Es la hora de las tortas!!!

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Reseña cine: X-Men: Primera Generación

Una de las cosas que nos diferencia a los seres humanos del resto de especies animales es el ansia de conocimiento. La curiosidad nos hace movernos, preguntar, indagar, todo para disponer de cada vez más información. Información que no siempre es necesaria o útil, pero eso no lo averiguamos hasta que la adquirimos.

Y este ansia de conocimiento lo que propicia el éxito de las precuelas de las películas de mutantes que tan buenos ratos nos han hecho pasar (unas más que otras) en la última década. La primera película, X-Men (2000) arranca con la historia ya empezada: existen mutantes, unos buenos y otros malos; unos que buscan la convivencia pacífica con los humanos y otros que quieren dominarlos; unos que se entrenan en el uso de sus poderes para ayudar a otros, y otros que quieren usarlos para ostentar el poder. Después de tres películas, mucha gente (sobre todo los que descubrieron a los mutantes gracias al cine y no a los cómics) se preguntaba de dónde habían surgido estos grupos y cómo llegaron a ser lo que son. Y la industria decidió darles una respuesta.

Primero vino X-Men Orígenes: Lobezno, una película de acción trepidante que pretendía explicar, paradójicamente, el origen del personaje de cómic con el pasado más misterioso. Es decir, lo que los fans hemos esperado 30 años para averiguar, y a base de dosis suministradas con cuentagotas, gracias al cine cualquiera pudo descubrirlo en dos horas. El éxito de esta precuela impulsó el desarrollo de una nueva película que explicara los orígenes del resto del grupo. Y así llega a nuestras pantallas X-Men: Primera Generación.

Lo primero que habría que tener en mente antes de ver esta película es que conviene olvidarse de cualquier conocimiento previo que tengamos del universo mutante, y poner las expectativas al mínimo. A lo largo de las dos horas que dura la película nos presentarán a multitud de personajes, la gran mayoría de los cuáles ya conoceremos por su representación en papel. No obstante, muchos de estos personajes se parecen bien poco a sus homónimos de dos dimensiones.

Por poner un par de ejemplos, Séan Cassidy, Banshee, es irlandés en los cómics, y dicha nacionalidad explica muchos rasgos de su comportamiento, incluyendo su nombre en clave (un espíritu aullador de la mitología celta) y el color de su uniforme (el de la verde Irlanda). Sin embargo, en la película, lo único que tiene en común con el personaje del cómic es el color del pelo. Ni acento, ni referencia a su origen ni nada (incluso el actor es de Texas). ¿Y alguien se cree que el adolescente norteamericano medio sabe qué es un banshee? Otro ejemplo: La Dra. Moira MacTaggert, escocesa, es en la película una agente de la CIA interpretada por la australiana Rose Byrne (28 semanas después, Sunshine). Hank McCoy, la Bestia, no es el adolescente corpulento de descomunales manos y pies, sino que su mutación consiste únicamente en tener manos en vez de pies, y superfuerza y velocidad.

En resumen, los mutantes de la película no son 100% los mutantes de los cómics. Si arrancamos de este punto de partida, y lo aceptamos, la película es de una factura impecable, con unos protagonistas que evolucionan coherentemente (vale, algunos más que otros) y unas escenas de acción que, aun careciendo de la espectacularidad de las películas mutantes anteriores, no desmerecen el conjunto final.

La ambientación de la película en los años 60 permite a los guionistas jugar con la tensión de la guerra fría y la crisis de los misiles de Cuba, convirtiendo a los mutantes en protagonistas involuntarios del conflicto, y dotando a la película de cierto aire de película de espías à la Bond. A esto ayuda la caracterización de Kevin Bacon como Sebastian Shaw, al que sólo le falta un gato de angora blanco y una silla giratoria para ser el villano perfecto.

Los actores elegidos para sus respectivos papeles cumplen a la perfección lo que espera de ellos. James McAvoy (El último rey de Escocia, Wanted) es el Charles Xavier brillante, aunque también ligón y juerguista, que va ganando en seriedad a medida que se hace consciente de sus responsabilidades. Michael Fassbender (300, Malditos bastardos) interpreta al Magneto que busca vengarse del hombre que asesinó a su madre en el campo de concentración, con tal intensidad que, independientemente de su poder, hace de Erik Lehnsherr un enemigo a temer. Frente a estos dos, un Kevin Bacon a sus anchas como el malvado Sebastian Shaw, más temible por su maldad y falta de piedad que por su poder mutante. El personaje más desaprovechado, sin duda, es Riptide, interpretado por el español Alex González (Segundo asalto, La señora),  que se limita a lucir guapo y no decir una sola palabra.

Tal vez el mayor problema de la película recae en la elección de los jóvenes mutantes a los que Xavier decide entrenar: Kaos, Banshee, Angel Salvadore, Darwin… Son personajes secundarios de los cómics, que nunca han tenido entidad suficiente, y con los que cuesta empatizar. Por otro lado, la acción no es tan espectacular como en las anteriores películas, sacrificada en aras del suspense y la ambientación.

La película está llena de guiños y detalles que sólo los fans podrán apreciar, tal vez para compensar el que hayan tenido que “desaprender” lo que ya saben de los cómics. A destacar las apariciones del Pájaro Negro (el mítico avión de los X-Men), el flash Rebeca Romjin (como parpadees te lo pierdes) y, sobre todo, EL CAMEO (así, con mayúsculas), que no desvelaremos aquí, aunque es posible que hayáis podido leerlo en otros lugares. Los fans más conocedores de la historia mutante se quedarán con las ganas de ver en el mismo equipo a los mutantes Mística y Azazel. ¿Pasará algo entre ellos? ¿Tendrán un hijo? ¿Heredará este hijo el color de la piel de su madre y el aspecto y los poderes de su padre (guiño, guiño)? Tal vez en la siguiente película…

En definitiva, una película dirigida fundamentalmente a los que descubrieron a los X-Men en el cine y quieren saber más sobre ellos. Ellos son los que más disfrutarán de la película. Los fans, si son capaces de desprenderse de sus prejuicios antes de entrar en la sala, también podrán llegar a apreciar una película que, si bien no es 100% respetuosa con la antiguamente sacrosanta tradición del papel, aún cumple lo que se espera de ella: diversión, entretenimiento, algo de humor y acción por partes iguales.