Es la hora de las tortas!!!

Es la hora de las tortas!!!

Érase una vez en el fin del mundo 1 (de 3)

Érase una vez en el fin del mundo 1 (de 3)
Guion
Jason Aaron
Dibujo
Alexandre Tefenkgi y Nick Dragotta
Color
Lee Loughridge y Rico Renzi
Traducción
V.M. García de Isusi
Formato
Cartoné. 184 páginas. Color
Precio
20€
Editorial
Planeta Cómic . Marzo 2025
Edición original
Once Upon a Time at the End of the World #1-5 (Boom!)

Tal vez el Jason Aaron más juguetón, intrascendente y desacomplejado de Los Vengadores no le ha terminado de entrar a mucha gente. Entiendo que su modo un tanto salido de madre pueda no conectar con todo el mundo. Sin embargo, hay otro Jason Aaron con el que no hay ninguna duda: el Aaron que trabaja con las emociones crudas como muy pocos guionistas saben, el Aaron que encontramos en Érase una vez en el fin del mundo.

Y quede claro que, si bien en este sentido estamos con el registro del Aaron de Scalped, Los malditos o Paletos cabrones, el tono es completamente diferente.

Érase una vez en el fin del mundo nos lleva a un postapocalipsis, pero uno en el que ni siquiera ha hecho falta un gran cataclismo para convertir la Tierra en un gigantesco vertedero. Ha bastado la mera decadencia y dejadez humana para llegar a este punto. Parecería el escenario perfecto para otra de esas historias de Aaron que te agarran las tripas y te las retuercen por dentro y, tal vez un poco sí, pero no exactamente como cabría esperar.

La historia comienza con Mezzy, una solitaria, hosca y endurecida superviviente que, avanzando en los hostiles y desolados páramos, topa con Mace, un chaval que se ha criado en un antiguo centro comercial, protegido y rodeado de cachivaches inútiles, al margen de las penurias del exterior. De un modo u otro, ambos se verán inmersos en un viaje a un destino imposible, acechados por los Guardias de los baldíos, una especie de perversión de los boy scouts que ha hecho de la supervivencia una religión de niveles sectarios.

Érase una vez en el fin del mundo 1 (de 3)

Para este cometido, el guionista barbudo de Jasper, Alabama, cuenta con Alexandre Tefenkgi, un dibujante francés con una curiosa mezcla de ascendencias vietnamita y yibutiana. Está por llegar en breve a España The Good Asian, la obra ganadora de un Eisner que terminó de catapultarlo. Por estos lares, apenas hemos podido verle ¿Dónde quedaron los buenos tiempos?, que publicó para el mercado francés, y una pequeña colaboración en Harley Quinn.

Así pues, Tefenkgi y Aaron se echan la mochila a la espalda para contarnos la historia del viaje de Mace y Mezzy. Pero no estarán solos y es que a través de una serie de secuencias de flashforward ya se nos adelanta de algún modo que este primer tomo de Érase una vez en el fin del mundo es el primero de un relato en tres actos y tres momentos temporales, como tanto le gusta al bueno de Aaron . De esta manera, el primer acto es el que dibuja Tefenkgi y ya se nos avanza en los insertos que el tercero será cosa de Nick Dragotta. Además, aunque no aparece en este primer tomo, Leila del Duca llevará las riendas gráficas del segundo.

Pero centrándonos de nuevo en esta primera entrega, Érase una vez en el fin del mundo nos cuenta el encuentro y el inicio del camino de dos adolescentes muy distintos, que viven en mundos muy diferentes pese a pisar el mismo suelo. Ella es la alfa indiscutible, curtida, estoica y experimentada, adaptada a priorizar la supervivencia a cualquier asomo de debilidad emocional. Él ha vivido en una burbuja y no duraría fuera si no fuera por Mezzy, pero es entusiasmo y optimismo puro y además un genio capaz de inventar los trastos más insospechados. Gran parte del atractivo de esta serie es que ambos, cada uno en su estilo, resultan irresistiblemente adorables.

Érase una vez en el fin del mundo nos cuenta cómo Mezzy enseña a Mace el mundo que es y Mace a ella el que podría ser. Como en todo viaje, la distancia recorrida va más allá de lo geográfico y los personajes que inician este camino no serán los que lo acaban, así como tampoco lo será el lugar que ocupan en los corazoncitos de los lectores.

