Sería hacer trampas datar la llegada de Conan a España en 1982. Antes, habían llegado varios volúmenes de cómics de Vértice y los relatos originales de Robert E. Howard de la mano de Bruguera. Sin embargo, si se puede datar en 1982 el inicio de Conan en España como fenómeno de masas. Obviamente, la película de John Millius fue el principal desencadenante, pero ese mismo año y coincidiendo con el quincuagésimo aniversario del nacimiento de nuestro cimmerio de mirada hosca y espada en mano, Planeta publicaba por primera vez La Espada Salvaje de Conan. Hoy cuando se celebran cuarenta años de aquello y noventa años de nuestro bárbaro geriátrico, llega Conan el Cimmerio marcando un nuevo hito.
Explicar en esta reseña qué partes son marcas registradas y cuáles pertenecen al dominio público se comería el espacio de la misma y más aún si nos metemos en cómo todo eso cambia en función de si lo enmarcamos en el ámbito americano o europeo. Lo que nos interesa es que desde 2018, la editorial francesa Glénat, se vio en la posibilidad de publicar Conan el Cimmerio y como parte de la celebración de su cuadragésimo cumpleaños, Planeta Cómic vuelve a tener a Conan — quien ha sido siempre buque insignia de la editorial — en su catálogo y recuperando el viejo sello de Comics Forum.
En Francia, Conan el Cimmerio ya tiene publicados trece tomos y varios más en preparación, lo que nos augura su continuidad a ambos lados de los Pirineos. Más allá del formato o las idiosincrasias estéticas y narrativas del cómic franco-belga más características que nos puedan venir a la cabeza, el Conan francés tiene una diferencia fundamental con su contrapartida americana y es que cada álbum adapta un relato concreto de Robert E. Howard con un equipo creativo distinto y sin seguir un orden cronológico.
Tal como explica nuestro querido Mario en el prólogo de la edición de Planeta, la secuencia cronológica de los relatos de Conan es un constructo ajeno a Robert E. Howard y si bien es la manera más habitual en que hemos podido seguir sus aventuras, esta falta de orden de algún modo es más fiel a la idea de Howard y mantiene perenne a Conan en un terreno mítico donde no hay construcción a largo plazo, donde no hay evolución. Este Conan roba, folla y mata y solo le preocupa el presente.
Haber elegido como historia de apertura La Reina de la Costa Negra podría considerarse toda una declaración de intenciones. Es en este relato donde nos es presentada Belit, quien será el gran amor de Conan. Inolvidables son las correrías que vivirían juntos en la versión de Marvel, pero hasta su más grande amor en esta saga de Conan el Cimmerio no dura más de 64 páginas. Este Conan no es una persona con sentimientos, presa de sus decisiones y sus consecuencias. Este Conan es un mito, una fuerza de la naturaleza que se opone a la civilización.
La reina de la costa negra, el relato aparecido por primera vez en Weird Tales en 1934, es ya un clásico, pero trataremos de hacer una pequeña sinopsis. Huyendo de ciertos problemas con la justicia, Conan terminará con sus huesos en una barcaza camino de Kush. Allí se toparán con el Tigresa, un legendario y temido navío pirata comandado por Belit, la apodada reina de la Costa Negra. Ambos se enamorarán y su leyenda juntos será aún más temible. A partir de aquí, nos iremos metiendo en una de esas tramas de monstruo más tesoro, que nunca pueden faltar en Conan.
Los elegidos para inaugurar esta serie son pesos pesados de la industria de la BD. Su guionista Jean-David Morvan comenzó a despuntar en los años 90 con aquel Nomad, que se vendía como el primer manga europeo y, desde entonces, nos ha dejado obras como Estela o colaboraciones con autores tan variopintos como Jung-Gi Kim, en Agencia Magnun; con Jiro taniguchi, en Mi año, o incluso rarezas como haber hecho Lobezno Saudade para Marvel.
Pierre Alary, por su parte, es conocido, entre otras obras, por Don Vega, Silas Corey o Belladona y destila esa magia en el movimiento y la caracterización tan característica de los dibujantes curtidos en animación. Completa el triunvirato el portugalujo Sedyas, también procedente de la animación y colorista desde hace ya más de una década, a quien hemos podido ver habitualmente acompañando a José Luis Munuera, ya sea en Fraternity, Sortilegios, Los Campbell, Bartleby o allá donde vaya, aunque de vez en cuando colabora con otros dibujantes como Teresa Valero o Julen Ribas.
Entre los tres nos dan un Conan que siendo aún una máquina de picar carne se aleja del look apisonadora a pecho descubierto de John Buscema, más ágil y elegante incluso en su embutido en su armadura. Es un Conan tal vez más cercano a la versión de Brian Wood y Becky Cloonan, pero con un hincapié mucho menor en lo personal, en favor de una aventura pura donde el movimiento y los escenarios tienen mucho más peso que las implicaciones personales con un Conan casi por encima del bien y del mal. Sin embargo, tal vez sea esta la historia de Conan donde el impacto emocional juega con más valor, ya que el giro final precisa que hayamos sentido antes la unión entre Conan y Belit. No obstante, los autores parecen tener muy claro que cuentan con solo 64 páginas y que además, dicho giro es en realidad un hecho muy conocido, tanto por la popularidad del relato, como por haber sido inmortalizado en la película de 1982 — aunque protagonizado por Valeria en lugar de por Belit.
De este modo, saben que las pinceladas justas serán suficientes para llevar este momento a buen puerto y parecen centrarse más en el hecho de que son ellos quienes inauguran la Era Hyboria en Glénat, con lo que la aventura y los exóticos parajes tienen que sentirse y respirarse como protagonistas.
Cada álbum será de un padre y una madre y probablemente poco tengan que ver los siguientes con este Conan el Cimmerio. La Reina de la Costa Negra, pero el camino está marcado para toda una saga Hyboria con sabor europeo.