Es la hora de las tortas!!!

Es la hora de las tortas!!!

Hombre 1 (de 2), de Antonio Segura y José Ortiz

Hombre 1 (de 2), de Antonio Segura y José Ortiz
Guion
Antonio Segura
Dibujo
José Ortiz
Formato
Cartoné. 22 x 30,5 cm. 304 páginas. BN
Precio
45€
Editorial
ECC Ediciones . 2024
Edición original
Serializada originalmente en las revistas Cimoc (Norma) y K.O. Cómics (Ediciones Metropol)

Traicioneros que son los recuerdos, la imagen mental que en mucha gente ha podido quedar de los años ochenta se tiñe de las fantasías escapistas de Star Wars, Los Goonies, Regreso al futuro o Parque Jurásico, incluso cuando algunas son de los setenta y los noventa. Pero si bien de los USA nos llegaba esa reacción a la sobredosis de sobria realidad del cine de los setenta, he aquí que en España acabábamos de salir de una dictadura y especialmente la primera mitad de los ochenta vino cargada de historias negras, secas y pesimistas en aquello que se vino a llamar el boom del cómic adulto. Hombre es sin duda uno de sus títulos emblema.

Tras publicarse por primera vez por entregas en las revistas Cimoc y K.O. Comics, Hombre ya había sido recopilada antes por Norma, EDT y Panini, pero desde hacía años se trataba de una joya inencontrable si no era pagando auténticas barbaridades en ese mercado de segunda mano que tanto se parece al mundo que nos describen Ortiz y Segura en esta serie. Ahora ECC llega con esta nueva edición en dos tomos para la que han acudido de nuevo a las páginas originales del dibujante.

Antonio Segura y José Ortiz son parte del olimpo del cómic español de todos los tiempos y gozan de un más que merecido reconocimiento allende nuestras fronteras, tanto como pareja creativa, como por separado. Juntos, además de Hombre, nos dejaron otros títulos como Las mil caras de Jack el Destripador, Burton & Cyb o Juan el largo, por no hablar de su trabajo en Italia con Tex o Viento Mágico. No obstante, por separado cosecharon no pocos éxitos. De Segura podríamos destacar Kraken, con Jordi Bernet; Bogey, con Leopoldo Sánchez, o Eva Medusa, con Ana Miralles, mientras que de Ortiz son además célebres sus colaboraciones para editoriales extranjeras, tales como Apocalypse, Night of the Jackass o Pantha, para las revistas de la Warren; Ken Parker, para Bonelli, La decimotercera Planta o The Tower King, para Eagle, o Juez Dredd y Rogue Trooper para 2000 AD, por citar sólo algunas de su extensa obra.

Hombre 1 (de 2), de Antonio Segura y José Ortiz

Pero pese a todos estos trabajos, lo que desarrollaron en Hombre entre 1981 y 1992 sigue siendo por derecho propio su obra magna. En esta primera entrega, ECC aglutina, tal como hiciera antes EDT, las historias que realizaron en blanco y negro en la primera época de Cimoc y la fugaz revista K.O. Cómics, dejando las de color para el segundo tomo. Personalmente, pese que el trabajo de color de Ortiz es absolutamente impresionante, considero que el pesimismo seco y descorazonador de Hombre transpira de manera mucho mas cruda en el desgarrador el blanco y negro de este primer volumen.

Hombre nos lleva a uno de esos futuros pasados que nos ha terminado dejando con el tiempo la ciencia ficción. Estamos en algún punto indeterminado de los años 90, inmersos de lleno en el género postapocalíptico. Una serie de crisis políticas, económicas, energéticas, bélicas y pandemias han sumido el mundo en un estado caótico sin ley ni recursos, donde impera la ley de la jungla y sólo los más fuertes, taimados y crueles sobreviven. Aquí es donde seguimos los pasos de Hombre.

Pero, ¿y qué tiene Hombre que la diferencia o la destaca con respecto a la otra caterva de historias postapocalípticas? Para empezar tenemos la peculiaridad de que se trata de un género menos habitual en España de lo puede ser en USA, Francia o Japón. Por su peculiar contexto, tiene toda una serie de características de las historias que se produjeron en un lugar y una época concreta, la España del boom del cómic adulto, que la Historia ha demostrado como bastante irrepetibles.

Hombre no es un héroe, sino un buscavidas. Por más que sea el protagonista, vendería a su madre si hiciera falta porque es lo que hay que hacer para sobrevivir en el mundo que habita, un mundo donde no te puedes fiar ni de los niños o de una ancianita con un bebé. No sería descabellado emparentar a Hombre con un contemporáneo suyo, Torpedo, con quien comparte ese pragmatismo cínico y despiadado. Esta suerte de arquetipo que no me atrevería a encajar siquiera en el concepto de antihéroe es rara de ver fuera de Europa y, es más, fuera de España e Italia. Es el tipo de personaje del spaghetti western, que para ver en el western americano hay que irse a rarae aves como Sam Peckinpah. Hablamos de figuras tal vez no desprovistas de épica, pero sí de la épica heroica estándar. En su misterio, su amoralidad y su aspereza, tienen un tosco glamour, pero no se presentan ni mucho menos como modelos a imitar, sino un ejemplo de los más visceral de esa humanidad con la barbarie a flor de piel.

