Es la hora de las tortas!!!

Es la hora de las tortas!!!

Crossed, volumen 5

Crossed, volumen 5
Guion
David Lapham, David Hine
Dibujo
Jacen Burrows, Eduardo Vienna, Georges Duarte
Tinta
Jacen Burrows, Nelson DeCastro, Nelson Pereira
Color
Digikore Studios, Juanmar
Formato
Cartoné, 240 páginas
Precio
19.95 €
Editorial
Panini. 2018
Edición original
Crossed: Badlands 10-18

Quinto tomo de la colección de Panini que recopila todo Crossed en tapa dura, segundo con material inédito dedicado a la serie mensual Crossed: Badlands (reseña del primero, aquí), que vio la luz entre 2012 y 2016 con equipos artísticos rotativos. En esta ocasión, tenemos dos historias, una a cargo de David Lapham, al que ya vimos en los tomos 2 y 3 de la serie, y otra de David Hine. Dos historias que tienen algo en común: ambas están cronológicamente ambientadas en los primeros tiempos de la plaga de los Cruzados. No estamos ante el origen, pero en ambas los grupos de humanos que se encuentran con nuestros zombis de la amoralidad se topan con ellos sin saber de su existencia previamente.

Vamos al tajo.

Crossed portada 18

Meón, de David Lapham

Moteros postapocalípticos contra payasos zombis podría ser el título de una película de serie Z, ¿verdad? Básicamente, esto es lo que ocurre en la primera historia del tomo. Edmund Wickenthorp es un chaval al que de pequeño le colgaron el mote de Meón, ganado cuando perdió el control de sus esfínteres siendo un niño de primaria. Pero es que no ha hecho mucho a lo largo de su vida para perderlo. El niño que se meó ha llegado a la mayoría de edad siendo un tímido patológico y un cobarde de manual. Hasta un día que va al circo con su padre y su hermano y aparece la primera oleada de Cruzados haciendo de las suyas, a la que reacciona… escondiéndose. Pero al menos consigue dar la voz de alarma, y una panda de moteros -a lo Hijos de la Anarquía, no padres de familia que se cogen la moto para hacerse un par de horas por la A-1 el sábado por la mañana- plantan cara a los zombis.

Al margen de la historia, David Lapham se hace un autoguiño con un cameo de un personaje que presentó en Psicópata, arco argumental aparecido en el tercer tomo de la serie.

Carretera dorada, de David Hine

Aquí tenemos un poco velado a La Mascarada de la Muerte Roja de Edgar Allan Poe. Tan poco velado es que se cita en la propia historia. Un escritor ricacho excéntrico monta un juego de rol en su casa con un grupo de personas con las que juega como si fueran sus marionetas, pretendiendo derribar todas las inhibiciones morales que ha creado la educación en sociedad. Todos aislados del mundo exterior viviendo unos papeles impuestos por un tipo tan depravado como el Jesus DeSade que Garth Ennis presentó en Predicador. La experiencia no es precisamente agradable para los implicados, pero cuando llega un tren lleno de Cruzados ya todo explota.

En resumen…

Estas dos historias nos llevan a los primeros días de la infección Cruzada. Ambas tienen en común el mismo concepto, la reacción de un grupo de personas que aún no habían tenido noticias de la existencia de la horda de monstruos que sirve de telón de fondo a esta serie.

Ambas historias circulan por los lugares comunes que llevamos viendo en Crossed desde que Garth Ennis inauguró la franquicia. En ambas se usa la violencia al límite como telón de fondo que sirve para crear ese impacto de desagrado inicial, en forma de asesinatos, torturas, mutilaciones o violaciones. Pero el punto central que nos deja ese poso de mal rollo, esa amenaza de arcada que permanece un rato después de haber cerrado el libro es la degradación del ser humano. En los tomos anteriores se aceptaba -más o menos- porque la humanidad ya estaba sumergida en la epidemia de los Cruzados, y la reacción del ser humano puesto al límite tiende a no respetar las normas sociales habituales. Pero en estos dos casos, en los que aún ni siquiera se tiene consciencia de la existencia de estos seres, los comportamientos moralmente cuestionables de muchos de los personajes implicados ya están ahí. En los tomos anteriores podíamos aceptar que la inhumanidad de los humanos implicados se debía al espíritu de supervivencia por encima de cualquier norma de comportamiento, pero no existiendo esa amenaza en Meón o Carretera Dorada -no, al menos, al principio, y especialmente en la segunda- el mensaje que queda es más de que la maldad ya está ahí en el ser humano, que es un rasgo latente esperando a aflorar en cualquier momento. Un punto de vista un tanto misántropo que para los que hemos perdido la fe en la humanidad hace tiempo hace que, simultáneamente, se nos revuelvan las tripas y nos aflore una sonrisa de complicidad.