Es la hora de las tortas!!!

Es la hora de las tortas!!!

I hate Fairyland 6: Solo puede quedar una

I hate Fairyland 6: Solo puede quedar una
Guion
Skottie Young.
Dibujo
Brett Bean.
Color
Jean-François Beaulieu.
Traducción
Raúl Sastre.
Formato
Cartoné, 128 págs, color.
Precio
22€.
Editorial
eVolution Comics/Panini. 2024.
Edición original
I hate Fairyland v2 #6-10 (Image).

Para sincerarme con el posible lector de esta reseña, antes de continuar, creo que debo dejar clara una cosa: no soy objetivo a la hora de hablar de I hate Fairyland 6: Solo puede quedar una. Estando a cierta distancia, para mí, esta serie ha ocupado el vacío que dejó Giant Days tras su finalización, como esa serie con la que voy a aparcar el espíritu analítico y crítico porque sé que va a brindarme un rato de lectura en el que me lo voy a pasar bien y a soltar más de una carcajada, sin importarme nada más. Sí, es una serie de la que no hay que esperar grandes fuegos de artificio, personajes tridimensionales o tramas elaboradas, solo dejarte sorprender por la siguiente bestialidad que se le ocurra a Skottie Young. La edición de Panini mantiene el encuadernado cartoné y contiene una recopilación al final con todas las portadas alternativas a cargo de Brett Bean y Peach Momoko.


Habíamos dejado a la Gert joven adulta de vuelta en Fairyland y de nuevo encerrada tras los cambios de planes de Willy Wiggins. Ahora tendrá que buscar una nueva forma de volver al mundo real y de evitar al nuevo regente, hermano de la ex-reina Nubelia, el nuevo rey Nubelo. Él, consciente de todos los fracasos de su hermana intentando acabar con Gert en el pasado, tiene la idea de convencer a la única persona que puede derrotarla: ella misma. Localizará a varias versiones de ella misma en otras líneas temporales para que acabe con la versión que consiguió escapar de Fairyland.

En estos cinco números siguientes se mantiene el equipo creativo: Skottie Young en los guiones, Brett Bean al dibujo y Jean-François Beaulieu al color. Funciona como una bala, porque Young mantiene esos chistes descacharrantes y un espíritu muy gamberro y bestia, sin tener que entretenerse con el dibujo, que recae en el mejor sucesor que ha podido encontrar. Ya decía en la reseña del tomo anterior el descubrimiento que había supuesto, pero es que mimetiza a la perfección el tono hiperbólico y cartoon al que nos tenía acostumbrados Young, manteniendo una limpieza en el trazo y un dinamismo espectaculares. Deja embobado al lector con sus escenas de acción, perfectamente coreografiadas, y con una composición de página increíble. Además se ve engrandecido gracias al color de Beaulieu, que juega mucho con el propio concepto de la serie.


En la redacción de esta vuestra web estoy un poco solo a la hora de repartir elogios, y es que reconozco que es como ese chiste que se estira hasta el infinito que, cuando ya deja de hacer gracia pasa a conseguir un efecto contrario. Sí, puede ser. Pero si, como a mí, no te ha saturado a estas alturas, te lo vas a seguir pasando en grande, y es que es de las pocas series de cómic que me consigue sacar carcajadas físicas, conecto con el sentido del humor de Young y me sigue sorprendiendo. Los juegos de palabra, las referencias cruzadas y la búsqueda de recuperar el camino original siguen siendo su gran fuerte. Sin entrar en detalles por evitar los spoilers, en este arco argumental hay un giro de guion que, pese a lo sorprendente, es predecible si miras la serie con ojos analíticos y sabiendo cómo funciona la construcción de historias, con respecto a la propia Gert y su nuevo estatus de adolescente-joven. Creo que llegados a este punto, los que seguimos la serie ya sabemos qué vamos a encontrar, y somos especialmente indulgentes con este tipo de trucos.

En pleno auge de multiversos, ver las incontables versiones de Gert resulta desternillante, y más con la ironía que desprenden los diálogos, uno de los principales fuertes de la serie. Y es que a mí me divierte mucho sorprenderme con algunas líneas de diálogos que están por completo en consonancia con los personajes. Los que seguimos la serie ya sabemos de la ironía que gasta Gert, y el pasotismo por saturación de Larry, pero es que los personajes que aparecen, pese a ser variantes de otros ya conocidos (hermanos o primas) también funcionan bien y aportan un carácter diferente, lo cual es de agradecer por no parecer una recopilación de chistes de una sola persona: el guionista. Cada línea de diálogo está en personaje, y eso hace que funcionen algunos chistes especialmente bien.


En definitiva, I hate Fairyland 6: Solo puede quedar una sigue siendo una serie que leer sin más pretensiones que pasar un rato divertido de lectura, disfrutando del dibujo de Brett Bean, cada vez más cómodo, y que conecta con el concepto de versión adulta de un cuento de hadas. Cada arco argumental acaba con un enorme cliffhanger que deja con ganas de más. Ya cuento las horas para el siguiente tomo. Si la serie no ha dejado de divertirte en ningún momento, creo que es una de esas lecturas que ansiamos adelantar en nuestra pila de lectura porque sabemos que nos va a arreglar un día tonto… seguro.

Lo mejor: Los chistes siguen funcionando muy bien. Los giros de guion, pese a ser tramposos en ocasiones. El descubrimiento a lo grande de Brett Bean.

Lo peor: Que dure tan poco cada tomo.