Llegamos al tercer y último tomo de la obra Indigno de ser humano, la adaptación de Junji Ito a la novela de Osamu Dazai. Acaba una obra angustiosa, claustrofóbica, cargada de momentos que superan al anterior y nos presentan a un personaje odioso con el que difícilmente llegaremos a empatizar y del que esperamos que el karma le acabe devolviendo todo el mal que ha provocado.
En este último tomo vemos cómo Yōzō Ōba acabará embaucando a una farmacéutica solitaria de la que se aprovechará intentando que le suministre morfina, sustancia que le calma sus dolencias y le produce un estado de euforia y bienestar a la que acaba completamente enganchado. Una vez más, se aprovechará de sus dotes persuasivas para conseguir lo que quiere, sin importarle el perjuicio que pueda producir en su esposa o en la propia farmacéutica.
El último tomo completa un clímax adecuado, con un Yōzō en su punto más alto de sinvergonzonería y al que sus remordimientos pasarán factura. El personaje se encuentra en un momento muy delicado de salud y la suma de ese mal estado de salud y ese punto al que ha llegado en el que hace un repaso a sus actos a lo largo de su vida forman un conjunto muy difícil de superar día a día.
Me gusta ese punto de caída en picado, con mucha inercia y que parece que no va a poder detenerse. Me gusta el punto de devolución de sus malos actos con el que quedan satisfechas nuestras ansias de que pague por sus fechorías, sin entrar en detalles de cómo se produce. Pero me gusta especialmente ese punto de metacómic en el que el protagonista conoce al escritor original de la obra y que dota a esta Indigno de ser humano de un halo de historia basada en la realidad como si el propio Dazai que la escribió se hubiera inspirado en una persona real al hacerla.
Pero como decía en mi anterior reseña, me ha sorprendido la evolución del dibujo de Ito. En este tomo vamos a ver más que nunca esas páginas claustrofóbicas a las que tanto nos tiene acostumbrados el autor japonés, especialmente en todas esas escenas en la farmacia, repletas de plantas medicinales que parecen construir un terrorífico tapiz. Sigue recurriendo a una línea fina, con tramas digitales y sombreados a costa de dichas tramas, y un dibujo que me ha parecido más refinado que las anteriores obras suyas que le he leído.
En conjunto, Indigno de ser humano, nos cuenta la historia de un ser miserable, que como su propio título no merecería ni vivir de todo el mal que hace, siempre pendiente de su propio interés. Pero toda esa maldad, toda esa personalidad tan destructiva como auto-destructiva tienen una base en la infancia del personaje, en su educación, en el cariño recibido por sus padres, y en la suerte que ha tenido de cruzarse con gente con muy poca personalidad y un carácter débil que las hace dejarse manejar por un tipo despreciable que, a pesar de todo el mal que es capaz de hacer, se sigue mostrando como una persona respetable y digna.
Una obra que, al estar basada en un trabajo ajeno, es mucho más contenida que otros grandes trabajos de Junji Ito, no llega a írsele de las manos en ningún momento ni la estira innecesariamente. Además cuenta con uno de sus mejores trabajos artísticamente hablando, con una depuración de su técnica que le permite una línea muy clara y una contención en cuanto a esos dibujos cargados que reserva solo para los momentos en los que son necesarios para conseguir el efecto en el lector.
Lo mejor: Muy contenida. La depuración de su técnica en el dibujo. En mi opinión tiene la duración perfecta, ni larga ni corta.
Lo peor: Por mucho que la considere un avance con respecto a otros trabajos del autor, si no consigues empatizar con esa sensación de malestar que intenta provocar, tampoco la vas a disfrutar.