Es la hora de las tortas!!!

Es la hora de las tortas!!!

El dios salvaje

El dios salvaje
Guion
Fabien Vehlmann.
Dibujo
Roger Ibáñez.
Traducción
Eva Reyes.
Formato
Cartoné, 112 págs, color. 23,5x31 cm.
Precio
25€.
Editorial
Norma Editorial. 2024.
Edición original
Le Dieu-Fauve (Dargaud).

El dios salvaje, la obra que hoy nos ocupa, llega a España avalada por su guionista Fabien Vehlmann (Supergroom, Solos), pero sobre todo por el dibujo de Roger Ibáñez, autor de Jazz Manyard o ¿Quién le zurcía los calcetines al rey de Prusia mientras estaba en la guerra? Se trata de un cómic gráficamente espectacular que habla de soledad, arraigo, confianza y venganza. Una obra, que Norma Editorial ha publicado en tres versiones: la normal en castellano, que es la que analizamos aquí, otra similar en catalán y por último lugar una edición de lujo con tamaño aún mayor, en blanco y negro y cargada de bocetos y storyboards a color.


El cómic está planteado en 4 actos, cada uno protagonizado por personajes diferentes que acabarán confluyendo entre sí. La historia está ambientada en un mundo en el que la esclavitud y los clanes se juegan el poder y apaciguan al pueblo a través de batallas en las que participan algunos animales adiestrados para ser contrincantes fieros que pongan en jaque a sus enemigos. Sin voz es un mono que nos cuenta su historia en el primer capítulo, para dar paso a otros tres narradores diferentes que desarrollan la historia.

Y ojo, que precisamente ese juego narrativo por parte del guionista es su principal grieta, que puede abrir brecha para según qué lector. Vehlmann construye esta historia con una estructura muy confusa por esos saltos en el tiempo, con narradores tan diferentes. Todo tiene su por qué y acaba cobrando sentido aunque, en mi opinión, tarda demasiado en hacerlo y eso puede hacer que pierda algún lector cuando todo se aclara. Y es que cuando esto sucede, funciona como un mecanismo de reloj, la historia se resuelve especialmente bien, pero reconozco que hasta que lo hace juega peligrosamente con perder al lector.


Hay que reconocer que si no lo hace es fundamentalmente por el rotundo y espectacular trabajo de Roger Ibáñez, con una narrativa muy poderosa y un entintado que me ha enamorado. El dibujo cuenta a su favor con composiciones de página y encuadres fabulosos, pero es que además goza de una expresividad para sus protagonistas, humanos y no humanos, que hacen que incluso en sus pasajes más densos y confusos, apetezca quedarse a disfrutar con cada una de sus viñetas. Igualmente interesante me ha parecido su color, exiguo en su paleta, pero tremendamente atmosférico e inteligente.

A pesar de las pegas que le estoy poniendo al trabajo de Vehlmann, hay que alabar la cantidad de temas que toca, y cómo caracteriza a los personajes con trasfondos y escenas que quedan a la interpretación del propio lector. Por eso comentaba que cuando llega al desenlace y todo queda resuelto y planteado sobre la mesa resulta tan satisfactorio, porque te das cuenta de que todo ha estado siempre delante de nuestros ojos, aunque nos haya pasado desapercibido. Sin duda, El dios salvaje es una obra que gana con una relectura y, con un dibujo como el que tiene, os garantizo que no va a suponer ningún problema volver a retomarla y darle una segunda leída pasados unos meses.


En definitiva, El dios salvaje es una obra que se vende sola gracias al espectacular dibujo de Roger Ibáñez, y que cuenta una historia con una fórmula que creo que no está bien optimizada, pero que consigue remontar y cobrar sentido en su desenlace. Una civilización hostil y cruel, en la que conoceremos a personajes apasionantes, con mucho mundo interior y una historia personal que les impulsa a actuar como lo hacen. Pugnas por el poder, animales entrenados para matar y un sinfín de aventuras completan esta interesante historia que gustará a los amantes de historias desarrolladas en mundos antiguos donde la supervivencia se pagaba con sufrimiento. Llama la atención lo bien que está ambientado ese mundo que nos plantea en una extensión tan corta (poco más de 100 páginas).

Lo mejor: El desenlace que arregla los problemas iniciales. El indiscutible trabajo de Roger Ibáñez, con diferencia lo mejor de la obra.

Lo peor: Tal vez demasiado exigente con el lector, al que entendería que pudiese llegar a perder antes de tiempo, aunque el desenlace hace que merezca mucho la pena.