Batman: Son of the Demon es una de las mejores historias de Batman jamás publicadas. Sin embargo, diversas circunstancias han mantenido a esta gran obra a la sombra de otros clásicos del personaje.
A finales de los 80, con el personaje de Batman de nuevo en primera línea gracias a la renovación llevada a cabo por Frank Miller (Dark Night, Año Uno), tuvo lugar un suceso de proporciones cósmicas que hizo que las ventas de la colección alcanzaran números nunca vistos: el anuncio del proyecto de la película de Batman de Tim Burton desató la Batmania, o mejor dicho, segunda Batmania, ya que la primera fue con la serie de los 60. Cualquiera que tenga más de veinticinco años recordará con una mezcla de nostalgia y horror la llegada a este país, por primera vez en nuestra historia, del fenómeno del merchandising, en la forma de millones de inútiles objetos cubiertos con el emblema del murciélago, y por supuesto, cómics.
En esta época (1987-1989), el Batman post-Crisis vivió una edad de oro, gracias a la proliferación de obras de calidad de la mano de grandes autores, muchos de ellos veteranos del personaje: Las Diez Noches de la Bestia y Una Muerte en la Familia de Jim Starlin y Jim Aparo; The Cult también de Starlin y Bernie Wrightson; La Broma Asesina de Alan Moore y Brian Bolland; Justicia Ciega de Dennis O’Neill y Denis Cowan; Año Uno por Miller y David Mazzucheli; Año Dos por Mike W. Barr, Alan Davis y Todd MacFarlane (Ugh)…
La gran mayoría de este material se viene reeditando desde entonces de forma habitual, gracias al creciente prestigio de sus autores y el auge del tomo (millones de Millers y Moores, en todos los tamaños y colores cubriendo estanterías, desde nuestra tienda favorita al Corte Inglés). Sin embargo, Son of the Demon no ha tenido la misma suerte, quizá en parte por el relativo anonimato de sus dos autores: Mike W. Barr y Jerry Bingham.
Mike W.Barr, generalmente asociado a Batman, es recordado sobre todo por su maxiserie Camelot 3000, junto a Brian Bolland. Anteriormente había trabajado esporádicamente en diversos títulos de Marvel y DC (Green Lantern), donde tomo contacto por primera vez con Batman. Al mismo tiempo que guionizaba Camelot 3000, se hizo cargo de la última etapa de The Brave and the Bold. Tras el cierre de esta colección, sus autores (Barr y Jim Aparo) crearon la serie ”Batman and the Outsiders”, y más tarde se ocupo de los primeros números post-Crisis de Detective Comics junto a Alan Davis, concluyendo con “Año Dos”.
La carrera de Jerry Bingham en los cómics fue aún más breve. Sus primeros y escasos trabajos para Marvel (Marvel Two in One, Black Panther) han caído totalmente en el olvido. A mediados de los ochenta realizó varios encargos menores para DC, de entre los que destacan las portadas para la reedición de la saga de Ras Al´Ghul de O’Neill y Adams, siendo Son of the Demon, prácticamente su último trabajo en los cómics, su mejor y más recordado trabajo.
Son of the Demon cuenta con todos los ingredientes necesarios para convertirse en una de las mejores historias de Batman de todos los tiempos. Si Dark Knight es una especie de deconstrucción postmoderna casi paródica del personaje, The Killing Joke una fábula y Año uno explora la faceta menos superheroica del personaje, Son of the Demon es un Batman arquetípico, clásico pero dotado de todas las características que se le atribuyen hoy en día (oscuro, violento, obsesionado), con una historia que empieza con un cadáver y un misterio, recordándonos que se trata del mejor detective del mundo, en la que no puede faltar un supervillano megalómano.
El argumento explota la relación entre Batman y su némesis Ras Al’Ghul, con quien se ve obligado a colaborar a petición de su hija, Thalia Al’Ghul. Un antiguo protegido de Ras y miembro de su organización, Quayin, ha formado un grupo terrorista (cuya pista sigue Batman al comienzo de la historia) que planea hacerse con el control de un satélite de control meteorológico (de los que provocan huracanes, no de los que nos dicen si va a llover). Tras ser diagnosticado de cáncer terminal, Qayin intenta hacerse con el “Pozo de Lázaro” que permite resucitar a Ras Al’Ghul. Su fracaso le lleva a hacerse con el control del satélite y emplearlo para tratar de desatar la tercera guerra mundial, en un intento de llevarse al mundo consigo.
