Hablar sobre Salud mental ya es un proceso difícil de por sí. Si lo haces como profesional sanitario, o como cuidador o familiar de alguien que sufre una enfermedad mental corres el riesgo de que te puedan decir que estás escribiendo de algo que no sabes, y si lo haces como paciente corres el riesgo de dar una información sesgada que alguien pueda ver como inexacto. Pero, ¿qué pasa si encima quieres hacer una obra sobre este tema… orientada para niños? El tesoro perdido de Nora, editado por Liana Editorial, hace ese doble salto mortal… y sale indemne del reto. Una obra planteada con sensibilidad y que puede servir como una manera fabulosa de que los más pequeños puedan comprender una enfermedad que les cueste comprender por su edad.

La obra nos presenta a Nora, una niña de 10 años que vive con su padre y se lo pasa bomba haciendo yincanas (sí, yo también he tenido que ver si era correcto este o gymkhana) en las que da rienda suelta a su imaginación y plasma sus aventuras sobre el papel dibujando todo lo que pasa por su cabeza. Cuando su padre sea secuestrado por unas misteriosas figuras de barro negruzco, tendrá que seguirlo hacia un mundo en el que una criatura extrae la tristeza y preocupaciones dejando solo unos pequeños seres rudimentarios que expulsa de su reinado. Nora tendrá que ayudar a su padre a recuperar sus recuerdos y librarse de la influencia de este ser tan negativo.

En el fondo, no es difícil ver que todo es una metáfora de enfermedades mentales, concretamente de la depresión, aunque creo que con la intencionalidad que tiene esta obra, puede servir igualmente para hablar de cualquier otro trastorno de personalidad o enfermedad mental, puesto que lo que los niños van a ver es cómo una enfermedad produce cambios en sus seres queridos y que solo con el cariño de la familia y con la ayuda de la medicación pueden mantener a raya los síntomas que lo «transforman».

Y para eso, Marco Rocchi y Francesca Caritá, que ya han trabajado juntos en Las dos mitades de la luna o Gherd, recurren a una historia en la que la protagonista va a atravesar numerosas situaciones en la que solo su valor y la ayuda de un curioso gato blanco van a permitirle llegar a ayudar a su padre. Y lo hacen de una manera muy dinámica y divertida que, a pesar de la seriedad del asunto, consiga que lo lean sin dejarles unas malas sensaciones o que pueda incluso dejar un poso negativo.

Además, el dibujo de Caritá es heredero de ese estilo italiano de autoras como Teresa Radice o incluso Elisa Macellari, muy cercano a la animación y con paletas muy amables de tonos cálidos, pero sin perder una narrativa dinámica que llame la atención de los niños que lo lean. Las rejillas de página tienden también a tener pocas viñetas de gran tamaño para no agobiar a lectores más jóvenes y puedan leer esta obra sin detenerse demasiado con cada página.

En definitiva, El tesoro perdido de Nora es una obra que consigue hablar a un público muy joven de materias como enfermedades mentales, ruptura familiar y tratamientos médicos sin que suponga un esfuerzo por superar una lectura desagradable que deje un poso de tristeza en el niño. Consigue convertir estos delicados temas en una historia de aventuras pero con la suficiente calidad como para que el niño sea capaz de captar las analogías con la realidad y le sea posible comportarse de una manera asertiva al enfrentarse a este tipo de patologías.

Lo mejor: La sensibilidad con la que consigue hablar de temas con la salud mental a niños de 10-12 años. El dibujo es muy agradable y dinámico, pensando en este tipo de lectores.

Lo peor: Habría estado bien un apéndice final en el que se hablara más abiertamente de salud mental y se evidencien aún más las metáforas utilizadas.