La historia que vamos a comentar hoy posee una trayectoria muy particular. Antes de entrar en harina, en la del tebeo, es necesario mencionar que Neverwhere nació inicialmente como un guion para televisión. Dicho libreto estaba firmado por Neil Gaiman y se extendía a lo largo de los seis episodios que duró la correspondiente serie para la BBC estrenada en 1996. Con posterioridad a dicha serie se publicó el libro, también escrito por un joven Gaiman (y digo joven porque ¡oh, cielos! por aquel entonces el autor de Portchester tenía mi edad actual) Neverwhere, la novela, era su segunda incursión en solitario en el terreno de la literatura fantástica, y aún hoy en día puede decirse que una de sus mejores aportaciones… Y casi hemos llegado al final, ya decíamos que esta historia ha tenido una vida muy ajetreada en diversas encarnaciones. En 2005, Mike Carey y Glenn Fabry entregan su propia adaptación al cómic, con todo lo que eso conlleva. Y es del éxito (o no) de esa empresa de lo que vamos a hablar ahora.
Guion: Mike Carey
Dibujo: Glenn Fabry
Contiene: núms. 1 a 9 USA.
Editorial: ECC Ediciones
Formato: Cartoné, 224 págs. A color.
Precio: 22,00 €
Si habéis podido echar un ojo a la serie de la BBC quizá hayáis perdido el interés por el relato que hoy nos traemos entre manos. Eso en el mejor de los casos, cuando no hayáis salido despavoridos intentando borrar esas imágenes de vuestra memoria. Hay que decir que, al margen del interés de la propia historia, la serie del 96 se hace muy dura de digerir a día de hoy. La fotografía, la puesta en escena y –especialmente sangrante– las interpretaciones son verdaderamente difíciles de mirar. De hecho, Carey y Fabry descartan totalmente lo visto en la pequeña pantalla para recrear una personal imaginería visual de Neverwhere. Primer punto para ellos.
Obviamente, los senderos del cómic se van a alejar en muchos puntos de los de la novela, en algunos casos por motivos puramente estructurales, y en otros por una cuestión de economía de la cantidad de información. Como el mismo Carey explica en la intro del tomo de ECC, la narración omnisciente es sustituida en este caso por una narración en primera persona del protagonista de la historia, Richard Mayhew. Carey afirma en dichas líneas que, aunque en el mundo de la literatura la narración tradicional en tercera persona está completamente aceptada, resulta que desde los años 80 en los USA no tragan con la misma receta para los tebeos. Y no le falta razón.
El caso es que salvo por algún personaje que no aparece y por la concreción en ciertos detalles importantes para el libro, la historia de Neverwhere (el cómic) es bastante fiel a lo visto en negro sobre blanco. Richard Mayhew es un oficinista torpe y pusilánime, el típico ratón de escritorio de la city que tanto les gusta a los americanos mostrarnos en sus pelis, pero esta vez en versión londinense. Su vida dará el típico giro de 360 grados cuando decide ayudar a una estrafalaria habitante del Londres de abajo en apuros. La muchacha se llama Lady Puerta, y guiará a Richard a través de una y mil aventuras a través del secreto submundo mágico debajo de la gran ciudad.
