Cuando nos acercamos a un nuevo trabajo de Jeff Lemire hay varias consideraciones a tener en cuenta. La principal es que es un autor al que se le dan mucho mejor las obras de creación propia que las de encargo para franquicias preexistentes. También, que la tristeza y la alienación son dos sentimientos omnipresentes en sus historias. Y que su dibujo es tremendamente expresionista. Muy eficaz para el tipo de historias que suele contar como autor completo (recordemos aquí obras como Cazarranas o Royal City), pero con una estética que no es para todos los paladares. Esto hace que polarice habitualmente al lector, habiendo algunos que ni se acercan a sus cómics y otros que abren sus libros con expectación. A estas alturas, está bastante claro que los que nos hemos acercado a Laberintos, un título de 2021 publicado ahora por Planeta Cómic, nos encontramos entre los que disfrutamos lo que el autor canadiense nos pueda dar.

Laberintos es una extensa obra en la que Lemire mezcla una triste y opresiva cotidianidad con un metafórico realismo mágico, utilizando la mitología clásica para contarnos una historia sobre el dolor y la pérdida. En ella seguiremos a William, un inspector municipal de obras que diez años atrás perdió a Wendy, su única hija, tras una larga enfermedad. Esa pérdida, a la que no ha conseguido sobreponerse, se llevó por delante su relación de pareja. Su ex mujer, en cambio, sí que ha conseguido superarlo con mucho esfuerzo y ha rehecho su vida. William no. William sigue lastrado por un dolor insoportable, que se ve aumentado cada día un poco más por el hecho de estar olvidando a su hija. Ya ni siquiera recuerda su cara. Pero un día, en mitad de la noche, recibe una llamada telefónica. Es su propia hija pidiéndole que vaya a encontrarla. Que está en el centro. El caso es que Wendy tenía una cierta obsesión por los laberintos. Pero no los cuadraditos de entrar por un lado y salir por otro, los redondos de buscar el centro. Así que William superpone uno de los laberintos de su hija con el mapa de la ciudad en la que vive con la esperanza de encontrarla. De que no esté muerta.

Lemire mezcla en esta obra varias ideas, aparentemente inconexas, pero que juntas producen un resultado inesperadamente sólido. Evidentemente, y al poco de empezar, nos damos cuenta de que el auténtico argumento de esta obra va a ser la superación del duelo, con sus conocidas cinco fases, una por cada una de las cinco grapas de la serie original de Dark Horse. Pero los laberintos nos hacen pensar también en la historia de Teseo y el Minotauro, una historia que tendrá una cierta importancia en este argumento… en la que también hay un padre en duelo por la supuesta pérdida de un hijo. Egeo, el padre de Teseo, se suicidó al creer que su hijo no había sobrevivido a su mitológica misión. En el laberinto del minotauro, por cierto, tiene una especial importancia el ovillo de hilo que Ariadna le da al héroe para ayudarle a encontrar el camino de vuelta, que aquí se mezcla con la leyenda asiática del hilo rojo del destino. Es, finalmente, una extraña mezcla de ideas que nos hace pensar en que cada persona tiene su propio camino de la sanación.

Nos encontramos en este libro a un Lemire que no nos resulta del todo desconocido, y que nos recuerda quizás al de Cazarranas, tanto en lo formal como en el tono y el ambiente. La mayor parte de sus páginas son en bitono, con acuarelas sepias o azules dependiendo de lo que nos esté contando en cada momento, con algunas escenas a todo color y otras en las que tenemos simplemente algún elemento puntual en color rojo. No son técnicas que resulten innovadoras en su carrera, habiéndolas visto ya en otras obras previas, y que son parte de esa zona de confort que el autor nos da a sus seguidores, de saber que estamos leyendo una obra de Lemire. Quizás lo más experimental a nivel gráfico sea la disposición de las viñetas en la parte en la que William va recorriendo el laberinto, pero tampoco es algo que este autor haya inventado. Aunque Lemire sea un autor bueno en lo gráfico, no llega a ser una luminaria del medio en la narración. Lo que sí es su auténtico fuerte es la plasmación de atmósferas y de emociones, y hay que reconocer que su dibujo está totalmente al servicio del plano emocional.

La edición de Planeta Cómic es un libro en tapa dura con papel poroso, agradable al tacto y en el que se reproducen las acuarelas de forma impecable, con una sección de extras formada por una galería de portadas alternativas de autores con los que Lemire ha trabajado regularmente, y seis páginas de notas y bocetos del autor.

Decíamos al principio que los seguidores de Jeff Lemire suelen sentir una conexión emocional con el tipo de historias que plantea, y que si sueles entrar en su juego, es muy difícil que una obra suya te decepcione. Pero es que esta en particular, Laberintos, está posiblemente entre las mejores creaciones del autor canadiense, quizás no a la altura pero sí cerca de Essex County y Royal City.