La editorial Moztros ha publicado la serie completa de Image Siete hijos en un tomo único. Una historia ambientada ambientada en un pasado distópico que mezcla juegos de poder, fanatismos religiosos y falsos profetas en una interesante serie cuya mejor característica es su bien calculada extensión. Con un dibujo muy atmosférico, nos plantea una historia en la que se mezclan saltos adelante y atrás en el tiempo con una dosificación milimetrada de la información, lo cual impulsa a seguir leyendo para despejar las numerosas dudas que surgen una vez planteada la premisa inicial de la serie.

Estamos en 1998, en una sociedad en la que 21 años antes nacieron siete hombres idénticos de siete madres vírgenes en diferentes partes del mundo. Nicolaus Balaak hizo un escrito en el que predecía la llegada de un nuevo mesías y la sociedad se fue entregando poco a poco a la profecía durante todos esos años. Pero un grupo fundamentalista se propone asesinar a los siete hijos y, por si fuera poco, algunos de los hijos comienzan a cuestionarse qué se esconde detrás de su existencia y de lo que espera de ellos la gente.

Robert y Windom y Kelvin Mao escriben esta ambiciosa historia, sin experiencia en el mundo del cómic. Windom ha trabajado como actor y productor, mientras que Mao es conocido por ser el director del documental (producido por Windom) sobre el creador de Rocketeer, Dave Stevens, y por ser uno de los mayores coleccionistas de originales (más de 500…) que hay en EE.UU. Se les nota la inexperiencia y el exceso de ambición, con una trama que tardas un poco en ir comprendiendo, pero es de aplaudir su valentía y lo osado de su guion, y más para ser un primer trabajo.

La historia está ambientada en una línea alternativa en la que Las Vegas se llama en 1998 Nueva Canaán, y está entregada, tanto en arquitectura como en la propia sociedad a la llegada prometida de ese nuevo Mesías, una sociedad militarizada y preparada para defender a sus milagrosos siete hijos de los ataques enemigos. Los guionistas juegan con saltos adelante y atrás en la historia para irnos revelando información sobre los hijos e incluso abren la serie con la aparición de un misterioso individuo por unas calles repletas de fieles entregados a su Mesías.La revelación de detalles y misterios resultará fundamental, aunque como decía, por lo complejo de todos los detalles de esta sociedad, puede resultar algo confusa en los primeros compases de la historia. El hecho de tener toda la historia en un tomo ayuda, sin duda, a su disfrute.

El dibujo es obra de Jae Lee, un dibujante con un estilo muy particular y del cual tengo que reconocer que no me gusta demasiado. Pero igualmente he de decir que para esta obra su estilo funciona especialmente bien, porque es capaz de dotar a Nueva Canaán de esa grandiosidad, suciedad y extrañeza a partes iguales. Utiliza continuamente una rejilla repleta de pequeñas viñetas detalle o un diseño en cristal roto que transfiere a la narrativa esa sensación de videoclip con insertos continuos, un ritmo vertiginoso y confuso, siendo este último calificativo algo planificado, en pos de la historia. June Chung apuesta por un color en paletas más bien monocromáticas entre las que predominan los tonos azulados que transmiten frialdad, serenidad y melancolía.

En definitiva, estamos ante una obra interesante, autocontenida y que comienza en un punto lleno de incógnitas que ir resolviendo poco a poco. Gracias a una atmósfera asfixiante y secretos que se van revelando con cuentagotas, Siete hijos es una de esas obras por las que merece la pena apostar, sabiendo que la historia comienza y acaba. Una propuesta diferente, con algunos defectos debidos a la inexperiencia de sus guionistas, que no desmerecen para nada la experiencia final y que además se ven compensados por la veteranía de Jae Lee en el dibujo. La edición es en cartoné, con un papel estucado de buena calidad, y el tomo incluye todas las portadas alternativas a modo de extra.

Lo mejor: La construcción de atmósfera. La dosificación a la hora de como despeja las incógnitas.

Lo peor: Cuesta un poco entrar en la historia, por la cantidad de detalles que tiene, que luego quedan resueltos.