Es la hora de las tortas!!!

Es la hora de las tortas!!!

Imbécil, de Camille Vannier

Imbécil, de Camille Vannier
Guion
Camille Vannier
Dibujo
Camille Vannier
Formato
Rústica con solapas, 144 páginas
Precio
16 €
Editorial
Astiberri. 2024

Conocí a Camille Vannier casi por casualidad hace un par de años. Cayó en mis manos un ejemplar de su anterior obra, Sexo de mierda, con el comentario de un amigo de que pocos tebeos se había encontrado que le hubieran provocado más carcajadas y con un dibujo más espantoso. Lo leí por curiosidad y, con matices, estuve totalmente de acuerdo con esa apreciación. Y la sensación final fue suficientemente buena como para ahora que ha salido su nueva obra, Imbécil, darle un tiento de forma consciente.

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Imbécil es un tebeo autobiográfico, de esos en los que la autora desnuda su alma ante sus lectores. Pero, en lugar de mostrarnos sus inseguridades, sus temores o sus pasiones personales, nos presenta una colección de momentos en los que, por algún motivo o por otro, ha tocado fondo. Hacer algo así requiere una capacidad de autocrítica potente, muy poquita vergüenza y, además de amor propio, una conveniente cantidad de humor propio. Vamos, el ser capaz de reírse de uno mismo de toda la vida. Y Vannier puede, y lo hace. También es cierto que, si las vivencias aquí relatadas son ciertas, ha ido acumulando material a lo largo de su vida.

El tomo está dividido en tres capítulos, según la característica avergonzante principal de la vivencia retratada. El primero, Ruin, nos cuenta momentos en los que la autora ha sacado a la luz su lado más rastrero, como contarle a otros niños que Papa Noel son los padres, el regateo en aplicaciones de compraventa, o la actitud ante personas cercanas que van a empezar una dieta. Permitidme no entrar más en detalle para que os llevéis la misma sorpresa que yo, en algunos momentos escandalizado y en otros pensando «sí, bueno, esto también lo he hecho yo».

Seguimos con Loser, con alguna que otra metida de pata o veces que le han tomado por el pito del sereno. Pero la auténtica estrella del tomo es Borracha. Las vivencias y decisiones tomadas bajo una intoxicación etílica son fuente inagotable de anécdotas sonrojantes que recién pasadas quieres que te trague la tierra, y cuando el tiempo ayuda a superarlas son el cuento perfecto para amenizar una velada entre amigos. Aquí hay que mencionar el peligro que tiene elegir un sitio donde mear, y por supuesto, la escena cumbre: un paseíllo de la vergüenza vestida de novia. Esta última es una escena tan extrema que necesariamente tiene que haber sido verdad. Nadie puede tener una imaginación tan perturbada como para inventar algo así.

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Camille Vannier es una autora parisina que lleva veinte años viviendo en Barcelona.  Su obra ha aparecido en múltiples medios y formatos, como el diario catalán Ara, la revista El Jueves, en editoriales como Sins Entido o Astiberri o en grapas autopublicadas. De estas últimas, títulos como Borracha o Mis vacaciones sin Brad Pitt dan la sensación de estar recopilados en Imbécil. O, al menos, que han inspirado alguna de las historias aquí recogidas, que tampoco podemos saber sin haberlas leído.

Y ahora el tema del dibujo. ¿Es realmente tan malo como me decía mi amigo o las múltiples reseñas demoledoras que la autora, con mucho sentido del humor, reproduce en las solapas del libro? Sí y no. Que es feísta hasta el extremo, haciendo que la estética punk parezca un cuento que la abuelita te contaba sentado en sus rodillas cuando tenías cuatro años, es innegable. Pero estamos ante un cómic, y la misión del dibujo es narrar una historia, no hacer bonito. Y en este aspecto, Vannier  cumple holgadamente. Te mete a la perfección en la historia, te lleva sin problemas de principio a fin y te transmite la sensación de incomodidad que tiene que darte lo que te está contando. Así, ¿es un dibujo eficaz? Sin ninguna duda. ¿Es bonito y/o académico? Ni por el forro. Pero tampoco lo pretende.

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En resumen, si te quieres echar unas risas incómodas, no lo dudes, Imbécil está hecho para ti. Pero si viendo The Office, Larry David o algunos momentos de Frasier necesitas agarrar el cojín y taparte la cara con él, yo me lo pensaría dos veces.