Es la hora de las tortas!!!

Es la hora de las tortas!!!

Soy su silencio. Un thriller en Barcelona

Soy su silencio. Un thriller en Barcelona
Guion
Jordi Lafebre
Dibujo
Jordi Lafebre
Traducción
Eva Reyes de Uña
Formato
Cartoné. 22 x 29 cm. 112 páginas. Color
Precio
25€
Editorial
Norma Editorial . 2024
Edición original
Je suis leur silence (Dargaud)

Supongo que llego tarde para descubrir a nadie las maravillas de Jordi Lafebre como dibujante. Ya se ha encargado él mismo de dejarlo meridianamente claro negro sobre blanco (y con colores además) en obras como Lydie, La mondaine o Los buenos veranos. Sin embargo, tal vez queda algún despistado que no sabe qué hace, no tanto, se nos revelaba también como un gran guionista con aquel Carta Blanca que nos conmovió a todos. Llega así, no sin cierta expectación, Soy su silencio, su segunda obra como autor completo, con una propuesta bien distinta.

Como reza el subtítulo de Soy su silencio, esta historia es «un thriller en Barcelona». Comenzamos en la consulta del doctor Lull, el sufrido psiquiatra al que le ha tocado la papeleta de las sesiones de terapia con Eva Rojas, nuestra protagonista. Eva nos sumergirá, a través del relato de su última semana, en una trama de intriga — con fiambre incluido — en el seno de una adinerada familia de magnates del cava del Penedés.

Soy su silencio

En el transcurso de la trama, Jordi Lafebre nos habla de salud mental, de la familia, de legados, de mujeres fuertes, de mitología, de sexo, negocios turbios y abusos de poder, de la propia Barcelona y otro millón de temas, todo ello bajo la mencionada estructura de thriller. Casi podríamos hablar de un whodunnit, si no fuera por un cierto esfuerzo en el retrato social. Sin embargo, pese a que nada de eso está carente de su propia enjundia, Soy su silencio es la obra de Eva. Por encima de todo lo demás, su peculiar personalidad y su no menos peculiar actitud y circunstancia se llevan todos los focos, pero es que Eva es un personaje creado expresamente para llevárselos.

Eva está afectada por un trastorno de bipolaridad, pero a la vez ella misma es psiquiatra, extremadamente inteligente, disparatadamente audaz, desacomplejada, irritantemente resulta, extravagante, perspicaz, irreverente… es tantas cosas que no es difícil pensar que se ha podido caer en cierto poochismo. De hecho, visto de otro modo, Eva es caótica, impertinente, de hábitos no demasiado saludables, inestable, desesperantemente listilla y con una necesidad obsesiva por la última palabra y la réplica mordaz, tal vez con ciertos aire de Aaron Sorkin, pero con otra referencia tal vez más directa.

Cuando ya no sabes si amarla u odiarla, nos vamos dando cuenta de la naturaleza holmesiana de Eva. Eva es extraordinariamente perspicaz y es a la psicología y psiquiatría que el de Baker Street a las artes detectivescas. Tiene tendencia a resultar exasperante, una situación emocional/psicológica compleja y delicada y — aunque tal vez no en la misma medida — cierta dependencia química. Con todo este contexto, es normal que al finalizar Soy su silencio, se haya creado en nosotros, incautos lectores, la necesidad de tener noticias de Eva Rojas más allá de esta historia.

Soy su silencio

Si acaso, es el centro en este personaje el que salva a esta obra de un vicio común en guionistas noveles, que curiosamente no tenía Carta Blanca. Y es que tal vez podamos achacar a Lafebre el querer hablar de demasiadas cosas en sólo 112 páginas. La más damnificada es la trama thrilleresca, tal vez muy directa y sin espacio apenas para los característicos giros y juegos de sospechas. Hay además, a su vez, varios temas de fondo aquejados del mismo mal y pueden llegar a quedarse un tanto escasos y faltos de redondez y muchas veces parece verse el autor obligado a explicitar de manera demasiado notoria asuntos que no tiene tiempo de desarrollar con la sutileza que maneja en otros terrenos.

Cayendo en las odiosas y manidas comparaciones, tal vez podemos ver en Soy su silencio muchas más imperfecciones y aristas que pulir de las que eran perceptibles en Carta Blanca. Probablemente esto se deba a que esta era una historia más contenida, digamos de un tamaño más modesto, y Lafebre ha decidido subir las apuestas en esta segunda ocasión. En cualquier caso, hay dos factores que se encargan de suplir cualquier agua que podamos ver hacer en Soy su silencio. Por un lado, está la acertada decisión de establecer el foco de la miradas en el personaje de Eva, donde sí se ha puesto toda la carne en el proverbial asador, desviando así las miradas puntillosas de los posibles puntos flacos de la historia.

Y por otro, está por supuesto el talento, el oficio y la magia de Jordi Lafebre como dibujante. No sabría decir si hay ahora mismo un dibujante que supere al barcelonés en cuanto a la maestría del uso de la caricatura como elemento caracterizador y transmisor. El modo en que moldea las figuras, las expresiones faciales, el mismo flujo de las líneas… el resultado es que los actores de los cómics de Lafebre son mejores que cualquiera de carne y hueso que podamos imaginar. La medida y la pericia — no creo exagerar cuando antes hablaba de magia — con que maneja las las estilizaciones hiperbólicas en el lenguaje corporal y facial te hace llegar cada emoción más intensa o más sutil de lo que la realidad jamás podría soñar. Si Eva desborda ese carisma del que hace gala es porque, más allá de cualquier réplica ingeniosa, cómo se mueve, cómo gesticula…incluso su propio aspecto son una inyección directa a nuestras venas lectoras sin danos la posibilidad de digerir, solo de experimentar.

Soy su silencio

Y es que por más que le hayamos podido poner algún pequeño pero a la ejecución de algunos aspecto del guion, lo que nos llega en imágenes es tan arrollador y tan lleno de matices y sutileza, que compensa todo lo demás. Y si comparamos, aquí es para bien. Si en Carta blanca estaba soberbio, en Soy su silencio, si cabe nos topamos con un Lafebre aún más sintético, más depurado. También sube así las apuestas en dibujo y color, con una paleta que tiñe de amarillo buena parte del tebeo y que, sin sacarnos de la atmósfera de sensación naturalista, nos introduce también dentro de ese relato que salta en el tiempo y en el espacio y quién sabe si incluso entre verdad y mentira, a capricho de Eva.

Lafebre no ha afirmado ni desmentido aún que vayamos a volver a saber de Eva en el futuro, pero hablando de apuestas, algo me dice que volveremos a ver a esta excéntrica psiquiatra más pronto que tarde y a sus tías y su abuela, por supuesto.

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