Érase una vez en el fin del mundo 1 (de 3)

Tal como dice Mark Waid en una cita en la contraportada «Nadie entiende el poder narrativo de las emociones puras como Jason Aaron» y es que el de Alabama sabe los trucos e ingenios para que todos esos sentimientos nos lleguen directos a las tripas en cualquiera de sus formas: humor, ternura, angustia, tristeza, entusiasmo, pánico, tensión… incluso terror o derrota. Toda la historia es una sucesión de excusas y trucos para dispararnos todo este torrente de emociones a prueba de cualquier blindaje. Cuanto más conocemos a Mezzy y Mace, más los queremos, pero también más tememos por ellos ante lo que los aguarda en este mundo hostil. A veces incluso, Aaron y Tefenkgi son capaces de hacer provocar en la misma página la risa y un nudo en la garganta sin apenas transición

Uno de los recursos de Aaron es el empleo de una voz en off a modo de narrador omnisciente, que tal vez cuesta digerir al principio por el tono artificiosamente ominoso que emplea, pero el de Jasper se las sabe todas y consigue así dotar a esta historia de una atmósfera de cuento y generar a la vez una réplica por contraste al estilo mucho más ligero y divertido de la acción directa.

No es casualidad que los malos sean esta especie de versión extrema de los boy scouts. No es que Aaron tenga nada en contra de vender galletas puerta a puerta, pero a nivel simbólico, representan esa supeditación estricta y ciega a un código sobre la que el guionista parece querer advertirnos. Érase una vez en el fin del mundo nos habla de adaptarse para seguir adelante, pero no para sobrevivir, sino para vivir. Incluso en el apocalipsis debería haber tiempo para sentarse un ratito a disfrutar de los dibujos animados. Y la verdad es que, en este sentido, hay muchas cosas en este tebeo que hay que comprar sin buscarle una excesiva lógica porque de eso se trata. Si nos ceñimos demasiado a la historia que debería ser, acabaremos por perdernos la que que es.

Lo que hace Aaron no siempre funciona y es que para producir este destilado de emociones, no sirve cualquier dibujante. Hace falta un artista que no solo no añada fricción, sino que sepa hacer pasar las posibles aristas que a Aaron se le pueda haber quedado por limar. Funciona así en este setido con R.M. Guéra o con Jason Latour, pero también con Alexandre Tefenkgi.

Érase una vez en el fin del mundo 1 (de 3)

Tefenkgi tienen un estilo difícil de ubicar, a medio camino entre Europa y USA e incluso con ciertas estilizaciones que nos llevan a Asia. Narrativamente, tal vez adaptándose a la obra donde está, estamos ante una puesta en escena y una secuenciación más a la americana. A nivel estético, a priori también deberíamos estar situados en el mismo punto. Al fin y al cabo estamos ante un tipo de acabado muy basado en el blanco y negro puro y sintético para el que además el colorista Lee Loughridge entiende que debe trabajar con un render bastante plano. Sin embargo, por la soltura del trazo y el uso de la mancha no puedo evitar ver ciertos tintes de esa herencia de Hugo Pratt tan en boga de nuevo hoy día por el trabajo de autores como Bastien Vivès. La verdad es que la mezcla es curiosa y difícil de definir, pero de lo que no hay duda es de lo bien que funciona.

En un cómic como Érase una vez en el fin del mundo donde los personajes son el principal cimiento, nada mejor que un estilo como el de Tefenkgi, capaz de comunicar con muy pocos elementos, que parece darse poca importancia a sí mismo y aparenta desgarbado, solo para que un segundo vistazo nos revele lo rigurosamente dispuesto que está cada elemento en la página. Resulta admirable lo efectivo que puede ser hasta el más mínimo detalle cuando se juega a sintetizar como lo hace Tefenkgi: el grosor de una línea, la dirección de una mirada, el espacio vacío… todo es magro para crear el tejido emocional del tebeo. No se trata de un artista con un estilo particularmente llamativo en instantáneas aisladas, pero es uno de esos dibujantes que se leen mucho más de lo que se contemplan y es precisamente eso lo que necesita esta historia.

Puede que Dragotta o del Duca sean visualmente más atractivos, pero la energía con la que nos llegan los personajes del dibujante francés nos va a hacer echarlo de menos en las próximas entregas. En gran parte gracias a él, volvemos a recibir un Jason Aaron como hacía mucho tiempo que no veíamos.

Érase una vez en el fin del mundo es un tebeo que deja claro que incluso en el apocalipsis hay lugar para soñar, para amar y divertirse. Érase una vez en el fin del mundo nos enseña que, aunque a veces la vida pueda ser una mierda, también hay hueco en ella para disfrutar de tebeos como este.