Durante la primera mitad de este año que acaba, la editorial Panini empezó a recopilar en su admirable colección Marvel Deluxe algunos de los mayores éxitos de aquel relanzamiento del año 2012 conocido como Marvel Now! La apuesta del editor jefe de la época, Axel Alonso, incluía una renovación de equipos creativos que impulsaría las series tradicionales por caminos más frescos y novedosos, sobre todo tras el relativo fracaso (al menos de crítica) del evento Vengadores Vs. X-Men. Los héroes de siempre tomaban nuevos caminos: el Capi exiliado en la Dimensión Zola, el propio Thor enredado en las distintas versiones de sí mismo o la Patrulla X original haciendo el viaje inverso de, por ejemplo, Días del futuro pasado. Y para la ocasión se estrenaba una nueva iniciativa, una que uniría por primera vez a mutantes y héroes en un equipo de unidad: los Imposibles Vengadores. En líneas generales la propuesta fue un éxito, había suficiente calidad creativa en la mayoría de los casos y casi todas las series volvían a tener la personalidad necesaria para diferenciarse entre ellas. Después vendrían los All-New, All-Different y toda la pesca de reinvenciones una detrás de otra, que al fin y al cabo no era más que una engañifa editorial para equiparar las temporadas comiqueras con el funcionamiento de las cada vez más populares (y más prestigiosas) series de televisión. Pero la semilla había germinado y entre los brotes estaban Los Vengadores de Jonathan Hickman. Buenos tiempos para La Casa de las Ideas.
No obstante, a pesar de todas las fanfarrias y megáfonos de la maquinaria publicitaria marvelita, la verdad es que el «relanzamiento» (estrictamente hablando) tampoco era para tanto, o eso nos parecía. Todo cambia para que todo siga igual, o directamente nada cambia. Las aventuras pasadas de rosca y con alteraciones aparentes en el statu quo de los personajes no eran tal, o no se tomaban demasiado en serio, ni para el Capi ni para los Imposibles Vengadores ni para ninguno de los personajes que vivió eventos revolucionarios dentro de su propia colección, con multitud de giros sorprendentes pero de ida y vuelta. Muy a la antigua usanza, contado ―eso sí― en varias grapas en vez de en las habituales 24 páginas. Todo parecía, en cierto modo, conservador. Pero lo cierto es que, visto con perspectiva, el relanzamiento sí contenía alguna decisión arriesgada; y la más importante se tomó en las dos series insignia de la editorial: Los Vengadores y Los Nuevos Vengadores.
En 2012 el Universo Marvel Cinematográfico volaba por todo lo alto. Parecía el momento ideal para que los cómics recuperaran las aventuras más pijameras de los héroes de siempre, sobre todo de los que salían en las pelis (o directamente en «la peli», que por aquel entonces era la de Los Vengadores). Un momento ideal para reenganchar antiguos lectores y captar nuevos marvelitas potenciales, grandes y pequeños. Pero Jonathan Hickman, el arquitecto al mando, no parecía tener ninguna intención de ir por esa senda (ni por ninguna que se le pareciese). Axel Alonso le entregó las llaves del buque insignia, y el escritor de Carolina del Sur decidió quemar las naves e internarse tierra adentro. Fiel a su estilo, diseñó una historia río a muy largo plazo donde sus propias historias dentro del Universo Marvel (SHIELD, Guerreros Secretos y sobre todo Los Cuatro Fantásticos) iban a funcionar como afluentes necesarios. La plantilla del equipo de Vengadores crece al más puro estilo Liga de la Justicia Ilimitada, y los héroes peliculeros no necesariamente ocupan el primer plano. Las dos series discurren de forma paralela pero entremezclándose para dar respuesta a la gran trama central; algo inmanejable para el lector novato, o incluso para el veterano que se hubiera subido al barco cinco minutos tarde. Al final resulta que la apuesta sí iba a ser incomprensiblemente arriesgada. «Más vale que merezca la pena», debieron pensar en las oficinas Marvel. Y vaya si lo mereció. Ahora lo veo.
