Hoy en día, el nombre de Dan Slott es suficientemente importante como, si no para justificar la compra directa de un cómic, sí para prestar atención a lo que sea que pueda estar haciendo. La década que ha estado al frente de Spiderman, en la que escribió historias tan memorables como A lo grande o Spiderman Superior, le ha hecho ganarse un puesto entre los grandes escritores superheroicos de la actualidad. Pero no siempre fue así. En particular, cuando arrancó su etapa en Hulka allá por 2004, era un tipo que, aún habiendo escrito un buen puñado de números de relleno aquí y allá, sólo tenía un cómic especialmente destacable, y además en DC, Arkham Asylum: Living Hell, con lápices de Ryan Sook. Quizás la apuesta de darle la serie de la abogada verde a un casi total desconocido fue una apuesta a ciegas que no se habría hecho con una de las series principales de la editorial. Una apuesta que salió bien. Después de su debut en esta serie, llegaron Spiderman/Antorcha Humana, Vengadores de los Grandes Lagos o Vengadores: La iniciativa. Y cuatro meses después de cerrar su etapa en Hulka, debutó en Amazing Spiderman. Podemos decir, por tanto, que Hulka es la serie en la que Dan Slott se convierte en el escritor afamado que es hoy en día.
Poco más de tres años estuvo Slott en esta serie, recopilada por Panini en tres volúmenes de su línea Marvel Collection, del que acabamos de ver el último. Tres años a lo largo de los cuales la serie casi duplicó sus ventas mensuales, siendo un sleeper al que en sus inicios pocos hicieron caso y acabó convirtiéndose en una de las etapas más recordadas del personaje. El problema es que cuando era ese título en la periferia de la editorial, Dan Slott y Juan Bobillo hicieron poco más o menos lo que les dio la gana en un muy interesante híbrido entre una parodia de Ally McBeal y una serie meta sobre la continuidad marvelita, pero cuando vendía más que el Factor X de Peter David o el Puño de Hierro de Ed Brubaker… bueno, digamos que ya las libertades creativas no eran tantas.
En este tercer volumen, aún manteniéndose parte del tono humorístico del principio, Jennifer Walters se ve mucho más integrada en la continuidad oficial de Marvel y en los constantes eventos que plagaron la primera década del siglo. Así, la mayoría de los números de este tercer volumen tienen como trasfondo los sucesos de Civil War, La iniciativa, Planeta Hulk o Guerra Mundial Hulk. Dedicándose más a la acción, a dar color al panorama general de la editorial, la serie pierde parte de la esencia que tenía en sus principios. Y claro, tiene mucho menos encanto la Hulka agente de S.H.I.E.L.D. que la Jennifer Walters que trabaja como abogada en un bufete que utiliza cómics como pruebas documentales. Eso sí, aún así, aquí y allá tenemos diálogos de esos made in Slott que tanto nos encandilaron en los dos primeros tomos.
-Él lo sabía todo sobre los cómics… Todos los personajes, la continuidad… pero yo no sé ni jota
-Tal y como son hoy en día los cómics, eso no supondrá ningún problema.
Quizás habría que decir que hay un cierto tema de fondo en estos tebeos que no ha envejecido precisamente bien. Han pasado ya más de quince años desde que Slott debutó en esta serie, y el tratamiento de la sexualidad que se hace aquí tiene un cierto tufillo machista que hace torcer el gesto, probablemente porque -afortunadamente- hemos evolucionado como sociedad y estamos juzgando con los ojos de hoy en día algo que se escribió hace mucho tiempo. Pero desde luego, el slut shaming que se hace con Hulka como gag recurrente llega a ser un tanto desagradable, y el doble rasero con el que se juzga la manipulación mental en el arco argumental del juicio de Starfox no es precisamente positivo. Pero lo dicho, nosotros hemos avanzado y este cómic sigue siendo hijo de una época anterior.
En el plano gráfico también tenemos cambios en este tercer volumen. Lamentablemente, dejamos de tener como ilustrador a Juan Bobillo, un tipo tremendamente personal e interesante, pero que tiene un toque quizás demasiado indie para una serie que ha dado un giro hacia el mainstream superheroico. Tenemos aquí en todos los números menos en el especial de Two Gun Kid dibujando a Rick Burchett, un artista que trabajó en las series cartoon de Batman de finales de los 90 (series que, por cierto, recibieron dos premios Eisner) pero aquí adopta un registro mucho más habitual en el género, y en el que se pueden apreciar dejes a autores como Paul Pelletier, Rick Leonardi o incluso Terry Dodson.
Como conclusión, podemos decir que, aunque baje un poco el nivel respecto a los dos primeros tomos, cerramos aquí una de las mejores etapas que ha tenido Hulka en sus recién cumplidos cuarenta años de historia. Y aún así, bajar un poco el nivel respecto a uno de los mejores tebeos de la Marvel de los dos miles quiere decir que seguimos teniendo en nuestras manos un cómic muy por encima de la media.