Cómo ha cambiado el mercado del cómic en España en los últimos 20 años. Entre 2003 y 2004, Planeta DeAgostini editó, dentro de su Colección BD, Los Maestros Cerveceros, una serie francesa escrita por el prestigioso guionista Jean Van Hamme. Buscando un precio competitivo, los ocho álbumes de esta serie fueron publicados en cuatro tomos en tapa blanda a un tamaño de 17×24, con una reducción de tamaño del original superior al 20%. En este 2024, Dolmen ha publicado esta obra en un lujoso integral en tapa dura a tamaño original, un formato a la altura de lo que merece.
Los Maestros Cerveceros (Les Maîtres De L’Orge, Los maestros de la cebada, en el original francés) es una extensa historia, tanto en lo cronológico como en el número de páginas que ocupa, de una familia cuyas vidas giran alrededor de la elaboración de la cerveza, empezando a mediados del siglo XIX con un monje novicio de una abadía belga y termina a finales del XX en un entorno corporativo de grandes grupos industriales multinacionales. Pero, aunque la cerveza tiene una notable importancia en la historia y se dan datos aquí y allá de su elaboración y los procesos con los que se fabrica esta bebida, no deja de ser un macguffin. Los Maestros Cerveceros es, ante todo, una saga familiar, la historia de unos personajes cuyas vidas son consecuencia directa de las acciones de sus ancestros, muchos de los cuales ni siquiera han llegado a conocer. Pero no sólo es la narración de la vida de un numeroso grupo de personas: también tenemos un interesante telón de fondo con los principales acontecimientos que ocurren en Europa entre 1854 y 1997, vistos desde un pueblecito belga, desde una época preindustrial, pasando por los surgimientos de los movimientos obreros, las dos Guerras Mundiales, el Periodo de Entreguerras, la Crisis del petróleo del 73 o la globalización. Lo cual también es, en cierto modo, un repaso a la historia del Capitalismo. Una historia que, también hay que decir, se queda en cierto modo inconclusa: los acontecimientos sociopolíticos y económicos del algo más de un cuarto de siglo que ha pasado desde el final de esta historia hacen que la sociedad occidental que despidió al siglo XX no tenga mucho que ver con el mundo en el que vivimos en la actualidad.
Esta obra arranca en 1854 con Charles Steenfort, un novicio expulsado de su orden tras ser sorprendido en brazos de una joven de los alrededores dejándose llevar por la lujuria. Fuera de él, se tendrá que ganar la vida de la única forma que sabe: haciendo cerveza. Así empieza la historia de una familia digna del más retorcido culebrón, en el que tendremos pasionales amores, alianzas económicas, traiciones imperdonables, infidelidades e hijos ilegítimos, tragedias personales, personas fuertes dispuestas a sacrificar todo por su familia, hombres pusilánimes que quizás no lo son tanto y ovejas negras. Por supuesto que los Steenfort no habrían llegado a existir de no haber abandonado Charles la vida religiosa, pero mucho menos sin Margrit, la cortesana alemana que hizo todo lo que hacía falta hacer, y quizás consiguieron existir pese a Adrien y sus flirteos con el fascismo. Para bien y para mal, todos los miembros de la familia dejan su huella de una u otra forma, haciendo que la gran empresa que vemos en 1997 sea lo que es gracias a los aportes individuales de cada uno de los miembros de la familia.
Jean Van Hamme es uno de los guionistas más importantes de la segunda mitad del siglo XX en el cómic europeo. No son muchos los autores que consiguen tener alguna serie superventas de larga duración, pero este escritor belga tiene nada menos que tres, Thorgal, XIII y Largo Winch. En Los Maestros Cerveceros entendemos a la perfección por qué es así. La trama es interesante, los personajes están bien construidos, los diálogos son impecables… Si Van Hamme se convirtió en el autor legendario que fue -lleva sin hacer nada nuevo desde 2009 y ya tiene 85 años- demuestra en esta obra que fue por méritos propios.
Al dibujo tenemos a Francis Vallès, un autor que se ha prodigado poco en el mercado español. Salvo Los Maestros Cerveceros y alguna que otra historia en revistas varias, la única obra suya que hemos visto por aquí es Rani, también de la mano de Van Hamme. Su trabajo es impecable prácticamente a todos los niveles. Sus personajes están perfectamente caracterizados, y sus expresiones faciales transmiten emociones y sentimientos de forma impecable. Además, los paisajes que retrata en la obra son dignos de colgar enmarcados en una pared, percibiéndose notablemente el paso del tiempo a lo largo de la historia de unos álbumes a otros. Si acaso, se podría señalar que hay escenas que los personajes son básicamente bustos parlantes, pero tampoco hay mucho que se pueda hacer en, por ejemplo, diálogos entre ejecutivos en una sala de reuniones de una empresa.
La edición de Dolmen es casi perfecta. El tamaño, el papel y la reproducción son impecables. Incluye los ocho álbumes originales, con las portadillas de cada uno en su sitio (las ocho portadas están juntas al final) y la página doble del pueblecito de Dorp -palabra que significa aldea en neerlandés- en cada momento cronológico, ilustraciones que quedaron fuera de la edición de 2003 de Planeta. La traducción es la misma de Joaquín Pece de la mencionada edición de hace dos décadas. La única crítica que se le puede hacer es que tiene una apreciable cantidad de erratas, tanto ortográficas como de maquetación, algunas heredadas de la edición anterior y otras de nuevo cuño, no suficientes como para que la lectura resulte molesta, pero sí en una cantidad notable como para que se eche en falta algo más de cuidado en una obra de esta magnitud.
Los Maestros Cerveceros es una obra que debería estar en las estanterías de todo lector de cómic europeo. Es interesante, está bien escrita e impecablemente dibujada. Si a lo largo de los últimos veinte años se ha editado tres veces (la de los cuatro tomos en tamaño reducido de Planeta de 2003, una en dos tomos de Dolmen de 2018, y este integral en 2024), es sin duda porque lo merece. Y no será la última.