Durante la historia, Batman y la hija de su ex-enemigo conciben un hijo, lo que en un principio parece llenar de alegría a los tres, vislumbrándose el fin de la enemistad Batma-Al’Ghul. Sin embargo, al conocer la noticia de su posible paternidad, Batman parece perder interés en perseguir a Quayin: su fijación por combatir el crimen se transforma repentinamente en una obsesión por la seguridad de su futuro hijo y, aparentemente, por la suya propia: por primera vez en su vida Batman se preocupa por su propia muerte, ya que le aterra la posibilidad de que su hijo se convierta, como el mismo, en un huérfano. Ante la posibilidad de que Bruce Wayne renuncie a ser Batman, Thalia finge perder a su hijo durante un ataque de Quayin, lo que consigue el doble objetivo de devolver a Batman a su estado habitual, y más decidido que nunca a acabar con su nuevo enemigo.
En el epílogo de la historia (nueve meses después, por si quedaban dudas), vemos a una pareja adoptar a un niño que claramente es el hijo de Batman. Este hecho provocó que durante muchos años se discutiera si esta historia quedaba dentro de la continuidad oficial de Batman. Tras la aparición de la línea “Elseworlds”(otros mundos) en la que se publicaban historias fuera de continuidad (que sin tener recurrir a la excusa pre-Crisis de tierras alternativas), se decidió que esta historia quedara englobada en ella. Sin embargo, Grant Morrison, gran seguidor de Son of the Demon, decidió recuperar este argumento con la presentación de Damian Wayne.
- ¿Batman un hijo? Si, ya…
Volviendo al estilo de la historia, el dibujo de Jerry Bingham es lo más parecido a Neal Adams que se ha visto en Batman a día de hoy, con un nivel de realismo que supera todos los anteriores trabajos de Bingham. No solo dibuja como Adams, sino que hereda su gusto por hacer un Batman oscuro, entre sombras, que no sonríe una sola vez en más de sesenta páginas. La primera escena del cómic, en la que Batman rescata a unos rehenes en una fábrica abandonada, es ejemplar, totalmente cinematográfica, con el Batman que el lector de los ochenta esperaba: los terroristas empiezan a caer uno a uno, hasta que en medio del humo cunde el pánico entre ellos. El último en pie amenaza con matar a los rehenes, momento en el que Batman sale de entre las sombras (no le hemos visto aún en una sola viñeta, a pesar de que ha tumbado a veinte tíos).
El terrorista pierde los nervios (¿y quién no?) y dispara a Batman, que está parado delante de unos barriles de residuos tóxicos que salpican al terrorista al ser agujereados, derritiéndole al más puro estilo Robocop. Mientras que el Batman de épocas anteriores habría dicho algo tipo “loco, no lo hagas” o un simple “¡cuidado!”, este se limita a mirar el estropicio con cara de “se ha hecho justicia”, al estilo de “El Espectro” de Jim Aparo…El Batman de Mike Barr es definitivamente más duro y violento que sus predecesores, como ya se vio en algunos episodios de los Outsiders. A diferencia del Batman de Frank Miller, no tenemos (ridículos) monólogos interiores tipo “les enseñare el dolor” o el famoso “esto es una mesa de operaciones y yo soy el cirujano” mientras enseña los dientes: el Batman de Barr y Bingham manda a los malos al hospital sin una sola línea de texto, de forma fría y quirúrgica (no suele golpear dos veces a la misma persona), dejando las frases lapidarias para el final.
El resto del cómic transcurre a imagen y semejanza de una película de James Bond, con generales ex soviéticos malísimos robando satélites y bases secretas escondidas en montañas, llenas de esbirros uniformados dispuestos a ser masacrados a docenas. Esto le da un rollo peliculero, aunque alejado de las adaptaciones que hemos visto (estaríamos hablando del Batman de John McTiernan en vez de Burton o Nolan). De hecho, echándole un poco de imaginación, recuerda a los Ultimates (el dibujo es de escuela Neal Adams, hay algun intento de hacer algo «widescreen», muchos tiros, un protagonista más bestia de lo habitual).
En definitiva, es un cómic totalmente redondo, magistralmente escrito y dibujado, con una historia autoconclusiva e independiente y lo más importante, es tremendamente entretenido. Podríamos decir eso de que “si solo pudieras comprarte un cómic de Batman, que sea este”, si no fuera por la fuerte competencia (desde luego, es el más accesible de todos). Es una lástima que ni Barr ni Bingham continuaran su trabajo en Batman (o en otra serie), porque posiblemente estaríamos hablando a día de hoy de uno de los mejores equipos creativos del personaje.
*En España, Zinco publicó la edición en tapa dura (o novela gráfica, como decíamos antes) en 1988. Actualmente se puede encontrar la reedición de Planeta en “La saga de Ras Al’Ghul “ número 3.