El primer tomo Marvel Deluxe incluye los seis primeros números de cada una de las colecciones mencionadas: Los Vengadores y Los Nuevos Vengadores. La primera presenta a la alineación más tradicional, al menos de primeras, y se extiende a un número incontable de personajes extraídos de todos los rincones del UM. La segunda cuenta con los Illuminati como protagonistas. Una es más aventurera que la otra, la otra es más reflexiva y filosófica que la una; pero en los dos casos se introducen antagonistas y conflictos de una escala casi bíblica. Seres divinos (o anti) como los Cisnes Negros o Ex Nihilo introducen conceptos que colocan a los héroes ante las grandes preguntas. El qué, el cuándo, el de dónde. Y como telón de fondo las famosas Incursiones y la anunciada muerte del Universo Marvel. Los conceptos a explorar van a apareciendo con cuentagotas, las historias tienen aventura y mamporros, pero la finalidad no está clara y la desazón típica ante un tebeo de Jonathan Hickman pugna por salir a la luz. En grapa esto se hacía bola, pero la nueva edición de Panini es el vehículo perfecto para disfrutar de esta epopeya. Epopeya en el sentido literal de la palabra.
Como ya se ha dicho hasta la saciedad, Hickman acostumbra a priorizar las tramas y los propios acontecimientos que mueven a los personajes antes que a los personajes en sí mismos. Y diría que a cargo de Los Vengadores esta inclinación es aún más pronunciada. Hickman es muy consciente del papel de mitos propios del siglo XX que los superhéroes han interpretado (y continúan haciéndolo en el siglo XXI), y su elección es la de reunir, clasificar y extender toda una mitología alrededor de los Héroes más Poderosos de la Tierra; con su propio génesis, su panteón de dioses y sus héroes humanos y semihumanos dispuestos a enfrentarse a las más duras pruebas. Los personajes son superados por los eventos que ante ellos se despliegan. Sus propias gestas son más grandes que ellos mismos. Y sin embargo (y esto no se lee tan a menudo) están exquisitamente escritos. Los diálogos de Hickman son un alarde de exactitud y precisión. Sus personajes no necesitan largas diatribas, o interminables intercambios sobre asuntos banales (a lo Bendis) para definirse. En ninguna de las dos series de Vengadores vamos a ver la parte costumbrista de las vidas de los héroes, la idea no es esa, no va por ahí, pero todos y cada uno de los conflictos morales que se plantean (y no son pocos) están resueltos con una eficacia monumental. Cada personaje mantiene su personalidad, nadie es intercambiable por nadie; ante los misterios más profundos no hay humano o metahumano que no acabe enredado en sus propias contradicciones, y todo esto sin caer en la afectación; y además las frases resultonas de cara a la galería funcionan. Hay mucho gris. Hay mucho comportamiento inaceptable, pero entendible. En eso Hickman es un maestro, y en esta primera entrega ya empezamos a sentir cierta empatía por casi cualquier personaje que cruce sus páginas.
El tomo reúne la historia en orden cronológico: los números incluidos saltan de una serie a otra con el consiguiente baile en el apartado gráfico. Steve McNiven (Los Nuevos Vengadores) y sobre todo Jerome Opeña (Los Vengadores) hacen un trabajo formidable. Concretamente en el caso del propio Opeña pienso que los acabados a lápiz que se muestran aquí potencian la belleza de su arte, situándolo por encima de otros trabajos suyos incluso más detallados, como en Siete para la eternidad. En cualquier caso se aprecia robustez en la calidad artística (y en su continuidad) siempre y cuando pasemos por alto algunos ejemplares de relleno que por ahora se quedan en simples anécdotas.
En su día muchos nos arrugamos ante la magnitud de la empresa emprendida por Hickman. Hubo que leer Secret Wars y volver hacia atrás con la sensación de que algo grande se nos había escapado para entender esta etapa en toda su dimensión. Pues bien, oídme los rezagados: ahora es el momento apropiado y el formato es el perfecto. Y esto sólo es el principio. El primer paso hacia uno de los viajes más maravillosos que se pueden iniciar por la historia del Universo Marvel. Y soy consciente de que esto es decir mucho.