En el año 2004 Cómics Forum publicó el tomo Capitán América: La Verdad. Una miniserie transgresora sobre el verdadero origen del abanderado de Marvel Comics, que en su momento hizo bastante ruido. El tiempo fue dejando poco a poco en el olvido esta magnífica historia, hasta que, gracias a la mediocre Falcon & Winter Solider de Disney +, Panini ha aprovechado para reeditarla 17 años después en cartoné y con su nombre ampliado: Rojo, Blanco y Negro.
La Verdad, la historia tras el mito
Capitán América: La Verdad es una miniserie de siete números publicada durante la etapa más fértil del reinado de Joe Quesada y Bill Jemas a comienzos de siglo. Fueron unos años en los que Marvel Comics dinamitó los cimientos de sus personajes, descubriendo el verdadero origen de muchos de sus héroes, como la relación divino totémica de Spider-Man con las arañas, el culebrón de época de Lobezno: Origen o el asesinato de Cassandra Nova a manos de su hermano Charles Xavier. Historias potentes pero mucho menos innovadoras que la que nos ocupa, pero que, sin embargo, han perdurado hasta nuestros días con mucha más vigencia.
La diferencia entre esas tramas y La Verdad es que esta ponía como protagonista a un soldado afroamericano como primer Capitán América. Tanto fue el revuelo, que cuando La casa de las ideas mostró el teaser, la que se lió fue buena y hubo protestas por todos los medios posibles. Esa cantidad de ruido demostró varias cosas: por un lado que Marvel iba por buen camino, por otro que contar esta historia era más necesario que nunca.
A modo de What If?, aunque la historia entra totalmente en continuidad, La Verdad narra las peripecias de un batallón de soldados negros que fueron sometidos por el gobierno y el ejército de los Estados Unidos a una serie de experimentos con la finalidad de conseguir el súper soldado definitivo para terminar con la Segunda Guerra Mundial. Dicho gobierno habría usado a este segmento de población como cobayas humanas, cuyas muertes eran una pérdida aceptable en pos de la victoria.
Para contar esta impactante historia, Quesada, Jemas y Alonso (editor de la serie) ficharon a un equipo creativo completamente afroamericano, formado por el escritor Robert Morales (tristemente fallecido a los 54 años) y el siempre genial Kyle Baker. Juntos se encargaron de dar a La Verdad ese aire de folletín pulp reivindicativo lleno de rabia, sentimiento e incluso algunos destellos de humor en los primeros compases de la miniserie.
Robert Morales crea una historia ágil, dinámica, entretenida, con dosis de suspense que se lee en un suspiro y te atrapa desde el primer momento. Morales tenía una gran habilidad para los diálogos repletos de mala leche y con bastante crítica al estamento social de Estados Unidos (recordemos que en ese país sigue habiendo un racismo imperante) y sobre todo el militar.
El guionista se apoya en sucesos como el estudio de Tuskegee (que usó a personas negras como conejillos de indias para dar con una cura para la sífilis) o la masacre del Verano Rojo de 1919. Con este marco realista, nos cuenta la historia de un puñado de soldados que se ven sometidos a un experimento mucho más parecido al programa Arma X que al programa Renacimiento (que dio sus poderes a Steve Rogers). Morales no ahorra tiempo a la hora de mostrar detalles escabrosos y turbios.
La Verdad pasa por todas las etapas vividas por Isaiah Bradley (el auténtico protagonista): desde el racismo que sufre en la sociedad americana que todavía no ha olvidado la Guerra de Secesión, su juventud, el reclutamiento, el entrenamiento, la experimentación, el conflicto o sus consecuencias. Cada número de esta miniserie tiene suficiente enjundia para hacer una teleserie sobre la misma.
Un tanto positivo a favor de La Verdad es que da la sensación de que Robert Morales tuvo una libertad creativa completa a la hora de mostrarse crítico con la visión idílica y patriótica que siempre se ha dado en la ficción de la participación de Estados Unidos en el segundo conflicto bélico que implicó a todo el globo (una visión a la que la propia Marvel colaboró durante años con el Sargento Furia o Los Invasores). Incluso va un paso más allá, llegando a comparar a los nazis con los americanos en lo referente a falta de escrúpulos y falta de respeto por los seres humanos que, según cada nación, eran distintos o inferiores.
No obstante, Morales coge tal velocidad de crucero durante la historia que el desenlace se me ha antojado un poco abrupto e incluso anticlimático por muy emotivo que sea, con esa estampa final de la que no vamos a decir nada más. Una pena porque, como hemos dicho, la premisa es potente y quizás se podría haber aprovechado un pelin más.
Me dejo para el final todos los elogios posibles para el artista Kyle Baker, con cuyo estilo, heredero de las mejores tiras cómicas, crea una atmósfera única para la historia. Posiblemente sin él el resultado habría sido otro. Baker es capaz de hacer personajes deformados, cercanos al cartoon y totalmente expresivos en apenas un par de trazos. Observar sus páginas detenidamente es algo casi catártico. Qué manera de manejar la narrativa según lo requiera el guion.
Por último, destacar que durante estos 17 años el personaje de Bradley fue bastante ignorado, más allá de su participación en la inédita en España The Crew de Christopher Priest, para luego ser rescatado por Allan Heinberg como un secundario en sus Jóvenes Vengadores.
Una pena. Hacen falta más personajes y miniseries como esta.