Es la hora de las tortas!!!

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Reseña: El planeta de los simios (1)

el-planeta-de-los-simios-vol-1En 1963 se publicaba por primera vez la muy recomendable novela de Pierre Boulle El planeta de los simios. Un interesante a la par que aterrador relato que nos muestra la que sin duda es una de las distopías sociales más conocidas del mundo. No es así en tanto por esta obra original como por la posterior adaptación de la misma que Franklin Schaffner dirigió a finales de esa misma década.

Si bien es cierto que en su versión fílmica la sátira social (totalmente crítica) no está tan presente, ya que se prefirió llevar la historia por derroteros más aventureros, es imposible olvidar esa escena final ante una destruida Estatua de la Libertad que ha pasado por siempre a la posteridad.

El éxito fue tal que tuvo un total de cuatro secuelas muy dignas, además de series y un regreso a la historia en la gran pantalla en fechas más recientes. No solo eso, ya que otros medios se han interesado en diferentes ocasiones por esta historia, aunque prácticamente siempre centrándose en la línea argumental de la película protagonizada por Charlton Heston y no tanto por la novela original.

Aleta Ediciones se ha lanzado a la piscina con la edición de El planeta de los simios, que si bien lleva el mismo nombre no cuenta los mismos hechos ya que traslada la acción a varios siglos antes de lo que se pudo ver en la cinta clásica. Sus páginas nos meten de lleno en la idílica sociedad que soñó César, un mundo en el que simios y humanos conviven en paz… O debería ser así ya que estas páginas dejan claro que estamos ante el principio del fin. El sueño empieza a tambalearse y desgraciadamente todos sabemos el final inevitable.

Esa teórica utopía es mostrada en todo su esplendor y el lector (sea o no conocedor de la saga original) caerá de lleno en enredos políticos, miedos y rencores que llevan décadas latiendo. Todo lo que se quiso lograr no fue más que maquillaje que ha ido desapareciendo, ahora las heridas vuelven a sangrar y las tensiones entre las dos especies son cada vez mayores.

La labor creativa de Daryl Gregory es digna de aplauso. No solo por lograr la creación de unos personajes que se sostienen usando los tópicos en su favor, otro tanto por el buen ritmo del que dota a la historia y sin duda por lograr crear todo un universo que se va mostrando poco a poco. Nada es casual y queda patente que detrás de las acciones hay todo un pasado por descubrir, quizá en entregas posteriores. Las ciudades (Ciudad Árbol y Ciudad Piel) están llenas de vida, sus calles conforman una mezcolanza de actividad digna de un relato de Conan y no son un simple adorno como en las viejas películas medievales de Walt Disney.

A esto hay que sumar el potente dibujo de Carlos Magno que crea un completo y diferenciado abanico de rostros tanto para humanos como para simios. Cabe resaltar a estos últimos que si bien todos son evidentemente deudores de las máscaras que lucían los actores en las películas clásicas, logra retratarlos de tal forma que ninguno es igual a otro (lo que no siempre fue así en el cine). Sus lapices son el complemento perfecto a la imaginación de Gregory, aportando hasta el último detalle haciendo que las paredes y los fondos no sean lienzos blancos. Cada centímetro está lleno de información que nos explica un poco más de qué ha pasado y qué está a punto de pasar.

No es tan acertada la paleta de colores que nos brindan Juan Manuel Tumburús y Nolan Woodard. Si bien no hay realmente nada criticable y cumplen su labor con profesionalidad, pecan de no dar a las viñetas el tono más oscuro que precisan. En un mundo de grises como El planeta de los simios se extraña precisamente este toque. Aunque todo es perdonable al contemplar la impactante portada de Karl Richardson que nos advierte totalmente de qué estamos a punto de leer.

El planeta de los simios es una gran película. Toda una saga de películas, de hecho. Antes hubo una novela que por desgracia es desconocida para muchos. Ahora también un cómic que logra devolver a este clásico el brillo que jamás debió haber perdido.

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