Como pasa el tiempo. Parece que fue ayer cuando en marzo de 2010 llegaba a las tiendas el primer número de American Vampire. Nos encontrábamos en una época en la que la popularidad de Scott Snyder todavía estaba lejos de eclosionar y que contó con la ayuda/tirón del mismísimo Stephen King para lanzar la primera serie regular. Al lado de ambos, el incombustible Rafael Albuquerque realizando el mejor trabajo de su carrera.
Y como quien no quiere la cosa, los años van pasando y tras una serie regular, que alcanzó las treinta y cuatro entregas, llegaron varias miniseries que siguieron narrando esta particular epopeya vampírica ambientada a lo largo del siglo XX en Estados Unidos. Así llegamos hasta esta miniserie de nueve números cuyo esclarecedor título de American Vampire 1976 deja entrever bastante lo que se nos viene encima.
Destacar que entre el segundo ciclo de American Vampire y la publicación de esta “¿última?” han pasado cinco años y muchas cosas han cambiado. Para empezar el sello Vértigo ya no existe. Su lugar lo ha ocupado, al menos en algunas ocasiones, la línea Black Label. Además, Scott Snyder ahora es una súper estrella indiscutible al que se le permite casi cualquier cosa. Por fortuna, en American Vampire 1976 podemos encontrarnos la versión más comedida del guionista.
American Vampire 1976. Terror con pantalones de campana
Comentaba más arriba que American Vampire contó para su concepción con las ideas de la privilegiada mente de Stephen King, cuyo poso en la historia es todavía notable en esa ambientación ubicada principalmente en pueblecitos de la América más rural (pese a que el colofón de la historia sea en Las Vegas) y esa sensación de terror en lo cotidiano que es casi tangible.
Debo reconocer que me parece un acierto que Scott Snyder optase por ambientar el desenlace de la saga de American Vampire en los años 70. Si hacemos memoria, estamos ante la década más oscura de la historia yanki. El escándalo del Watergate, la derrota de Vietnam, el miedo a una guerra nuclear contra el bloque comunista-sovietico.. casi parecía que tras la luminosidad de la era Hippie de los años sesenta hubiera llegado una negra oscuridad imparable, capaz de engullirnos a todos de manera irremediable.
En este caldo de cultivo Snyder hace una brillante caracterización de Skinner Sweet, el protagonista principal de American Vampire 1976. Aquí nos encontramos con un Skinner más autodestructivo que nunca, que sigue sin asimilar del todo bien haber perdido la inmortalidad. Para suplir su ausencia se ha vuelto un yonqui de la adrenalina y de cualquier experiencia extrema que le lleve a sentir ese subidón más propio de los chupasangres.
Por supuesto que también veremos por aquí a Pearl Jones y al resto de la panda (aunque alguno haya sufrido algún cambio de personalidad para ajustarlo a las necesidades de la historia), que deberán parar el futuro fin del mundo causado por el Comerciante Gris, coincidiendo con el bicentenario de la nación.
Y este es precisamente el principal punto débil de la obra: cuanto más ambicioso quiere ser Snyder, más se desdibuja el conjunto global de American Vampire 1976. Quienes estén familiarizados con la obra del escritor ya sabrán de su gusto por hacer una macedonia de géneros y conceptos y que el resultado sea lo que Dios quiera. Se lo hemos visto hacer en El Resurgir y actualmente lo está llevando a cabo en Undiscovered Country.
Debido a este motivo creo que American Vampire 1976 es una serie que va claramente de más a menos. Y es que, tras la planificada puesta en escena de todos los elementos que habían sido presentados en anteriores volúmenes (o en las páginas de esta serie), nos vamos encontrando con una trama que se acelera en demasía. Esto nos lleva a un buen número de situaciones forzosas resueltas a golpe de deus ex machina provocadas por la borrachera de ego del autor.
Con todo, este American Vampire 1976 es un tebeo trepidante que se lee de una sentada y que deja con ganas de seguir descubriendo cosas de esta particular revisión del mito de los vampiros. Lastima que el guion no haya estado todo lo pulido que debería. De haberlo estado, estaríamos ante uno de los mejores lanzamientos del pasado año.
Por supuesto, para el recuerdo queda el impresionante dibujo de Rafael Albuquerque en cada plancha. El artista brasileño hace un magnífico trabajo de ambientación, consiguiendo que la lectura de la obra gane muchos enteros gracias a su trabajo. Escenarios decadentes, clubs abarrotados (hay una secuencia muy “Blade“), luces de neón, moda hortera… casi parece sacado de películas como Get Carter o similares. Una gozada.
Destacar la impecable edición de la obra llevada a cabo por ECC, que ha recopilado toda la miniserie (junto al segundo número de American Vampire Anthology) en un solo volumen con encuadernación en cartoné y con las portadas originales colocadas donde tocan.
