Lo hemos dicho en varias ocasiones, y aún lo diremos bastantes veces más: la creatividad de Jack Kirby no ha tenido aún igual en toda la historia del género superheroico. Al margen de hallazgos narrativos gráficos varios, la cantidad de conceptos y personajes que el Rey lanzó en las dos grandes es demasiado extensa para enumerarla aquí. El problema es que algunas de sus ideas fueron demasiado extrañas como para tener una mínima aceptación popular. Ocurrió con el Cuarto Mundo en DC, que debutó en 1970 pero Darkseid y compañía fueron unos personajes de segunda fila hasta que John Ostrander, Len Wein y John Byrne los utilizaron en el evento Legends en 1986. Algo parecido ocurrió con sus primeras creaciones tras su regreso a Marvel. Los Eternos son claros hijos de Kirby, para bien y para mal. El entorno en el que aparecen estos personajes es un recital de ideas, a cada cual más espectacular y loca, que deja con la boca abierta al lector. Pero también son tan marcianas que cada intento de traerlos de vuelta acaba, inevitablemente, fracasando. Los Eternos han protagonizado hasta ahora cinco series. La primera, la que escribió y dibujó Jack Kirby, llegó a los diecinueve números. Ninguna de las posteriores ha superado los doce. ¿Habrá llegado su momento con el quinto volumen, que ha debutado en este 2021? La verdad es que lo que hemos podido leer hasta el momento, la mitad del primer arco argumental, Sólo la muerte es eterna, resulta prometedor.
A estas alturas, decir que algo escrito por Kieron Gillen resulta prometedor es una perogrullada. El guionista que en los últimos años nos ha dado The Wicked + The Divine, Once and future, Peter Cannon: Thunderbolt o Die es garantía de que estamos ante una obra, como mínimo, interesante, si no directamente muy por encima de la media. En esta ocasión, Gillen parte con un punto de partida bastante limpio para hacer y deshacer a su antojo con los personajes, después de que Jason Aaron los matara a todos hace tres años en sus primeros números de los Vengadores. Tampoco es que fueran una gran pérdida, no habían hecho acto de presencia en ningún tebeo desde 2015, hasta tres años atrás. En los últimos seis años sólo se había visto a Ikaris en la historia en la que muere y en un flashback en la Historia del Universo Marvel. Oficialmente, los Eternos estaban en el limbo de los personajes olvidados.
La historia que nos cuenta Gillen arranca con una idea que planteó Neil Gaiman en su serie limitada de 2006: hay una máquina en la Tierra que puede resucitar a los Eternos, y que en estos primeros números se insinúa que podría ser la propia Tierra. Así, traer de vuelta a los personajes no resulta difícil ni hay que andar haciendo encaje de bolillos. Y de paso, resucita a otro personaje que llevaba un par de años desaparecido, el mismísimo Thanos de Titán, hijo de un miembro de la raza de los Eternos también.
Y ya con todas las piezas encima del tablero, la primera en la frente: Zuras, el líder de la raza, ha sido asesinado y la Máquina no funciona. Así empieza una historia con espíritu de whodunnit con la que iremos reencontrándonos con la familia de Ikaris y Duende, que puede que no sean las mismas versiones de los personajes a las que estamos acostumbrados.
En cierto modo, el tono que Kieron Gillen le da a Sólo la muerte es eterna nos puede recordar a la que puede ser su obra más prestigiosa, The Wicked + The Divine. No sólo en el hecho de que los personajes protagonistas estén por encima de la humanidad, también en cómo nos va dosificando la informacion poco a poco, como nos atrapa con una idea de partida potente pero luego nos mantiene con ganas de más.
Y si la historia que Gillen nos va contando poco a poco nos engancha desde el principio, el apartado gráfico es el complemento perfecto. El croata Esad Ribić hace un trabajo al estilo -y al nivel- de lo que hizo en Secret Wars. Y hay que reconocerle que brilla en prácticamente todos los registros que tiene en estos primeros números, tanto en expresiones faciales como en escenas de acción, y especialmente en recreación de personajes y entornos alienígenas.
Es pronto para opinar de una serie con los tres primeros números. Lo único que hemos visto hasta ahora no pasa de una declaración de intenciones y de un planteamiento básico, pero desde luego que es lo más interesante que se ha hecho con los personajes desde la serie de Neil Gaiman hace quince años. Veremos con el tiempo si incluso consigue superarla. De momento, lo que está claro es que ha conseguido que queramos seguir leyendo esta serie.