamos llamar espiritual y es ahí donde entra esa poética que también es sello de marca de Matsumoto.

En un primer vistazo, Tokio día a día es una historia realista, que habla de personas que podrían ser reales en un mundo aparentemente cotidiano y hasta vulgar. No obstante, poco a poco nos iremos empapando de la atmósfera de Matsumoto y los indicios que nos va dejando de que tal vez es algo más. Las panorámicas de la ciudad siempre con las verticales torcidas, las perspectivas forzadas, el trabajo con los silencios o con el ruido de fondo cierto y, finalmente, cierto pajarito — que es ya quien lo deja meridiano — nos llevan a ese componente de realismo mágico que flota en todo momento en la obra y que aporta el ingrediente poético, que alude a esa parte del manga que no sabría si llamar visceral o espiritual.

El carácter melancólico y lánguido, pero también escrupuloso y obsesivo de Shiozawa nos da una visión muy concreta de este mundo, de ese sentido de la responsabilidad casi masoquista tan japonés, tan atado a la eficiencia y al servicio hacia algo más grande que el individuo, en conflicto con la personalidad autoral. Tenemos dos mundos antagónicos forzados a convivir en una industria como la del manga, que no parecen convivir como contradictorios y cuya paradójica coexistencia parece explicarnos Matsumoto aludiendo esas cosas que la lógica no puede aprehender, pero completamente al alcance del pensamiento mágico y lo poético.

Quien conozca además esa estética del autor de línea temblorosa, tenue y quebrada puede hacerse a la idea de que es el anillo para el proverbial dedo de este tipo de historia y no es el único ingrediente que nos será familiar a los seguidores de Matsumoto. Esa jaula de grillos en la que se convierte en momentos el staff de la revista nos traslada al bullicio de Sunny, así como su naturaleza episódica, que bien podrían ser grapas individuales y autoconclusivas por más que formen un todo mucho mayor.

Tokio día a día es un manga que hace énfasis en las paradojas cotidianas, las incoherencias y sinrazones que nos hacen ser humanos. Tenemos un editor taciturno, solitario, no muy sociable y hasta obsesivo, pero es quien mejor sabe buscar en el interior de esas personas que son los autores, inspirarlos y sacar lo mejor de su talento. Toda la obra gira alrededor de una tempestuosa relación amor/odio con el manga, del que se esfuerza por huir y limpiar escrupulosamente de su vida, pero sin el que no puede vivir. El mismo planteamiento de esta obra que podríamos llamar de inicio naturalista convive con un componente mágico que, a su vez, no trata de romper la realidad sino integrarse en ella y ser tan real y mundana como ella.

Son un montón de cosas difíciles de explicar y que probablemente no fueran muy convincentes si lo hiciera, pero el talento de Matsumoto es que entendamos sus historias con una víscera distinta y brindarnos la experiencia de sentir en lugar de razonar y descubrir que hay muchas maneras de entender y asimilar las historias.