Es la hora de las tortas!!!

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Reseña: Miracleman Tomos 1 al 3

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Alan Moore, Garry Leach, Alan Davis, Chuck Austen, John Ridgway, Rick Veitch,John Totleben y varios
Panini Comics
2015

Los tres tomos de Miracleman que Panini lleva publicados hasta el momento conforman la etapa completa de Alan Moore como guionista. Estamos sin duda ante una gran historia a la altura de los grandes clásicos de los años 80, pero ésta si cabe nos llega como una historia de una dimensión aún mayor de la que le podría dar su propia calidad y es debido al contexto que ha venido a rodearla.

Esta historia se publicó originalmente en la revista Warrior británica, pero no se terminó hasta que la editorial norteamericana Eclipse se hizo con los derechos del personaje. Ya entonces comenzó esa polémica que rodearía a esta obra toda su vida, puesto que el nombre original del personaje era Marvelman, pero debido a presiones de Marvel comics hubo que cambiarlo. Este fue uno de los hechos que provocó la enemistad de Moore con la Casa de las Ideas, que ha desembocado en que en la edición actual ni siquiera pueda ser nombrado y aparezca acreditado como ‘el guionista original’.

Desgraciadamente, el nivel medio de las obras de Eclipse Comics no llegaba a la excelencia de Miracleman, lo que sumado otra serie de devenires, provocó su quiebra en 1994. Sería ese momento el que aprovecharía ese astuto negociante llamado Todd Mcfarlane para hacerse con los derechos. A partir de ahí entraría en la ecuación Neil Gaiman y el terreno legal se complicaría hasta hechos tan largos y complejos que son más propios de un reportaje completo que de esta reseña. El hecho es que hasta que Marvel (quién lo iba a decir) se terminó haciendo con los derechos, esta obra era prácticamente imposible de conseguir y las antiguas grapas que en su día publicó Planeta estaban a precios desorbitados. En Estados Unidos la situación era similar, lo que ha derivado en que cuando por fin esta historia ha sido reeditada, lo haya hecho en una nueva edición de lujo a la altura de la expectación generada, con montones de extras y un recoloreado de Steve Oliffe.

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Y es en este punto en que abordamos el último apartado previo antes de centrarnos en el propio contenido del comic, ya que los extras de estos tres tomos han sido motivo de una encendida polémica por parte de los aficionados. En el primer tomo los extras ocupan poco más del 30%. En el segundo ya nos acercamos al 50% del tomo y en el tercero los extras ocupan más del 55%. El encarecimiento de cada tomo por unos contenidos extra que en muchos casos no aportan gran cosa han suscitado más de un cabreo, pero la situación en la que se ha visto Panini ha sido complicada cuanto menos. Al fin y al cabo, lo que ellos han publicado ha sido lo mismo que marvel ha sacado en su edición en los USA. No quiero excusar su decisión, pero de haber omitido los extras, las voces de los más puristas no se habrían hecho esperar.

Arrancamos entonces con la historia y nos encontramos una especie de Superman o Capitán Marvel en versión británica. de hecho la historia arranca con una de las historias originales del creador de Marvelman, Mick Anglo, de 1956. Una historia repleta repleta del más loco y naíf retrofuturismo que se antoja un pie perfecto para lo que Alan Moore y Garry Leach nos quieren contar.

Saltamos entonces a 1982 para conocer a Mike Moran un periodista freelance de clase obrera que trabaja para el Daily Bugle (que ya existía en las historias de Mick Anglo antes de que apareciera en Marvel). Cuando se encuentra como rehén de un grupo terrorista pronuncia accidentalmente la palabra ‘kimota’, que lo convertirá en un superhombre. A partir de ahí comenzará la deconstrucción del superhéroe por parte de Alan moore en un viaje a sus orígenes. Pese a que los británicos también leen superhéroes americanos, en su imaginario colectivo pesa mucho más la ciencia ficción, lo que propicia una visión del superhéroe como no se había visto hasta entonces, años antes de Watchmen.

