Como mucha gente de mi edad, entré en contacto con la obra de Michael Moorcock en la adolescencia, gracias al juego de rol Stormbringer, basado en las novelas de Elric de Melniboné. No mucho después, me zambullí en las novelas del personaje, y de ahí salté a otras obras del autor. Posiblemente la que más me fascinó, incluso por encima del propio Elric, fue el ciclo de Dorian Hawkmoon, siete novelas publicadas en dos libros en tapa dura, El Bastón Rúnico (1989) y Crónicas del Castillo de Brass (1992). Tras el éxito de la adaptación a cómic de las novelas de Elric que lleva publicando Glénat desde hace unos años, ahora le ha tocado a las historias del Duque de Colonia. Ya tenemos en nuestras manos el segundo de los álbumes del personaje en castellano, La batalla de la Camarga, publicado también por Yermo Ediciones.
Hawkmoon es una historia de aparente fantasía medieval que tiene lugar en una extraña versión de Europa que mezcla magia con tecnología. Nos encontramos aquí con un agresivo imperio que está intentando colonizar todo el continente, pero a diferencia de lo que ocurrió en la Segunda Guerra Mundial no son los alemanes, sino los ingleses, que aquí son el Imperio Oscuro de Granbretán. Ese nombre, unido al de otros rincones del globo como Asiacomunista, y los comentarios sobre un suceso cataclísmico del pasado conocido como el Milenio Trágico, nos da a entender que no estamos ante un pasado alternativo, sino en un futuro lejano postapocalíptico en el que la humanidad está reconstruyendo la civilización y va por una nueva Edad Media, pero con restos culturales y tecnológicos de nuestro presente. En este mundo, Dorian Hawkmoon es el hijo del derrotado Duque de Colonia, y los granbretones le implantan una joya mística en la frente con la que pueden ver lo que está haciendo en cada momento y castigarle si es preciso. Con esta amenaza constante, le envían a la Camarga, en la región de lo que tiempo atrás fue Francia, como espía contra el Conde Brass.
Los que han leído las novelas recordarán que el primer libro, La joya en la frente, está dividido en tres capítulos. Cada uno de los dos álbumes aparecidos hasta el momento adapta uno de esos capítulos, con lo que podemos suponer que la adaptación de la tetralogía inicial, publicada entre 1967 y 1969, se extenderá a lo largo de entre diez y doce álbumes. Queda por ver si también tendrá adaptación la trilogía posterior, en la que vemos a Dorian Hawkmoon como una encarnación del Campeón Eterno y acaba con La Búsqueda de Tanelorn. Curiosamente, 1992 fue el año en el que fue publicada en castellano la última novela de Hawkmoon y también el año en el que Blind Guardian publicó Somewhere Far Beyond, el disco en el que aparece la canción The Quest for Tanelorn. Sí, Moorcock es un autor muy apreciado en la comunidad metalera.
Jerome Le Gris (La edad perdida) hace una adaptación fiel de la obra del escritor inglés, pero sin ser absolutamente literal. Quizás el principal problema que tiene esta versión es que el formato de álbum francés no permite una gran extensión, con lo que la calma con la que se toman los autores la adaptación hará que su extensión en el tiempo sea muy larga. Por el lado positivo, esto permite que los dibujantes se explayen, tanto en lo visual como en lo narrativo. En esta ocasión, Benoît Dellac (Nottingham) hace un trabajo impecable. Quizás no tan vistoso como el de Didier Poli en Elric, pero no se le puede poner ninguna pega. Poli, por cierto, se encargó del diseño de personajes y de los bocetos del primer álbum de Hawkmoon.
La sensación, tras dos álbumes, es que el Hawkmoon de Glénat es una obra que encantará a los seguidores de Moorcock. Quizás no tiene el sense of wonder de Elric, parte de lo cual se debe a que estamos ante un mundo más cercano al nuestro que los loquísimos Reinos Jóvenes del Príncipe Albino. Y lo que queda claro es que lo que hemos podido leer hasta ahora nos ha gustado lo suficiente como para embarcarnos en una serie a largo plazo.