Podemos suponer a Alan Moore completamente horrorizado por lo que el mal entendimiento de su Watchmen había provocado en los años noventa en el mercado de los superhéroes. Por eso, puede verse en parte como propósito de enmienda la vuelta a los valores de la Golden y la Silver Age de títulos como Supreme o 1963. Con toda probabilidad fuera allí donde decidió ir a los precedentes para concebir la línea America´s Best Comics y devolver al mainstream toda la magia que había previa al nacimiento de Superman, con creaciones como La Liga de los Extraordinarios Caballeros, Tom Strong, Promethea, Top Ten o este Camisa Gris.
Para ser justos, en realidad no podemos poner a Camisa Gris al nivel de los otros cuatro, que eran cabeza de cartel con sus propios títulos. Camisa gris compartía espacio con otros personajes como el extravagante niño inventor, Jack B. Quick; la sensual Cobweb; First American o, poco más tarde, Splash Brannigan. Bajo la cabecera antológica Tomorrow Stories, en cada entrega, cada personaje tenía una breve historia de 8 páginas, un formato que le venía particularmente bien a Camisa Gris.
Camisa Gris también bebe de La Sombra, pero fundamentalmente la inspiración viene de The Spirit, del maestro Will Eisner. Con eso en cuenta, Alan Moore y Rick Veitch aprovechan el formato contenido para plantear cada historia como un juego distinto, con sus propias normas narrativas, que tiene en común la presencia — a menudo testimonial — de Camisa Gris y una cierta moraleja. Y es que como con Spirit, la presencia de Camisa Gris es a menudo un mcGuffin y se aprovecha mucho más todo lo que rodea al propio personaje, toda los ingredientes de la atmósfera criminal pulp de Indigo City y lo que todo ello evoca de historias pretéritas.
Así, en la primera mitad de este tomo de Camisa Gris, así como en las dos historias finales que hacen de broche, Alan Moore y Rick Veitch nos lanzan una serie de pequeñas locuras. Desde historias que se leen en vertical y horizontal en 4 tiempos, paradojas temporales en viñetas engranaje, historias resueltas por completo en bocadillos de pensamiento, capítulos en plano fijo desde un coche, un tebeo-abecedario de homenaje al maestro Eisner o hasta un musical son algunas de las cosas que nos encontraremos; toda una serie de pequeñas locuras resueltas con mimo e ingenio para las que este personaje se presta a la perfección.
Pero entonces llegamos a la segunda parte del cómic y las cosas cambian. En lugar de las historias cortas tenemos una miniserie al uso titulada Greyshirt: Indigo Sunset, lo cual puede hacer peligrar lo que habíamos visto hasta ahora y para colmo perdemos a Alan Moore. Por fortuna, todo esto ya lo tiene en cuenta Rick Veitch, perro viejo y experimentado en esto de suceder al barbas, y consigue alcanzar su propio tono sin contravenir ni una sola de la normas que había planteadas con anterioridad. Indigo Sunset es una precuela que nos viene a contar el origen de Camisa Gris y, si bien cada grapa se continúa una de otra, funciona de manera autónoma cada una, ya que hay un salto de varios años entre cada número. La historia comienza por la infancia de Franky Lafayette y Johnny Apollo, dos pequeños granujas que irán ascendiendo en los bajos fondos de Indigo City, hasta llegar al momento del nacimiento de Camisa Gris y su mayor villano, vinculado con el misterio que se oculta en las profundidades de la ciudad.
De acuerdo, mediante el recurso de la elipsis temporal, hemos salvado el escollo que podría suponer una serie larga, pero aún son 24 páginas por grapa para un personaje creado para historias de 8. Aquí viene la segunda treta maestra de Veitch y fijaos bien, porque es una genialidad. En cada número de Greyshirt: Indigo Sunset la primera página hace de presentación, a la vez que cuenta una historia en conjunción con la página inicial del resto de entregas. Después, tendremos la historia central de un máximo de 16 páginas y justo tras ella, otra historia más corta, más al estilo de Tomorrow Stories, que aumenta el marco de Indigo City, a la vez que aporta detalles que alimentan la trama central. Además para esas historias, Veitch se trae a nombres del calado de David Lloyd, Russ Heath o John Severin. Para terminar y a modo de extra, tenemos una serie de extractos de periódico — con tiras cómicas incluidas — al más puro estilo del cocreador barbudo de Camisa Gris. Aunque la rotulación española aguanta más o menos el tipo, es inevitable perder parte de la genialidad de la rotulación de Todd Klein y, aunque solo sea por curiosidad os recomendaría echar un vistazo a la versión original para saber por qué, en estas cuestiones, Klein es el mejor sin discusión.
Siguen en Camisa Gris, aun sin Moore, los juegos metaficcionales, los malabares narrativos o incluso los cameos de otros personajes de America’s Best Comics, pero con la entrada a la autoría completa de Veitch, la serie se vuelve más bestia. Quien haya seguido antes a Veitch en otras de sus obras, sobre todo en su obra como autor completo fuera de las majors — como, por ejemplo, la trilogía formada por El Uno, Niñatos y El Maximortal — ya sabéis cómo se las gasta con la violencia e incluso el sexo, el gran tabú en los tebeos yankis. Lo curioso de Camisa Gris es el contraste que ofrece jugar con los códigos y convenciones de cómics de una época más inocente mientras se nos están mostrando escenas de una sordidez y complejidad completamente ajenas al envoltorio con el que adornan el tebeo. Todo esto termina por generar una sensación que es a la vez lúdica y profundamente inquietante.
Evidentemente, Camisa Gris no ha tenido la repercusión de compañeras de sello como Promethea o Tom Strong, pero ciertamente es una obra llena de pequeñas de genialidades que estudiar y es, con toda probabilidad, la mejor de las cabeceras salidas de Tomorrow Stories.
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