Como ocurre en muchos otros productos de este estilo (digamos en Harry Potter o en la segunda entrega de las pelis de Hellboy, por poner dos ejemplos recientes) el Londres de abajo es una ciudad escondida detrás de la ciudad a plena vista. En Neverwhere la realidad mágica convive con la cotidianeidad más prosaica sin que ninguno nos demos cuenta. El Londres de abajo es un mundo de magia y fantasía que se extiende por galerías olvidadas, estaciones de metro abandonadas, laberintos ocultos y puertas secretas. Tal inframundo está habitado por seres de todo tipo, con sus propios códigos de conducta y una particular organización política basada en los feudos. Como en cualquier historia de aventuras que se precie, en sus viajes a través de este submundo nuestros protagonistas se cruzarán con una buena muestra de figuras que representan esta diversidad de la que hablamos: personajes estrambóticos con motivaciones diversas, seres mágicos más o menos originales, asesinos despiadados y de suficiente carisma, los inevitables monstruos gigantes…
Uno de los puntos fuertes de la historia es el carisma de los actores, ya sean protagonistas o secundarios. Richard Mayhew cumple el papel de Dosflores en las novelas de Terry Pratchett como personaje desubicado, aunque en este caso con menos humor británico y más color gris de trabajador alienado yanqui, a lo Wesley en Wanted, por decir uno. Richard funciona además como vehículo de presentación del mundo fantástico que encierra el tebeo. A través de sus ojos (y con su misma fascinación) el lector va descubriendo las maravillas del Londres de abajo; haciendo mayor hincapié en esto incluso en el tebeo que en la novela, ya que los textos de apoyo contienen las palabras de su “diario”. La protagonista femenina, Lady Puerta, es casi el macguffin de la historia, suficientemente interesante con ese poder de abrir puertas entre lugares desconectados espacialmente, pero sin demasiada chicha para comentar. No obstante, su compañero de andanzas, el Marqués de Carabás, un aristócrata aventurero de personalidad irresistible, es seguramente el personaje más potente de la historia. Por su parte, los villanos cumplen sobradamente. Limitándonos a Croup y Vandemar (por no entrar en spoilers) se puede decir que tal dupla es tan maligna y amenazadora como podríamos esperar de una historia cimentada en un relato de Neil Gaiman. Uno de los mejores escritores de villanos en mi opinión.
La trama principal se reduce, en su esencia más pura, a la clásica historia de venganza. Otra más. Casi como en el 90% de las historias de los últimos tiempos en cualquiera de los medios de comunicación más populares. Decíamos el otro día, un poco de coña, permítanme, que hasta las comedias románticas de hoy día son historias de venganza. En este caso, además, la trama en cuestión se resuelve a golpe de Deus Ex Machina (como uno de los personajes llega a mencionar) y ayudándose de planes subyacentes que se van desvelando un poco metidos con calzador. Sensación final de atropello debida en parte, muy posiblemente, a las prisas de la narrativa gráfica. En todo caso lo que importa en este caso no es el argumento, sino el mundo mágico y fascinante que se despliega ante nuestros ojos, por lo que detalles como estos no entorpecen el disfrute (diría, incluso, que es fácil que pasen inadvertidos para el lector que no esté pensando en lo que va a escribir a continuación sobre el tebeo).
Respecto al arte, hay que destacar que gran parte de la responsabilidad en la sensación de maravilla que desprende el tebeo la tiene Glenn Fabry. El dibujante británico se desenvuelve como nadie en este tipo de entornos. Mejor portadista que narrador, los dibujos de Fabry son quizá un tanto estáticos, y tampoco particularmente bellos sin esa capa de pintura que aplica en sus maravillosas portadas (también en este caso). Pero la imaginería, la puesta en escena y el detalle en los escenarios son magníficos y se adaptan a la perfección al tipo de relato, potenciando sus puntos fuertes al aportar una variedad enorme de personajes, escenarios y situaciones.
Para terminar, Neverwhere es un tebeo quizá innecesario para el conocedor de la obra, que no aporta nada nuevo al original, pero que en sí mismo funciona a la perfección. Recomendable si quieres volver a disfrutar de las mágicas aventuras por el Londres de abajo, y casi imprescindible para desconocedores de la novela de Neil Gaiman.
PD: ¡Ah! Y casi se me olvida recomendar los radio dramas de la BBC. El reparto es de auténtico lujo: Benedict Cumberbatch, Christopher Lee, James McAvoy y Natalie Dormer entre otros. No son difíciles de encontrar. Imprescindible para los que se manejen en el idioma de la pérfida Albión.