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Mediante una trama de conspiraciones irá explicando cada historia narrada en los 50 y los 60 por ridícula que fuera, de forma que todo encaje, con un tratamiento del superhéroe adulto, realista sin ninguna concesión a la corrección política y con tintes ultraviolentos, que serían el primer ladrillo de obras que vendrían muchos años después como The Authority.

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Pese a que el estilo narrativo típico de los años 80 con textos de mucha densidad está presente en toda la obra, la historia no ha envejecido ni un año y leída hoy día no cabe ninguna duda en que se adelantó a su tiempo.

En la parte gráfica, al inicio sombrío y apegado a la realidad de Garry Leach, le sucede un Alan Davis, que pese a ser aún primerizo, ya hacía gala de las artes que le pondrían en primera línea

Una vez presentada y encajada la mitología del héroe, pasaremos con el tomo 2 a la génesis del villano. Se mantiene el tono de la historia, se dan nuevas claves y Moore deja caer algunas que otra perla, pero es inevitable que haya un pequeño parón narrativo tras la explosión conceptual del primer tomo.

Coincide este segundo volumen con el paso de la historia de la revista Warrior a su propia cabecer en la editorial Eclipse. Algunas de las consecuencias de este paso serían la inclusión de nuevos dibujantes como Chuck Austen, John Ridgway y Rick Veitch. También da la sensación de que Alan Moore quisiera terminar una historia que dejó inacabada para poder pasar rápidamente a otra totalmente distinta que tenía en la cabeza y es que con la llegada de Rick Veitch la serie da un giro para sentar las bases de lo que se desataría en el tercer tomo.

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La historia del tercer tomo se cuenta en modo flashback y con un tono poético, una danza narrativa similar a la que habría hecho tan sólo unos meses antes con el Doctor Manhattan en Watchmen o en el viaje espacial de la Cosa del pantano o a lo que haría años más tarde en Promethea. Nadie más indicado para plasmarlo que el virtuoso y abigarrado John Totleben.

Desde un Londres utópico en 1987 saltaremos al pasado para mostrarnos como Miracleman se erige como algo mucho más allá de lo humano, llevando su reflexión del superhombre hacia la divinidad. Quizá nos venga a la cabeza al hilo de esto el papel del Dr. Manhattan en Watchmen, pero donde este era un dios ajeno y desapegado de la humanidad, Miracleman es un dios entre hombres, un Gran Hermano que los vigila y escucha sus plegarias.

En la creación de un nuevo panteón explorará al resto de personajes y, pese a que el objetivo de la historia se va desligando cada vez más del concepto clásico de superhéroe, Moore no puede reprimirse alusiones a los dictados de Frederick Wertham en el pasado repleto de mordazas y cuerdas de Miraclewoman, en el del villano Young Nastyman, desquiciado por los abusos sexuales sufridos o en la homosexualidad reprimida de Young Miracleman

No obstante no es ese el eje de nuestra historia ahora. Moore se encargará de dejarlo claro con una muerte simbólica de Mike Moran para consolidar a Miracleman como ser divino y el resurgimiento de Kid Miracleman con el Adversario para desatar el Armagedón final con una crudeza y un desdén hacia los seres humanos en los que Alan Moore no hace ni la más mínima concesión a la corrección política y con un final de una macabra y retorcida belleza donde John Totleben sobrepasa el calificativo de espectacular.

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De las cenizas de este infierno se iniciará una nueva era de dioses, una dictadura divina, que terminará con el dinero y las desigualdades sociales, con el crimen e incluso con la muerte, en incluso con la propia humanidad planteando la posibilidad de una sociedad de dioses tan utópica que que es inevitable hacerse preguntas. Nos deja así en lo más alto esta última parte de la historia ilustrada de un modo tan grande, poética y… divino, como sólo Totleben podría regalarnos.

Se complementa el último tomo con dos historias de nuevos cuño a cargo de Grant Morrison, Joe Quesada, Peter Milligan y Mike Allred, pero a pesar de la calidad de los nombres, las historias no pasan de anecdóticas. A la espera de ver cómo continúa Neil Gaiman, me atrevería a decir que estamos ante la más grande, completa,variada, rica y acertada deconstrucción del superhéroe que se ha hecho jamás.