Uno no puede evitar empezar Paracuellos 9 con un regusto amargo y es que las despedidas son así. Carlos Giménez lleva un tiempo en el que toda su obra sabe a ese atar cabos y cerrar la persiana de quien no planea volver a abrirla. Se despedía de Gringo en Punto Final y de Dani Futuro en Mientras el mundo agoniza y, no en vano, al tríptico formado por Crisálida, Canción de Navidad y Es hoy se le ha venido a llamar trilogía del crepúsculo, algo así como la última parte de toda su obra autobiográfica que comenzaría precisamente por Paracuellos.
Como siempre que se despide a alguien que se quiere, es inevitable ese nudo en la garganta, pero también una sensación de plenitud en el corazón por haber tenido la oportunidad de conocerlo y quererlo. Y no olvidemos que no despedimos aquí a Carlos Giménez, que ojalá nos dure 100 años más con salud, despedimos a Pablito, a Peribáñez, a Adolfo y tantos otros. Hasta a los personajes antipáticos como Antonio o el padre Rodríguez los echaremos de menos. A muchos de nosotros nos han acompañado toda nuestra vida y por primera vez, tendremos que vivir sin ellos.
Hace cerca de 50 años desde que la primera historia de lo que sucedía en aquellos Hogares de Auxilio Social salía de la cabeza de Carlos Giménez para inmortalizarse en el papel. Tras pasar por revistas como Mata ratos, Muchas Gracias, El Papus o Yes, sería en Francia y de la mano de Fluide Glacial donde estas historias cobrarían la popularidad que siempre merecieron y se abriría la posibilidad de su publicación en álbumes.
Y así llegamos al final, a Paracuellos 9, el momento en que a Pablito van a venir a buscarlo para llevárselo por fin de aquellos campos de concentración infantiles que eufemísticamente hablaban de Auxilio social. Paracuellos 9 comenzará con la noticia de que se va y concluirá con el momento en que sucede. Todo el resto del álbum no se diferencia gran cosa con cualquiera de los ocho anteriores. Estamos ante una recopilación de anécdotas y sucesos de cuanto ocurría tras aquellos muros donde nuestros niños protagonistas pasaban hambre y penurias a la vez que construían amistades y sueños. Volveremos a ver todo tipo de artimañas para combatir el hambre, volveremos a entrar en las aspiraciones de los niños que esos muros no podían contener, volveremos a ser testigos del trato tiránico al que les sometían, del adoctrinamiento, pero también de los chascarrillos, travesuras e ilusiones de los críos.
Si hay algo en Paracuellos 9 que lo distinga de los demás es quizá por ser el último, las mejores historias ya están contadas y con un par de salvedades, no hay ninguna que nos emocione, nos haga reír o llorar como las que hemos visto hasta ahora. Sin embargo, hay al menos una que no habría tenido el mismo impacto en otro momento. Tiene que ver con la inmortal amistad entre Pablito y Peribáñez y el hecho de suceder en esta parte de la historia, cuando la despedida está tan cerca, sin duda te aprieta el corazón mucho más.
Hubo un tiempo en que no creímos que hiciera falta un final para Paracuellos. Incluso salió un integral todo Paracuellos, que asumía que los primeros seis álbumes serían la totalidad de la obra y la verdad es que no se echaba en falta un cierre. Sin embargo, con Paracuellos 9 se salda esa deuda que nunca tuvo, porque Carlos Giménez nunca hasta ahora quiso despedirse de ella. Para nosotros es una obra que nos ha acompañado toda nuestra vida pero para él es literalmente una parte de su vida. Con un nudo en la garganta, no puedo ni imaginar lo que esta despedida habrá supuesto para su autor.