Una de las (muchas) cosas buenas que tiene el estado del bienestar europeo es que ideas como ruina médica o préstamos universitarios, que tan corrientes son al otro lado del Atlántico, nos resultan totalmente ajenas. Habitualmente asociamos esos conceptos con el hogar del Tío Sam, que entre cada día se está ganando más a pulso la etiqueta de distopía, pero también están presentes en un país aparentemente más civilizado como Canadá. En Patos: Dos años en las arenas petrolíferas, la autora Kate Beaton nos cuenta su experiencia personal para conseguir pagar el crédito que tuvo que pedir para su carrera de Historia y Antropología.
Nos cuenta Beaton en Patos que el crédito que le permitió tener acceso a educación universitaria era de tal tamaño que si no buscaba rápidamente un trabajo en el que pudiera ganar una cantidad de dinero importante en poco tiempo, se convertiría en una losa que sería incapaz de levantar en toda su vida. Y teniendo en cuenta que Nueva Escocia, una región canadiense en la costa del Atlántico de la que proviene esta autora, es una zona económicamente deprimida, es habitual que los locales crucen el país buscando una vida mínimamente desahogada. Lo que ocurre con la población migrante de todo el mundo, pero además teniendo que pagarse los estudios. Dice en las primeras páginas de esta obra que en 2005, lo que más exporta Cabo Bretón son personas.
El caso es que para que un trabajo de una persona sin experiencia laboral esté bien pagado tiene que ser algo duro que nadie quiera hacer salvo por causas de fuerza mayor. Ella va a las explotaciones de arenas petrolíferas en la provincia de Alberta, la gran región petrolera del país. Es un trabajo duro en una región dura, y Katie (aún no es Kate) se encuentra con un mundo muy diferente al que había vivido con su familia y durante su época universitaria. En las distintas explotaciones por las que pasa se tiene que enfrentar a horarios de trabajo inhumanos, a temperaturas de hasta -50ºC, a preocupaciones económicas y a un constante acoso sexual en el ámbito laboral. En esas plantas, la población femenina es del 2% y los piropos son el pan nuestro de cada día, como la discriminación, los comentarios de “hay que saber aguantar las bromas” o “tú sabías que este era un mundo de hombres” e incluso alguna que otra agresión sexual.
Kate Beaton se distancia en tono y estilo de su obra más conocida hasta el momento, Hark! A vagrant, una serie de tiras humorísticas protagonizadas por personajes históricos y literarios, que es su única obra publicada en castellano hasta el momento. Patos está hecho con una línea mucho más clara que Vagrant, y el coloreado, aún siendo en gama de grises igual que en sus tiras previas, está en masas sólidas. Cada línea, cada mancha de color, tiene un por qué. No hay ningún elemento gráfico que distraiga visualmente de lo que la autora quiere contar y de las ideas y emociones que quiere transmitir, y hay suficiente material en las más de cuatrocientas páginas de esta obra para llevar al lector a la reflexión sobre temas como el feminismo y el respeto a la mujer en el mundo laboral, la ecología o la búsqueda del beneficio de las grandes corporaciones por encima de las vidas de sus trabajadores.
Patos es una obra basada en Ducks, un webcómic que Beaton hizo años atrás y subió íntegro a Tumblr, donde aún se puede consultar.
Patos: Dos años en las arenas petrolíferas es una obra dura, con una mirada crítica pero realista del mundo en el que creció Kate Beaton, pero del que también podemos encontrar rasgos en prácticamente cualquier sociedad occidental. Estamos ante un cómic que deja al lector pensando tras cerrarlo, con las tripas un poco revueltas y con una sensación pesimista hacia el futuro que nos espera. Es un cómic que va más allá del entretenimiento ligero. Es una obra de divulgación y reflexión, y uno de los mejores títulos que hemos leído en los últimos tiempos, que posiblemente vaya a estar en todos los tops de este 2023 que aún está en sus primeros meses. O al menos debería estar.
