Se dice que el tiempo pone a todo el mundo en el lugar que le corresponde. Obras y autores que fueron populares en su momento han acabado siendo olvidados. Y otros que en su día pasaron sin pena ni gloria han acabado siendo recordados años después. En este último grupo entra la película de Edgar Neville La torre de los siete jorobados, de 1944, que en su día fue un fracaso de crítica y público y hoy es reivindicada como uno de los grandes clásicos del cine fantástico español. Pero La torre no es una historia original: es una adaptación de la novela homónima de Emilio Carrere de 1920. Una novela que David Lorenzo acaba de adaptar a formato cómic recién pasado su centenario.
La Torre de los siete jorobados es una historia folletinesca que mezcla costumbrismo de principios del S.XX con una historia policiaca con toques de thriller sobrenatural. En ella seguiremos a Basilio Beltrán, un tipo supersticioso y aficionado a los juegos de azar, que gusta de la compañía de los jorobados porque piensa que traen buena suerte. Un día, en un casino, se encuentra con el fantasma de un tal Robinsón de Mantua que le cita en el Madrid de los Austrias y le encarga que descubra el secreto de su asesinato. Así, acabará encontrando una ciudad subterránea construida por unos judíos del S.XV que quisieron evitar el destierro en la que hay una secta cuyos miembros son todos jorobados.
Quizás a rebufo del estatus de culto que ha recibido la película en los últimos años, que hasta fue editada en Blu-Ray con motivo de su 75 aniversario, la novela de Carrere lleva viviendo una segunda juventud desde el cambio de siglo. Aún así, muchos de los que nos hemos acercado a esta novela gráfica lo hemos hecho con la película de Neville en mente, y aunque la historia es esencialmente la misma, nos encontramos con bastantes cambios respecto a la versión cinematográfica. En la película, prácticamente todo fondo sobrenatural salvo la presencia del fantasma de Robinsón desaparece, y los jorobados tan solo son una banda criminal que se dedica a falsificar dinero. Además, la criada de Sabatino y los sobrinos de Robinsón son unificados en un solo personaje. Son cambios necesarios para eludir a la censura franquista y para condensar la historia en la hora y media que dura la película, pero aunque la cinta de Neville es fascinante, la historia original lo es incluso más.
El trabajo que hace David Lorenzo es, francamente, impresionante. Para ser un autor cuya primera obra larga es ésta, y además como autor completo, -previamente había hecho historias cortas y fanzines-, el control que demuestra del ritmo de la historia es impresionante. Una vez abres el tomo y comienzas a leer, te atrapa y no lo sueltas hasta el final. A ello ayuda también el muy expresivo dibujo, rozando en algunos momentos el expresionismo que estaba presente en la película. La documentación de entornos también es impecable, haciendo que el Madrid en el que está ambientada la historia sea casi un personaje más de la misma. Y el color plano, con paletas cambiantes según el tono de cada escena, le viene a los lápices como un auténtico guante. Si esta obra es una pista de lo que podemos esperar de este autor, hay que apuntarse su nombre.
Esta versión de La torre de los siete jorobados es una adaptación sobresaliente de una historia magnífica. David Lorenzo ha hecho un trabajo magnífico para los que ya conocían tanto el libro como la película, pero esta novela gráfica tiene además una personalidad propia que la hace funcionar por sí misma y no sólo como producto derivado. El hecho de que la segunda edición haya salido tan sólo un mes después de ver la luz la primera deja claro que el público le ha dado un apoyo unánime. Y se lo merece.
