Es la hora de las tortas!!!

Es la hora de las tortas!!!

La Espada de Orion: Mundos morirán…

1985. Comenzaba la Crisis en Tierras Infinitas. “Mundos morirán, mundos vivirán. Y el Universo DC nunca volverá a ser el mismo”, así rezaba su publicidad. Más de veinte años después no puedo menos que quitarles la razón. Este es justo el momento en el que todo comenzó a ser siempre lo mismo y no sólo en DC. Volvamos a aquel año y repasemos cómo sucedió todo eso y lo que a partir de entonces se desencadenó.

Lo que supuso el primer gran crossover en la historia de los comics en origen tenía un noble propósito. Tras más de 50 años de continuidad y con la restructuración que supuso la Edad de Plata la historia se había convertido en algo demasiado complicado para que un lector relativamente primerizo pudiera seguirla. Así se lanzó la maxiserie central y tie-ins en casi todos los títulos de la editorial, números de las series regulares que se cruzaban con el evento principal. Casi paralelamente, Marvel lanzaba su Secret Wars, donde los héroes y villanos más famosos de la Casa de las Ideas se daban de mamporros en un planeta perdido.

Tales eventos tuvieron un enrome éxito y eso se vio reflejado en las arcas de ambas editoriales que acababan de encontrar la gallina de los huevos de oro. A partir de ahí la cosa se empezó a ir de las manos. Millenium, Secret wars II, Invasión, La Masacre Mutante y el resto de crossovers X, Armageddon 2001, La Guerra de la Evolución, Zero Hour, Atlantis Ataca, la Noche Final, el Guantelete del Infinito y el resto de la miríada de cruces en los que se desembocaría en los años noventa, donde lo complicado era encontrar un solo momento sin crossovers. Tras estallar la burbuja especulativa a finales de la pasada década llegó la crisis (con minúscula y sin demasiado que ver con la que ahora puebla los informativos) y se dio un paso atrás. Los compradores habían aprendido ser más lectores y menos fans y dejaron de comprarse cualquier cosa sólo por el reclamo de un crossover o una portada alternativa… o eso creíamos.

No voy a ahondar en las señales de las que ya se ha hablado hasta la saciedad, pero es innegable que nos encontramos en una situación muy similar a la de los noventa. Aún estamos en ese momento en el que los lectores tragamos pero ya son bastantes las voces que se oyen a cerca de que todo parece repetirse una y otra vez. En esto de los tebeos como en la mayoría de las cosas, todo funciona por ciclos y el crecimiento de las voces discordantes con la tendencia actual en el cómic mainstream me hace presagiar que nos acercamos al final de una etapa y eso con suerte.

Al principio, todo parecía distinto. En esta ocasión las estrellas eran los guionistas y no los dibujantes. Se primaría la historia por encima de los dientes apretados y la espectacularidad visual. Pero el problema es que cuando una estrella genera dividendos y su nombre se asocia a venta segura, las editoriales, empresas al fin y al cabo quieren exprimirlo lo más posible y si un guionista vende se buscará la manera de hacer que venda más. ¿Qué tal los crossovers? Si antes funcionaron…

Pero los crossovers no son tanto el problema como las injerencias editoriales para conseguir más dinero. Los crossovers son sólo una manera de dar un título a algo para poderlo vender como algo nuevo. El problema es cómo afecta esto al desarrollo de una historia. Llegamos a un punto en el que el guionista debe pensar todo en torno a una línea argumental que muchas veces ni siquiera es idea suya. Esto es lo que ha ido haciendo caer en picado a J.M. Straczynski o incluso Ed Brubaker, cuyo trabajo en Marvel no es ni en broma comparable al que desarrolla en sus proyectos más personales, como Sleeper o Criminal. Los mejores de ellos logran salir airosos adecuando las líneas editoriales a sus necesidades y siguen dándonos buenas historias, pero tendremos de este modo a un autor haciendo malabares toda su carrera. Quizá esta situación se pueda estirar unos años hasta que los lectores nos demos cuenta, pero parece queá estamos llegando al momento donde ya no da más de sí.

Recuerdo que un amigo mío hablaba una vez de los comics y la democracia. Venía a decir que nos dan lo que pedimos, sin más. O sea que si queréis, por ejemplo, a Jeph Loeb escribiendo a vuestros personajes favoritos, se os dará a Jeph Loeb… porque vosotros lo habéis pedido.