Tras la lectura de los dos primeros tomos de Eden: It’s an endless world, nos dimos cuenta de que no estábamos ante una obra con una narrativa convencional. No tenemos un hilo conductor que nos lleve de principio a fin de la historia, y lo que en un momento dado puede parecer lo que tiene el foco principal de la historia puede pasar en cualquier momento a un plano secundario. Así, al principio parecía que todo iba a girar alrededor de la pandemia global del virus de cierre… que finalmente sólo resulta tener importancia para crear el mundo postapocalíptico en el que se desarrolla la historia. Luego parecía que nos iban a contar la vida de los jóvenes Enoa y Hannah… para dar un salto en el tiempo y mostrarnos a su hijo Elijah, ya adolescente, viviendo como puede en un mundo en el que el conflicto entre las organizaciones Propater y NOMAD es omnipresente. Y, en los tomos 3 y 4 al menos, Elijah sigue siendo el centro de la historia.

El centro de la historia, de momento y por momentos. En los dos primeros volúmenes de esta serie hemos visto cómo se va definiendo, con calma, el mundo en el que se desarrolla la historia, y hemos llegado a ver que no es tan diferente del actual: aunque tiene mucha más tecnología, las miserias humanas son esencialmente las mismas. Unas miserias que harán que Elijah, inicialmente un chaval de quince años que más que vivir, sobrevive como puede en este mundo, se va endureciendo poco a poco, tanto física como emocionalmente, en una típica historia de rito de madurez en un mundo profundamente atípico.

Al ser una obra tan extensa, por encima de las cuatro mil páginas, puede permitirse el lujo de prescindir por completo de los personajes principales para definir mejor a secundarios que tendrán importancia futura, o a desarrollar tramas paralelas que, no teniendo trascendencia en los acontecimientos que están por llegar, dejan huella en Elijah y su entorno.

Así, por ejemplo, tenemos un flashback que en algunos momentos nos llega a recordar a Ghost in the Shell para contarnos el pasado de Sophia y su transformación en cyborg. Un flashback de casi sesenta páginas, por cierto. En esta secuencia además aprovechan para definirnos psicológicamente el personaje para que entendamos su actitud en ciertos momentos.  Y también en el lado más tecnológico, conocemos un poco más en profundidad a Maya, una consciencia virtual que tendrá previsible importancia posterior en la serie, y el vínculo que le une con Elijah.

Pero no sólo de tecnología trata Eden: It’s an endless world!. Como decíamos antes, las miserias de la sociedad son una parte fundamental de la historia, y de eso tenemos a paletadas en estos dos tomos. Un ataque deja hospitalizada a la madre de Elijah, y se llevan secuestrada a su hermana. La propia policía secuestra a Elijah y le da una notable paliza, con una representación totalmente cruda de la violencia física, que en algunos momentos de la obra llega casi al gore.

En el cuarto tomo nos vamos a los barrios más bajos, donde se libra una guerra de bandas que tiene atemorizada a la población y a las víctimas. Y uno de los mafiosos principales, Pedro Octavio, es un serio problema desde las capas más humildes de la ciudad hasta el gobierno del país. Pero no estamos ante un villano plano de pacotilla: Hiroki Endo dedica una buena cantidad de páginas a contarnos su pasado y la relación con Manuela, una prostituta heroinómana con la que tiene una peculiar relación, para que tras conocer su pasado y volver al presente, no es que empaticemos con él, pero al menos sí que le comprendamos.

Y hablando de relaciones, Elijah también se embarca en una. También con una prostituta, Helena Montoya, que además de ser su pareja le va haciendo evolucionar emocional e intelectualmente. Señalar, por cierto, que las escenas sexuales son bastante explícitas, tanto como las de violencia que hemos ido viendo previamente. Quizás no sea la lectura más apropiada para los lectores más jóvenes.

Aunque el primer par de tomos de Eden: It’s an endless world! resultaron una lectura más que interesante, a estas alturas nos tiene totalmente enganchados. Son tomos de cuatrocientas y pico páginas que, en cuanto empezamos a leer, no podemos soltar. Francamente brillante, es, de una forma totalmente subjetiva, una de las mejores series que se pueden leer en la actualidad.