Hombre 1 (de 2), de Antonio Segura y José Ortiz

Y es que hablamos de Peckinpah y el spaghetti y no hay más que ver como empieza Hombre para darnos cuenta de que Segura y Ortiz quieren hacer esta historia partícipe de la mítica del género, pero en tanto en cuanto hablamos de postapocalipsis, es inevitable irnos también a Mad Max e incluso a los zombies, que probablemente es el género más ha jugado con ese cancelar la humanidad y el empezar de cero. Sin embargo, Hombre es mucho más desolador que todo eso. No ha habido una gran catástrofe, que ha acabado con todo de un momento para otro, sino una conjunción de sucesos, que han derivado en una decadencia paulatina donde se mantienen vestigios de la civilización y también lo peor de ella. Sólo queda la inercia de sobrevivir y de la miseria. Tras un apocalipsis zombie hay esperanza, pero en el mundo de Hombre no.

Podríamos hacer dos grandes grupos de historias en esta serie. Por un lado estarían las historia urbanas. Las ciudades permanecen, pervive el comercio y cualquier otra práctica que puede beneficiar a alguien a expensas de otros, pero las metrópolis son cascarones ruinosos repletos de ratas, podredumbre, decadencia y perfidia. Con la alusión al principio del tomo de la peste negra, nos puede acercar también a aquella visión podrida y corrupta de la Edad Media que nos daba Paul Verhoeven en Los señores del acero.

En el otro lado, están las aventuras más viajeras, que lo emparentan con el también contemporáneo Jeremiah de Hermann, si bien la versión del belga cultiva un espíritu más aventurero y mucho menos descorazonador.

En cualquier caso, ambos aspectos hacen más propicio que, como decíamos, el western y el postapocalipsis se den la mano. La conquista del oeste, por más destinos manifiestos y épicas hollywoodienses con las que hayan querido vestirlo, no dejaba de ser construir un civilización levantada desde cero bajo los preceptos de la ley de la jungla y la supervivencia del más fuerte o más cruel; una sociedad basada en la violencia y el individualismo que se expone también en Hombre sin adornos y en toda su humanidad. Segura y Ortiz nos hacen de algún modo partícipes de este clima corrupto e inmisericorde, algo así como parte del problema. Decíamos que hay esperanza tras el apocalipsis zombie, pero no aquí y es que leyendo Hombre nosotros somos los zombies, nosotros mismos somos la amenaza que ha creado este mundo. Y lo peor es que no hay un atisbo de aleccionamiento, porque si lo hubiera, existiría la posibilidad de redención. Existen subtextos en Hombre que nos habla de política, religión, de la condición humana y otros tantos temas, pero nunca moraleja; sólo un dedo acusador subyacente que nos dice «tú harías lo mismo».
Hombre 1 (de 2), de Antonio Segura y José Ortiz

Y es que en este sentido, y más allá de ser la excusa para esa frase tan desoladoramente poética «no es un mundo de nombres bonitos», el hecho de que Hombre sea Hombre, sin nombre y en general, que Perro sea Perro y Caballo sea Caballo; el hecho de que no sepamos muy bien dónde tiene lugar nuestra acción hace que, de alguna manera, Ciudad sea Ciudad. Es decir, no se trata tanto de que ubiquemos esta historia en un paraje lejano y ajeno, sino que Hombre es todos los hombres y Ciudad todas las ciudades. Hombre es una tragedia sin remisión, seca y sin el fasto del drama, donde el único alivio, si cabe, es una serie de pinceladas de un humor negrísimo que hace la obra aún más amarga.

Pero en su desespero podemos encontrar aún la belleza en los lápices de Ortiz. No hablamos de un estilo amable, ya que la estética del autor murciano es tan hosca, sucia y contundente como requiere la propuesta, pero no hay duda de que es una delicia visual. Hablamos de un dibujante que ya tenía a sus espaldas treinta años de historietas cuando comenzó Hombre y, pese a seguir bebiendo de los clásicos Foster o Raymond, iba añadiendo a Giraud y otras tantas influencias y se iba poniendo cada vez más juguetón con grafismo y composiciones. Aún con esto, salvo contadas ocasiones, no se trata de un autor rupturista ni tendente a los despliegues de virtuosismo narrativo, sino que su maestría reside en aspectos tal vez menos espectaculares, pero más sutiles y en muchos casos complejos. Sólo jugando con aspectos tan básicos como qué deja dentro y qué fuera de cada viñeta y a dónde estamos mirando, podemos encontrar auténticos hallazgos en este cómic. No obstante, quizá lo más característico y espectacular de su estilo sea su personal uso del crosshatching, en unos tramados de apariencia aleatoria y visceral que son sospechosamente perfectos en el conjunto de la distribución de blancos y negros en la viñeta.

Estamos sin duda ante una de las obras clave del cómic adulto español de los 80, que resulta hoy en día aún más extrema y arriesgada, que derriba mitos, nos arrebata a los héroes y nos brinda un visión descarnada y desalentadora de nosotros mismos en forma de western postapocalíptico y en manos de dos auténticos monstruos de las viñetas. Un clásico inmortal que devuelve ECC a las librerías, en cuyas estanterías siempre debería estar presente.

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