¡Pasen y vean señores! ¡Bienvenidos a los locos años 90! Una época donde parecía que todo valía. Donde se premiaba lo macarra, lo obtuso, lo bárbaro, el brilli brilli, la sangre, la violencia, y al parecer se condenaba la anatomía y las historias. El primer lustro de aquella fatídica década fue bastante chungo para Marvel Comics. La bancarrota estaba a las puertas y la política era saturar el mercado con cientos de series. Se publicaba mucho: muchas colecciones, mucha paja o directamente mucha mierda. Las versiones grim and gritty de los personajes clásicos de La casa de las ideas parecían encandilar a los lectores, en especial una: Veneno.
Hagamos un recuento: Dientes de Sable, Usagente, Thunderstrike, Máquina de Guerra… todos ellos han tenido colecciones propias, todos han sido más que olvidados. Pero lo de Veneno es algo especial. Quizás por ser el primero de todos ellos en ganar relevancia, o tal vez por aquellos tebeos de Todd McFarlane. Sea cual sea la causa, el concepto de Veneno ha seguido sobreviviendo editorialmente hasta nuestro días. De hecho, actualmente cuenta con una cabecera escrita por Donny Cates, uno de los guionistas más prestigiosos de la editorial, y se está preparando el segundo filme del personaje de la mano de Andy Serkis.
En los noventa, Veneno no tuvo serie regular, o al menos no oficialmente, porque desde la publicación de la miniserie Protector Letal contó con una larga ristra de limited series concatenadas en las que diversos guionistas dieron su versión. Al personaje le faltaba un poco de estabilidad, que vino dada de la mano de Larry Hama. Hama, guionista todoterreno que se había hecho un nombre gracias a sus largas etapas en G.I.Joe y Lobezno, se convirtió a partir de las miniseries incluídas en este tomo en el guionista cuasi oficial de Eddie Brock y su macabro compañero de fatigas. Se encargó de escribir todas salvo una y un especial. Esto sirvió para dar algo de continuidad argumental al anti-héroe.
El escritor supo dar con la tecla. Si los noventa fueron la década del exceso, sus miniseries de Veneno serían excesivas a más no poder. Toda una escalada de violencia con respecto a sus predecesoras (que ya es decir), que nos ofrecieron un puñado de tramas rocambolescas (en el mejor de los casos), ilustradas por lo puto mejor/peor de un puñado de artistas que en su mayoría anhelaban con fuerza ser fichados por Image Comics. Con estos mimbres ya deberían saber ustedes a que se enfrentan si cogen el tomo que nos ocupa. Si van con la mente abierta disfrutarán entrando en el juego. Ahora bien, como esperen otra cosa puede que la curiosidad les permita acabar el cómic, de lo contrario saldrán corriendo a la mayor velocidad posible. Si su caso es el último, lo siento por ustedes, se perderán unos cómics francamente divertidos, por no decir todo un ejercicio de estilo marcado por las pautas del momento.
La primera miniserie es Matanza desencadenado. Porque si Veneno ya es tremendo, qué mejor que traer de vuelta a su versión extrema: ¡Más bruto¡ ¡Más salvaje! ¡Con más imaginación para hacer armas punzantes con su simbionte! Comentaba un poco más arriba que Hama potenció los excesos de nuestro protagonista. Eso queda reflejado en una historia donde Cletus Kassady ha cedido sus derechos de imagen para que hagan un videojuego on line ¡En 1995! Por supuesto que esto acaba en tragedia, porque se las apaña para mandar sus zarcillos a nivel molecular a través del módem y el cableado telefónico. Así, como lo oyen… Y luego se reían cuando Freddy Krueger sacaba la lengua por el otro auricular telefónico.
Un monumental disparate que debe ser el fruto a las horas que le echaría Larry Hama al videojuego de Super Nes o Megadrive de Maximun Carnage. No me extraña, porque era un juegazo. El caso es que el guionista sale airoso gracias al ritmo endiablado de la historia. No paran de pasar cosas, la acción es desenfrenada y las sacadas de chorra del villano no pueden más que provocar la complicidad del lector que perpetúa la sensación de placer culpable, ¡Y tan agusto oigan! Encima dibuja Andrew Wildman, un tipo que casi todo lo que había dibujado eran los cómics de Transformers (muy bien, por cierto), de los mencionados G.I.Joe o una miniserie de Black Cat. Su lápiz queda algo tapado por el personal entintado de Joe Rubinstein, pero en general logra un trabajo bastante digno.
La segunda miniserie es Redención. En esta ocasión son cinco números en lugar de los tres o cuatro habituales. Nuevo ejemplo de exceso: Hama se acuerda del Comepecados. Una larga trama que llevaba cerrada muchos años y que fue desarrollada por Peter David en Peter Parker: The Spectacular Spider-Man. Aquel villano hablaba con Dios repartiendo estopa según su interpretación de las sagradas escrituras. El nuevo es igual pero ya se no conforma con una escopeta, ahora también tiene lanzagranadas, ametralladoras y es un badass de los chungos.
Su vuelta a la actividad es toda una orgía de tiros, muerte, destrucción. Poco importa que sus intenciones no queden claras. El desmadre es tal que podremos ver a un nuevo Veneno en acción, no digo más, lo tenéis que leer vosotros. Hama le da una vuelta de tuerca a las habilidades otorgadas por el simbionte, crea otras de su conveniencia u olvida sus limitaciones. Poco importa, el cachondeo está asegurado. Greg Luzniak dibuja la mayoría de las páginas, autor primerizo que demostraba buen hacer pese a las excesivas influencias de Lee, Liefeld o Silvestri.
Como curiosidad, esta segunda miniserie incluía un complemento de cuatro partes protagonizado por El Jurado. El grupo de justicieros que van equipados con armaduras de alta tecnología deberá invadir un país ficticio de Sudamérica (cómo le gusta a Marvel inventarse naciones allí o en Europa del este) para hacerse con un objetivo de interés. Dicho complemento viene firmado por Dan Slott. Sí, ese Dan Slott, logrando un gran resultado con una historia entretenida que deja con ganas de leer más de los personajes. Los bonus track no acaban aquí, porque Marv Wolfman también escribe un breve relato que trata de arrojar algo de luz entre la relación de Eddie y el simbionte.
Esto es todo amigos. Mala, apabullante, por momentos absurda, pero qué lectura más deliciosa.