Es la hora de las tortas!!!

Es la hora de las tortas!!!

La bomba, de Alcante, Bollée y Rodier

La bomba, de Alcante, Bollée y Rodier
Guion
Alcante y Laurent-Frédéric Bollée
Dibujo
Denis Rodier
Formato
Rústica con solapas. 19 x 26 cm. 472 páginas. B/N
Precio
35€
Editorial
Norma Editorial . 2023
Edición original
La bombe (Glénat)

Sin duda el estreno de Oppenheimer en cines habrá tenido mucho que decir en esta segunda vida de La bomba y es que Norma Editorial nos la trajo por primera vez hace un par de años y ya entonces por los círculos habituales del mundillo se oían no pocas alabanzas. Tal vez ahora, al hilo de la actualidad de la cartelera, la idea sea ir más allá del círculo consumidor habitual de cómics y para eso nada mejor que esta nueva edición en rústica y diez eurazos más barata que la de tapa dura, que también reeditan.

La bomba, de Alcante, Bollée y Rodier

Y es que realmente La bomba es una de esas obras con potencial para ser leídas por cualquiera, sea o no lector frecuente de tebeos. Por temática y tratamiento, es uno de esos cómics idóneos para ser regalados y, sin embargo, hasta cierto punto puede resultar una rara avis para el aficionado convencional. Si nos fijamos en los nombres de los autores, hay algo que no termina de encajar. Alcante, Bollée y Rodier, tres nombres francófonos para una obra con todo para ser un gran drama hollywoodiense.

La Bomba da sencillamente lo que promete, nos cuenta la historia de la bomba atómica, pero en los matices está absolutamente toda la obra, comenzando por la figura del narrador, que en este caso es el propio uranio. Con esta premisa, podemos incluso remontarnos al mismo origen del universo como punto de partida, aunque en tan solo 8 páginas estaremos ya en 1933 y de ahí hasta los lanzamientos de Hiroshima y Nagasaki. Leo Szilard, Enrico Fermi, Albert Einstein, Werner Heisenberg, Franklin D. Roosevelt, Harry S. Truman, el coronel Leslie Groves, Klaus Fuchs, obviamente Oppenheimer y todos los implicados en la génesis de la bomba atómica estarán aquí.

La bomba, de Alcante, Bollée y Rodier

Pero volvamos al asunto de la rara avis. Para lo que los nombres de sus autores nos pudiera hacer prejuiciar, esta obra tiene una sensibilidad tal vez más cercana a la americana de lo que la BD nos tiene acostumbrados. Para empezar, el blanco y negro no es demasiado habitual en el mundo francobelga actual y cuando vemos las tintas de Denis Rodier, su acabado está más cerca de clásicos como Alex Raymond, Milton Cannif, Alex Toth o en ocasiones hasta Joe Kubert que de los modos canónicos a los que asociamos la BD. La cosa se explica cuando averiguamos que Denis Rodier es canadiense y de ahí que beba de ambos mundos. Pero no hablamos sólo del acabado, su forma de diagramar, de establecer rejillas o romperlas, usar las páginas a sangre o imprimir los ritmos también es mucho más deudora de los estándares que nos llegan del otro lado del Atlántico que de los usos tradicionales francobelgas. Si nos paramos a indagar en su bibliografía, todo queda aclarado cuando además de su trabajo para Glénat o Dargaud, vemos que gran parte de su carrera se ha desarrollado en Marvel y DC, con participación en los títulos de Batman, Wonder Woman, Flash, Capitán América, Star Wars o, sobre todo, Superman, siendo uno de los implicados con su muerte en los noventa.

Pero todo esto no explica por qué el belga Alcantenom de plume de Didier Swysen — y el francés Laurent-Frédéric Bollée paren este cómic con todas las claves de una peli para los oscars. No es la primera vez, en cualquier caso, que muestran esta faceta, ya que cuando colaboraron en Laowai, ya se podía atisbar una tendencia similar. Es cierto que la perspectiva historicista es un rasgo que, por lo general, tendemos a asociar más a la BD, pero en el caso de La bomba, la manera de plantear cada hecho histórico está al servicio del drama: la construcción de personajes, los diálogos o hasta el apartado de divulgación sobre los hechos históricos o teorías científicas, como si tuviera que llegar a cada espectador de la sala de cine, incluso si eso requiere forzar un poco el fluir natural de diálogos e historia. También, y aunque sea por motivos obvios, la gran mayoría de la historia transcurre en Estados Unidos, pero incluso podría decirse que aunque no caiga en el maniqueísmo es un poco más amable con las tropelías cometidas por Estados Unidos que con las de Japón, Alemania o la Unión Soviética. Cosas de bandos ganadores, ya se sabe.

La bomba, de Alcante, Bollée y Rodier

La primera reacción en cadena, la importancia del uranio de Katanga, las operaciones británicas de sabotaje para frenar los descubrimientos alemanes y ganar la carrera, los avances con el plutonio, los experimentos con humanos para descubrir sus efectos en la salud, el fanatismo japonés, el espionaje soviético o, por supuesto, el Proyecto Manhattan estarán presentes en La bomba, pero incluso por encima de los acontecimientos están los miembros de este gran reparto, a los que no se conforma con situar como meros agentes de los eventos con atención en aportar rasgos personales para cada uno de ellos, hacer con ellos algo más allá de pegatinas que colocar en los sucesos históricos. Como decíamos el drama que se genera en este entramado de historias cruzadas, de personas con virtudes y defectos son el motor de La bomba y, de hecho, algunos de los personajes retratados más negativamente, como el coronel Groves — cuadriculado, iracundo e ignorante — son los que más impulsan el ritmo del relato.

El gran mérito de los autores de La bomba es tomar un pedazo de la historia con miles de factores determinantes y toneladas de información que procesar y convertir lo que podría haber sido una digestión pesada en algo que podemos acompañar de palomitas, sin restar por ello ni un ápice de tensión dramática o gravedad. Obviamente los hechos son los que son y sería absurdo esperar giros de trama u otros artificios y lo que vamos a encontrar en La bomba es toneladas de oficio y mimo por los detalles, tanto a nivel literario como gráfico. Alcante, Bollée y Rodier son narradores sin aspavientos, pero con tablas y recursos de sobra y, la verdad, cuando la propia Historia nos da un relato tan potente esto es ni más ni menos lo que hace falta para darnos un tebeo extraordinario y disfrutable por absolutamente todo tipo de público.