Jeff Lemire es un autor que tiene una serie de temas recurrentes en sus obras rápidamente identificables. Si quien se acerque a cualquiera de ellas vibra en una frecuencia similar a la del autor canadiense, es muy posible que le lleguen al corazón como muy pocas otras. Pero si temas como la soledad o la alienación no son temas del interés del potencial lector, la desconexión con lo que se plantee en cualquier obra personal de Lemire va a ser total. Cazarranas, su más reciente obra publicada en castellano, se mueve por los terrenos en los que le solemos ver en sus obras más intimistas.
Cazarranas comienza con una escena muda en la que hay un chaval que está previsiblemente cazando ranas. Con una surrealista transición, pasamos a otra escena en la que hay un hombre adulto despertando en un hotel que no parece conocer. Mientras está intentado orientarse y comprender qué está ocurriendo, el chico de la primera escena aparece para decirle que le siga, que viene el Rey de las ranas. Y las ranitas que había cazado en la primera escena, se convierten en dos engendros lovecraftianos antropomórficos.
Cazarranas es una obra con un fuerte ambiente onírico. A diferencia de otras obras más personales del autor (Essex County, Un tipo duro, Royal City), esencialmente ancladas en el mundo en el que vive el lector aunque puedan tener algún toque sobrenatural puntual, en estas páginas nos encontramos con una sensación de irrealidad constante, de surrealismo incluso por momentos. Todo tiene un sentido narrativo para la historia que nos está contando (no es una rareza porque sí), y hacia el final entendemos por qué nos ha contado la historia como lo ha hecho, girando todo alrededor de conceptos como los recuerdos, la pérdida o la aceptación.
Cazarranas es una obra de contrastes. Tenemos momentos calmados y otros trepidantes, momentos sobre la juventud y otros sobre la vejez, escenas realistas y otras casi fantásticas, unas mudas y otras ruidosas. Y del mismo modo, Lemire utiliza diferentes registros artísticos. Aún dentro de la suciedad expresionista habitual de su trazo, en algunas páginas nos encontramos con un arte rápido, casi abocetado, sin entintar y en blanco y negro, y en otras con un acabado completo, a tinta y a color. En esta obra, de 2019, Jeff Lemire es un autor mucho más maduro que en sus primerizas Essex County o Lost Dogs, y tiene muchos más recursos técnicos disponibles, y los utiliza de forma muy eficaz. Quizás no sea un gran virtuoso en narración gráfica, pero conoce el medio y es capaz de controlar ritmos y tonos para darle a la historia lo que necesita en cada momento.
La edición de Astiberri es, como nos tiene acostumbrados la editorial, de muy buena calidad. Estamos ante una obra en rústica con solapas (detalle que no está en la edición en rústica de Gallery 13), con un papel offset en el que se reproducen de forma adecuada tanto los negros como las acuarelas de Lemire. El tomo no tiene extras de ningún tipo, pero tampoco venían en la edición original.
La conclusión que podemos señalar sobre Cazarranas es prácticamente la misma que la de cualquiera de las demás obras de características similares de Jeff Lemire y la idea que planteábamos al principio. Quienes no conecten con sus ambientes intimistas con un toque de irrealidad (aquí podríamos mencionar Sweet Tooth o El soldador submarino) tampoco lo conseguirán con esta obra. Pero los fans del autor que consigan sintonizar con la particular sensibilidad que vierte en sus obras más personales, será una pequeña joya que paladear poco a poco y que disfrutar en más de una ocasión.