El western o, como nuestros mayores nos enseñaron a decir, «una del oeste», es todo un género y toda una mítica fundamentada en una serie de hechos muy concretos, en un periodo muy concreto — y comparativamente breve— de la historia, en un lugar muy concreto. Por más cuestionables que sean los principios del destino manifiesto y la violencia sobre la que se fundamentan esos ciento y pico años, no hay duda de que hay una épica, quizá primaria en todo el mundo del oeste. Bajo la frase «Go west young man», miles de hombres vivieron y murieron en una odisea por una tierra prometida sin que nadie supiera muy bien quién la había prometido ni a quién.

No hay duda de que la mística de Hollywood es en gran parte responsable del encumbramiento de este contexto concreto y, sin duda, la fascinación que nos produce supera con creces el análisis lógico de lo hostil y aleatoria que podría ser la vida y la muerte en aquellos parajes en esos momentos. El western ha construido su propio sistema de reglas y tópicos que, por descontado, prevalecen sobre cualquier otra lógica. El viejo oeste es un mito y funciona con reglas de mito y es por eso que en Europa, ajenos a su herencia histórica y cultural causa, resultamos igualmente seducidos por su leyenda, hasta el punto de que en cómics el western es un género de mucho mayor calado en el viejo mundo.

Con la tradición de cómics del oeste en Europa de cerca de 100 años, no es de extrañar que cada día podamos ver nuevos títulos del género, como el reciente Hoka Hey, ni que autores como Tiburce Oger quieran rendirle homenajes como Go west young man. Oger es un reconocido fan del western y no le es ajeno en su propia producción, como pudimos ver en Buffalo Runner, o, en cierto modo y aunque suceda en la costa atlántica, Canoe Bay y es que si incluimos esta última, aunque sea con un poco de calzador, es porque es aproximadamente en en las misma fechas y no excesivamente lejos donde comienzan las historias de Go west young man.

Go west young man es una antología de relatos del oeste para la que Oger ha reclutado un quién es quién de lo mejorcito de la escena europea para dibujar cada una de las historias que él escribe. Con el macguffin de un reloj que pasa de mano en mano — tal como lo hiciera el mítico Winchester 73 — nos va contando una serie de historias que abarcan desde 1763 hasta 1938 y que nos llevan de Pensilvania a Nuevo México, alrededor de la práctica totalidad de la geografía estadounidense y la historia de la conquista del oeste.

No hay en Go west young man ningún ánimo revisionista, visión posmoderna o giro de tuerca de ningún tipo. Es más, el macguffin del reloj no es sino un extra para dar la apariencia de una sola historia a la que es una colección de relatos tratando de hacer el homenaje más completo al western del que son capaces sus autores. Go west young man es casi un inventario de los distintos tópicos del género: nativos de todos los pueblos, diligencias, forajidos, cazadores de búfalos, tramperos, vaqueros, marshalls, pistoleros, pioneros, esclavos, salones, burdeles, tahures, sudistas, yankees, la caballería… desde las guerras coloniales hasta la independencia de México pasando por la Guerra de secesión y las guerras indias… todo un catálogo de las distintas facetas del western, e incluso figuras históricas como Wild Bill Hickok, Gerónimo o Pancho Villa, que no busca sino rendir tributo a su propia mitología.

Obviamente y como en toda antología, no todas las historias brillan con la misma intensidad e incluso en la parte más puramente literaria — todas son obra del mismo escritor— las hay mejores y peores, pero en el apartado gráfico, con 15 dibujantes, esto es especialmente patente. Aún así, la selección de artistas resulta bastante espectacular y todos los relatos mantienen un nivel gráfico más que considerable. Nombres como Michel Rouge (Marshal Blueberry, Comanche), Christian Rossi (W.E.S.T., Jim Cutlass), Michel Blanc-Dumont (Blueberry, Cartland), François Boucq (Bouncer) o Ralph Meyer (Undertaker) son una garantía en sí mismos, aunque me vais a permitir expresar mi predilección por los dibujantes de la escuela Giraud, como Olivier Taduc o el propio Meyer.

Probablemente no vais a encontrar en Go west young man nada que no hayáis visto o leído en otros sitios, pero precisamente eso es lo que hace un homenaje y cuando se hace con el cariño y el mimo de éste, asegura cierto calorcito en el corazón de cualquier fan del género. Go west young man encierra todo el salvaje oeste en un solo tomo, lo que lo convierte en un regalo perfecto para los amantes del western.