Hace más de veinte años que se encontraron por primera vez Ed Brubaker y Sean Phillips. Dos autores que, por separado, han hecho trabajos tremendamente interesantes, pero que juntos disparan la calidad de sus obras hasta niveles estratosféricos. Si el diccionario de la RAE viniera con fotos, en la definición de la palabra sinergia debería aparecer una de Brubaker y Phillips juntos. Y desde Sleeper, todas sus colaboraciones son de lectura obligatoria, habiendo entrado en el selecto Olimpo de equipos creativos cuyos nombres en portada son motivo suficiente de compra a ciegas. Una de sus colaboraciones más largas ha sido la serie Criminal, que comenzó en 2006 dentro del sello Icon de Marvel y ha llegado hasta 2020 de momento. En 2018 salió un especial autoconclusivo, relacionado tangencialmente con la serie madre, con el sugerente título de Mis héroes siempre han sido yonquis, pùblicado por Panini en 2019 y reeditado recientemente.
Como ya llevamos viendo desde hace décadas, las colaboraciones entre Brubaker y Phillips tienen siempre un fondo noir. Noir de superhéroes, de supervillanos, de espías, lovecraftiano, de autores de cómic… En este género, la degradación del personaje protagonista y la sensación de fatalidad, de un final que sabemos que no va a ser feliz, son puntos clave de la historia. Mis héroes siempre han sido yonquis es una historia que sigue a Skip y Ellie, dos jóvenes que están ingresados en un centro de desintoxicación. Sí es cierto que no es una ambientación que nos esperemos en una historia noir, pero Brubaker y Phillips se han convertido en expertos en forzar los límites del género llevándolo a lugares donde no te lo esperas encontrar. Y pensado friamente, ¿la fatalidad y la degradación no son dos características que te esperas tratando con drogadictos? Más aún, cuando tienes a un tipo que sinceramente quiere dejar atrás su adicción y una mujer le tienta una y otra vez, ya tenemos incluso la figura de la femme fatale.
Mis héroes siempre han sido yonquis es una historia con un fuerte fondo musical. El título parafrasea a la canción My Heros Have Always Been Cowboys (de Waylon Jennings, con una conocida versión por Willie Nelson), pero no es la única referencia a canciones que nos encontraremos en la obra. Aquí y allá veremos referencias a Billie Holliday Elliott Smith o Gram Parsons, ilustres drogadictos todos ellos, como lo fueron también Jennings y Nelson. También este punto tiene su relevancia en la historia: la idealización del consumo de drogas es un tema que flota por encima de uno de los personajes, y en cierto modo es parte de lo que le ha llevado a este punto.
Otro punto en el que este cómic se aparta de lo que esperamos de una obra noir es en el color. apartado en el que debuta Jacob Phillips, hijo del dibujante. Los flashbacks que nos cuentan el pasado de Ellie están coloreados en un triste y melancólivo gris, pero las escenas de la actualidad presentan una paleta de tonos pastel mucho más viva de lo que estábamos acostumbrados en Criminal cuando estaba Elizabeth Breitweiser encargada de esta parcela. Pero, más allá de la sorpresa inicial, rápidamente nos acostumbramos a este nuevo enfoque del color, que hacia mitad del tomo encontraremos contextualizado en una referencia a Van Gogh.
Por lo demás, en el plano gráfico, estamos al mismo nivel de excelencia al que Sean Phillips nos tiene acostumbrados. La compenetración entre guionista y dibujante tras las más de tres mil páginas que llevan producidas juntos es tal que se podría pensar que el escritor y el artista son la misma persona. Cada momento visual narra a la perfección la historia. Cada diálogo y cuadro de texto potencia lo que estamos viendo. Si un buen dibujante es alguien que es capaz de contar una historia con sus lápices, Sean Phillips es de los mejores artistas que el medio tiene en la actualidad. Por supuesto, tener como compañero de viaje a Ed Brubaker, y desde este tomo a su hijo Jacob, ayuda a hacerle destacar.
Esta historia, con una importante parte autobiográfica de la infancia de Ed Brubaker, es un mazazo en las tripas al nivel de lo que nos tiene acostumbrado este increíble equipo creativo. Sus obras no nos van a dejar sonriendo, ni vamos a pensar tras leerlas que el mundo es un lugar mejor. La sensación tras cerrar un cómic de Brubaker y Phillips es de tristeza, de melancolía, incluso de soledad. Pero también nos queda claro que, sea cual sea, el cómic que leamos de este equipo creativo será una de las mejores lecturas del mes.