Saludos, mis queridos lectores. En estos días de calor veraniego, me he venido al Polo Norte para estar algo más fresquito. Mi idea era estar descansando sin hacer nada más útil que leer tebeos y quizás reseñarlos. Pero el otro día me encontré a un hombre agotado y atado a su trineo. Lo auxilié y mientras se reponía, me contó su historia. No se su nombre, solamente su apellido: Frankenstein.

Frankenstein. Una historia que todos conocemos. O creemos conocer. Igual que la mitología sobre su origen, tanto dentro como fuera de la novela original. No es el momento ni el lugar para tratar temas como las tres versiones de la novela. Ni tampoco si la idea original surgió en aquella famosa noche de apuesta literaria o de un sueño algunas noches más tarde.

Lo que importa es que un hombre creó vida usando la ciencia.

Frankenstein es una historia que creemos conocer. Tantas versiones. Libros, películas, series, tebeos. Llegados a este punto no nos importa realmente si se nos cuenta la historia original o no. Los autores nos ofrecen o planteamientos nuevos o un arte  excepcional.

Sobre todo en medios visuales como el cómic.

¿Y qué ha hecho Bess? Bueno, conociendo sus anteriores trabajos llenos de detalles no debería ser una sorpresa para nadie. Se ha centrado en el dibujo, jugando con los blancos y negros para ofrecernos una obra muy agradable a la vista.

Algo a lo que contribuye la enorme edición de 24×32 centímetros de Norma.

A nivel de guion, la historia sigue a la original. Habrá licencias poéticas y artísticas, pero la mayor parte de las páginas nos llevarán a las páginas de la obra de Shelley.

A diferencia de otras obras que versionan a este clásico del siglo XIX, no es una lectura rápida. Como la lectura de un diario personal o de una carta, nos llevará tiempo. Habrá acción (violencia, más bien) pero serán explosiones puntuales en el relato de una historia.

De varias historias, pues varios son los narradores.

Y a diferencia de ellos, tendremos la ventaja de ver todos los puntos de vista. Nosotros sabremos la verdad sobre la criatura creada por Frankenstein.

Las verdades. Los diferentes temas. La soledad. El dolor. El miedo. La ambición de tener amigos, familia, de ser uno más dentro de algo.

La tragedia de la soledad.

Tal vez el gran tema de esta obra. La soledad. Absoluta. Sin solución.

Y todo es culpa de Frankenstein. Del moderno Prometeo. Del padre.

Pasemos al dibujo.

Bess nos ofrece una obra que a ratos recuerda al cine impresionista alemán y a veces me recuerda (por sus composiciones de página) al bueno de Tezuka.

Ya veis que son palabras mayores, mis queridos lectores.

Hablemos del arte de Bess. No, mejor no.

No hablemos de la fuerza física. No hablemos de tus músculos de acero. No hablemos del ideal olímpico…

Perdón, tenía que hacerlo :-).

Me ha gustado especialmente la mezcla entre las escenas digamos, narrativas, con otras más bien costumbristas y de ambiente. Escenas de gente comiendo, de animales en el bosque, de situaciones donde no pasa realmente nada. Un equilibrio difícil de conseguir y que varía para cada lector.

El color en blanco y negro es precisamente eso. Blanco y negro. Masas sólidas con un gran contraste. Un estilo diferente, ni mejor ni peor que el basado en rayado.

La edición incluye cinco láminas a página completa.

La traducción es obra de Eva Reyes de Uña. Creemos que usó electricidad para darle vida a las palabras, pero no estamos seguros.

¿Por qué leer Frankenstein?

Una obra fiel al original de Shelley. Las viñetas a página completa.

¿Por qué no leer Frankenstein?

Buscas versiones más enfocadas a lo monstruoso o a la acción.