Hoy hablamos de una obra de esas que genera un murmullo cada vez mayor y de la que todo el mundo acaba hablando. Se trata de El gran vacío, de Léa Murawiec, en su edición por Salamandra Graphic, una obra que viene avalada por haber ganado el Gran Premio del Público en el Festival de Angoulême en 2022, y que destaca por su frescura, su originalidad en cuanto a planteamientos narrativos, pero sobre todo, por ser una crítica ácida y feroz de la sociedad actual en cuanto a la necesidad de presencia en redes sociales. Una obra que no dejará indiferente a nadie y que desde ya convierte a su autora en uno de esos nombres a seguir desde muy cerca.
Manel Naher es una chica que vive en un mundo distópico en el que si la gente no sabe de ti… te mueres. Manel no es alguien especialmente popular, pero se mantiene a duras penas hasta que, un día, una cantante que se llama como ella comienza a provocar que todos los que la conocen, cada vez que se acuerden de la artista vuelquen su pensamiento en ella, por lo que su vida estará cada vez más en peligro debido a su falta de relevancia. Comenzará a seguir un tratamiento para intentar ganar relevancia, mientras se plantea, con su amigo Ali, dejarlo todo e ir en busca de una localización utópica lejos de esta sociedad tan exigente, de la que nunca nadie ha regresado: El gran vacío.
Murawiec comenzó en el mundo del diseño gráfico y pasó dos años con una residencia en la Cité de la Bande Dessinée de Angoulême, donde llevó a cabo esta obra, pero a sus 29 años impresiona la madurez de la obra, ya no por la frescura gráfica que muestra, que también, sino por cómo refleja en esta sociedad distópica una crítica tan afilada como acertada. La autora habla así del papel absurdamente relevante de la visibilidad que cada vez impera más como símbolo de éxito, y lo hace mostrando esa necesidad de figurar, sin importar por qué, mostrando esa metrópolis de enormes rascacielos plagados de carteles con nombres por todos sitios. Y lo hace con mala leche, porque en cierto momento de la obra, al tratar la ganancia de popularidad de uno de los personajes lo hace de la manera más estúpida posible. ¿Alguien se acuerda ya de «one-hit wonders» tipo «la he liao parda» o «mira cariño, tu primer Luisvi»? Hasta en eso es acertada la obra para tratar una sociedad que evoluciona a velocidad de vértigo, sin necesidad de que eso conlleve un sentido positivo, sino que una anécdota o un video viral puede hacer que acabe convirtiéndose en un personaje popular.
Igualmente, encuentro una crítica en la inmortalidad que supuestamente adquieren las personas relevantes, por las que no pasa el tiempo, como una referencia a la importancia de la estética hoy día, con filtros en las redes o retoques físicos que obligan a mantenerte igual siempre, sin que el tiempo pueda pasar por ti si quieres seguir siendo alguien importante y admirado por la sociedad. Tiene múltiples capas de lectura toda la obra, y probablemente algunas de las interpretaciones hasta sean cosecha nuestra… pero es que encaja todo a la perfección.
Pero lo que primero entra por la vista es el estilo de dibujo de Murawiec, a vuelapluma, con tinta china con sus diluidos en las masa de negro y su trazo premeditadamente irregular, que contribuye a esa plasticidad que da a la acción su autora. Los cuerpos se deforman para dar dinamismo, potenciando el movimiento, donde el uso de perspectivas forzadas e imposibles es continuo. Pero lo que pueda parecer un estilo propio y una manera de dibujar que salga naturalmente no lo es. Hay viñetas en las que esa deformidad está muy planificada y las formas no son tan aleatorias como puede parecer, sino que tienen un sentido narrativo que dirigen la mirada adonde quiere su autora y con una intencionalidad muy evidente para el que quiera prestar atención. La obra está planteada en una tricomía de azules y rojos, aunque el rojo está seleccionado para momentos muy concretos en los que mostrar la vertiginosa urbe ineterminable y sobrecargada por nombres.
Y si para algo podríamos utilizar esta obra como un claro ejemplo de brillantez es en el campo de la rotulación. Desde aquí mis respetos y admiración al enorme trabajo de Sergi Puyol (en la edición en castellano) y Gabriel Regueiro (en catalán) con la maquetación de esta obra en nuestro idioma, cambiando todos los textos incluso los más difíciles de retocar, y manteniendo una tipografía siempre fiel al original. Porque ese original es una demostración de cómo usar la rotulación de manera inteligente y hacerla formar parte importante dentro de la historia, mostrando información en segundo plano y convirtiéndola en parte de la propia ambientación en cuanto a localizaciones. Para los amantes de los huevos de pascua, vamos a reconocer muchos nombres dentro de esos mares de carteles que cubren los edificios de la urbe.
En definitiva, El gran vacío es uno de esos títulos a tener en cuenta, una obra muy inteligente, que exprime las excelencias del cómic como medio artístico y lo utiliza para hacer una crítica a una sociedad en la que, cada vez más, necesitamos figurar y que la gente sepa quiénes somos. Una edición fabulosa de Salamandra Graphic, muy fiel a la original, y que mantiene una excelente relación calidad-precio, teniendo en cuenta el tamaño, el número de páginas y la calidad del papel utilizado. No dejéis de echarle un vistazo para comprobar de primera mano la potencia visual que tiene el dibujo, en este impresionante debut de Léa Murawiec.
Lo mejor: El dinamismo que aporta la plasticidad del dibujo. Lo premeditada que está esa deformación gráfica y cómo influye en la narrativa. La mordaz crítica.
Lo peor: Dejarse llevar por una primera impresión de un estilo de dibujo de aspecto infantiloide y perderse una obra monumental.