Seamos serios. Teniendo en las tiendas un tebeo llamado La hora de las tortas, ¿alguien pensaba que no íbamos a reseñarlo en esta web de desharrapados de la calle Yancy? Faltaría más. Más aún teniendo en cuenta que viene firmada por Steve Skroce, un tipo que tan buenos ratos nos hizo pasar en los años 90. Hala, al lío.

El miembro con la cara más dura de los 4F (literalmente, que metafóricamente sería Johnny) ha protagonizado tan solo dos series en solitario de larga duración desde que se presentó en sociedad hace algo más de sesenta años. La más reciente, surgida como spin-off de Secret Wars, duró treinta y seis números, que fueron publicados entre 1983 y 1986. Pero la que realmente marca la trayectoria de Ben Grimm fuera de la Primera Familia fue Marvel Two-In-One, que se extendió durante diez años y nada menos que cien números en los que La Cosa compartía protagonismo con otros héroes de la editorial al estilo de la arácnida Marvel Team-Up. En general era una serie sin grandes pretensiones, pero en la que se vieron arcos argumentales más que defendibles, como El caso de la corona serpiente o La saga del Proyecto Pegaso.

Y con el mismo espíritu llega La hora de las tortas de Steve Skroce. Es una serie limitada de cinco números, totalmente desenfadada, con una cierta cohesión argumental que va de un número a otro, y en la que Grimm es acompañado por un héroe diferente en cada número: Hulk (en una serie de La Cosa, a muchos se nos escapará La Masa), Lobezno, el Doctor Extraño, el Doctor Muerte y un nuevo Vigilante con un espíritu poochie nunca antes visto en la raza de los voyeurs cabezones cósmicos.

La trama que une los cinco números gira alrededor de un viajero temporal llamado Ogdu Fraize, el Psicopompo, que va visitando distintos momentos del presente de La Cosa en busca de determinados objetos que necesita para un propósito oculto que se revelará al final de la serie y que tampoco tienen mayor importancia que justificar enfrentamientos para darnos una buena dosis de entretenimiento palomitero. Y aquí está la clave de la serie: quien busque una historia sesuda que vaya a cambiar la historia del personaje o un experimento narrativo innovador, aquí no se le ha perdido nada. La hora de las tortas es una colección de momentos de acción adrenalínica entrelazados por un argumento mcguffin con un punto macarra y provocador, con escenas en las que veremos a Lobezno destripado, a Ben Grimm desnudo o a la Tía Petunia sacándose selfies con un Doctor Extraño malherido.

A fin de cuentas, todo es una excusa para el lucimiento personal de Steve Skroce, auténtica estrella del tomo. Este ilustrador croata tiene su punto fuerte en el dinamismo de las escenas de acción, que son el foco de esta serie. Skroce debutó en Marvel en la línea Razorline de principios de los 90 de la mano del mismísimo Clive Barker, en la serie Ectokid, donde entró en contacto con Lana Wachowski. Tras ello le vimos asociado principalmente a la franquicia mutante, en series como Cable, X-Man o Gambito, pero acabaría dejando el cómic como actividad principal para dedicarse a hacer storyboards, principalmente para el entorno de las Wachowski con las que entró en contacto en los principios de su carrera, habiendo trabajado en películas como la trilogía de Matrix, V de Vendetta, Speed Racer o El destino de Júpiter. La hora de las tortas es el primer trabajo que hace para Marvel desde el año 2000.

La hora de las tortas no es un tebeo memorable. Argumentalmente no pasa de correcto, pero para los fans de las escenas de acción superheroica  es todo un caramelito. En ese aspecto, hay que reconocer que es totalmente honesto y que da lo que promete en el título. Muy recomendable también para los fans del autor, que no es que se prodigue mucho por el género superheroico.