Es la hora de las tortas!!!

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¡Viñetas y… acción! 12: Blade Trinity de David S. Goyer

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¡Hola amiguitos! Lo prometido es deuda y hoy os traemos Blade Trinity, el primer cierre de una trilogía fílmica de un personaje de Marvel en la pantalla grande. No fue un cierre triunfal, de hecho, no se ha vuelto a hacer nada sobre el personaje, con la salvedad de una lamentable temporada televisiva para Spike TV ¿Lo volveremos a ver? ¿Será Wesley Snipes? Eso poco importa hoy.

Blade Trinity, pese a ser una película muy divertida, espectacular y dinámica, pecó de tratar de meter muchas cosas en 110 minutos de metraje, a saber: la inclusión con calzador de los Nightstalkers, la aparición de Drácula y la persecución de Blade por parte de las autoridades…Oh wait! A veces la realidad supera la ficción y esto acabó pasando. El bueno de Snipes sudó de pagar impuestos entre 1999 y 2001, por lo que acabó en chirona tres añitos, aunque salió a tiempo para The Expendables 3, donde trataron el tema con bastante coña.

Estrenada en 2004, como decíamos, Blade Trinity supone el primer fin de ciclo de la Casa de las Ideas en pantalla grande. En seguida llegarían los de X-Men y Spider-Man, pero la saga del “que ha visto la luz” es para muchos (nosotros incluidos) el verdadero pistoletazo de salida de Marvel en pantalla grande. Esto parece que por fin quedaría reflejado en el cine porque por primera vez veríamos el logo de la empresa en una película de Blade.

Ahora bien, las cosas se podrían haber hecho mucho mejor. Partimos de la base de la dirección: Guillermo del Toro dejó tirado al guionista David S. Goyer para encargarse de Hellboy, y al final el propio Goyer se sentó a dirigir. Vale, el tipo ya se había encargado de los guiones de Blade, Blade II, o de películas afines en temática y estética como The Crow: City of Angels y Dark City. Sin embargo el papel le quedó grande y Blade Trinity, aunque funcional, es un despropósito lleno de atajos y agujeros de guión.

Posiblemente esto es debido a que no es la película que él quería hacer. Goyer quería un cierre en el futuro, con la raza humana totalmente subyugada por la nación vampira y con Blade liderando a un reducto de la resistencia, los Nightstalkers, versión totalmente libre de los personajes de cómic que sí aparecen en esta tercera entrega. Al final, tenemos una película que se aleja de los ambientes sofisticados de la primera entrega, o del oscurantismo victoriano de la segunda, para ser mucho más urbana.

Urbana y absurda. Los vampiros quieren que las autoridades detengan a Blade para quitárselo de encima. Lo consiguen, pero es que no hay transición alguna entre escenas: el FBI encuentra la guarida de Blade en un chasquido de dedos y esta parte de la película solo sirve para que, por fin, nos libremos de Whistler (el presupuesto para el whiskey de Kriss Kristofferson estaría agotado desde hacía tiempo). Hablando del viejales, este tipo que supuestamente tiene que defender a los humanos, no duda un segundo en masacrarlos a tiros para que no se lleven a su Blade. Digo “su Blade”, porque minutos antes habíamos podido asistir a una charla paterno-filial bastante absurda.

Drácula compra en busto, para hombres con gusto.

Hasta aquí vale, pero ¿qué pinta Drácula? La aparición del Rey de los vampiros era el gran aliciente de la película. Supuestamente su aparición era clave para la victoria del Hominus Nocturna, pero no aporta nada. Los vampiros realmente ya han ganado y las fábricas de sangre que han creado no dependen de Drácula para su funcionamiento. El colmo es el actor elegido. Un Dominic Purcell pre-Prison Break que no impone, no da miedo y que tiene un dudoso gusto por las camisas hípster. Venga, admitidlo, seguro que si resucitáis después de siglos y lo único que lleváis puesto es una armadura de la repolla y un espadón, lo primero que os apetece es ir al Soho a por una camisa de modelno de esas con el pechete al aire. Encima, tampoco está a la altura en las escenas de acción, principalmente porque no ha pegado una yoya en su vida.

Sí tiene más gracia cuando le rescatan al principio de la película, con el grupo de vampiros chungos en Siria y el personaje de la excéntrica Parker Posey sacándole el dedo de insultar al sol. Todo un homenaje al “fuck the sun” de Abbath de Immortal… O igual no, pero me gusta pensar que sí. Como viene siendo habitual en esta saga, los secuaces dan bastante lástima. Ya hemos hablado de la Posey, pero es que el otro reseñable es Triple H, que tras ser rechazado para Hulk, para Thor y para malo random en Superman Returns, al menos consiguió un papel aquí y con más frases de las que me esperaba, frases con bastante chispa muchas veces, todo hay que decirlo.

Uno de los elementos más sorprendentes en Blade Trinity es el uso, inédito hasta la fecha, de chistes y elementos de humor. El propio Blade se mofa de los Nightstalkers e incluso le dice cuchi cuchi a un recién nacido que ha salvado. Pero para humor el de Ryan Reynolds. El no hijo de Burt Reynolds, interpreta a Hannibal King, un personaje que en los cómics es más parecido a Constantine que a Deadpool. Pues bien, en Blade Trinity se ve que a Reynolds ya le rondaba por la cabeza interpretar a Wade Wilson y no cierra la boca ni debajo del agua: dice tacos, groserías, comentarios fuera de lugar y sin embargo, queda genial en pantalla compartiendo plano con Jessica Biel, que da vida a Abigail Whistler, una hija sacada de la manga y que le quita el dramatismo al personaje que se nos había presentado en la primera entrega. Abigail también llena el celuloide y es una actriz marcial competente, va armada con un arco láser que tiene la mitad de temperatura del sol, lo que no deja de ser una sacada de chorra del guionista en toda regla.

La inclusión de los Nightstalkers causó más problemas que otra cosa. Hubo rumores de un spin-off si la cosa iba bien (vamos, como con Elektra y Daredevil) y a Snipes le tocó mucho las pelotas, tanto que dejó de hablar a parte del equipo técnico y se dedicó a soltar pullas siempre que podía. Imagino las coñas a su costa cuando terminó en la trena por parte de Goyer y amigos.

 

¿Entretiene? Por supuesto. La película tiene unas escenas de acción de infarto, empezando por la primera persecución donde Blade usa sus nuevos gadgets. De hecho, en esta película por fin aparece un claro homenaje al Q de James Bond a la hora de presentar las nuevas armas y artilugios, que interpreta el siempre carismático Patton Oswalt. Además, las escenas de hostias llevan  un ritmo trepidante al ritmo de la banda sonora, un popurrí de aportaciones donde destaca la firma de Ramin Djawadi, ahora ligeramente famoso por algo llamado Juego de Tronos.

Blade Trinity costó 65 millones de dólares. Recaudó 56 en USA y otros 76 en el resto del globo, registrando así los peores datos de la saga a nivel doméstico y mundial. Hoy en día sigue vendiéndose bien a nivel doméstico, especialmente una edición con dos discos que cuenta bastantes trapos sucios y que se puede encontrar baratita por la red.

Volvemos en 15 días…  con Man Thing o “como Marvel saca una mierda directa a home video pero en España la cascamos en los cines”.