Cuando la editorial es la propietaria de los personajes protagonistas de un cómic, ejerce una notable presión sobre los autores para que la publicación esté regularmente en los puntos de venta, por encima de otras consideraciones artísticas. Y si hay que recurrir a artistas invitados, se hace, aunque haya que meter más de treinta dibujantes en tres años, como ocurrió en el Spiderman de Nick Spencer. Pero cuando los autores son propietarios de su creación, el ritmo de publicación se adapta al que los artistas necesitan. Eso hace que en series como Monstress salgan habitualmente seis veces al año. Pero Marjorie Liu y Sana Takeda tienen una compenetración tal que están sacando una serie paralela, The Night Eaters.

No es una serie abierta o planificada a muy largo plazo: The Night Eaters está planteada como una trilogía cerrada de tres tomos con periodicidad anual. Pero este tomo tiene 272 páginas, que comparado con las 24 páginas que tiene de media un número de Monstress, añadidos a los siete números que han visto de la multipremiada serie en 2023, es como si Liu y Takeda hubieran publicado nada menos que dieciocho números a lo largo del pasado año. Y no bajan el nivel respecto a sus trabajos habituales pese a su extensa producción.

The Night Eaters comenzó como una serie aparentemente realista, protagonizada por dos mellizos americanos de padres asiáticos, en la que sobre una historia que parece ir sobre raíces y relaciones paterno-filiales va entrando poco a poco el terror sobrenatural, hasta el punto en el que los protagonistas, Billy y Milly, se enteran de que no son totalmente humanos.

De la misma forma que ocurre en Monstress, The Night Eaters va creciendo y ampliando el campo según nos vamos metiendo en la historia. La problemática de la falta de integración de los inmigrantes de segunda generación sigue siendo uno de los ejes de la historia, por supuesto. Billy y Milly son racialmente asiáticos, pero se han criado en América. La comunicación con sus padres no es que sea precisamente fácil: a la brecha generacional se une otra cultural. Y desde luego no ayuda que, al final del primer tomo, La que devora la noche, se enteraran de que son en parte demonios. Vamos, la típica familia disfuncional con secretos incómodos, pero con poderes demoníacos.

En Sus pequeñas parcas seguimos a los protagonistas a un mundo totalmente nuevo para ellos. Si ya se sentían un poco en mitad de ninguna parte por sus orígenes, el haber descubierto que no son del todo humanos aumenta esa sensación. Pero nadie les explica quiénes son ni cómo es ese nuevo mundo y esa nueva sociedad a la que pertencen. En esta nueva entrega tendremos a nuestros demonios de la Generación Z buscando respuestas, y encontrando familiares extraños, sectas de seres sobrenaturales, muñecas poseídas y la certeza, no ya la sospecha, de que no todo es lo que parece.

Este segundo tomo de The Night Eaters, aunque mantiene un espíritu muy similar a la primera entrega, es mucho más oscura. El componente sobrenatural ya es una certeza absoluta, y la parte humorística, muy visible en el anterior libro, tiene aquí una presencia testimonial. Ocurre lo mismo: el dibujo de Takeda se mantiene en el mismo estilo, pero tiene un punto más inquietante aquí, llegando incluso a lanzarse de cabeza al terror explícito en algunos momentos.

Al estar publicada directamente en tomos, quizás perdemos la perspectiva de la extensión de The Night Eaters. El volumen de páginas de esta serie equivale a un total de 25-30 comic books, con lo que podemos estar seguros de que es una historia extensa y bien desarrollada. Y si el primero nos gustó, el segundo no se queda atrás, aunque haya dado un giro oscuro que, por otro lado, no es del todo inesperado. La única pega es que ahora tenemos que esperar casi un año para poder leer la conclusión de la historia.