Con Fatale Integral 2 llegamos al final de la serie de Ed Brubaker y Sean Phillips en Image. Recopilando los tres últimos TPBs en un contundente integral de más de cuatrocientas páginas en cartoné, llegamos al final del misterio de la femme fatale Josephine y ese misterioso Obispo que anda tras ella. Acostumbrados a arcos argumentales más cortos, cuenta Brubaker que no fue algo premeditado. Inicialmente tenían en mente una serie de doce números, pero a mitad del proceso creativo se dio cuenta de que necesitaría al menos quince números para contar la historia que tenía en mente. Cuando se dio cuenta de que quería introducir otra historia que podría ser fundamental para comprender a algunos de los personajes, decidió no ponerse una extensión concreta y acabaron haciendo veinticuatro números. En este tomo se incluyen los arcos argumentales Al oeste del infierno (#11-14), Reza para que llueva (#15-19) y Maldice al demonio (#20-24).
Al oeste del infierno supone un cambio de registro de lo que llevábamos leído hasta el momento. Abre con Josephine en busca de Alfred Ravenscroft, el escritor de unos relatos que intrigan a nuestra femme fatale. Dicho escritor, un trasunto del propio H.P. Lovecraft, le cuenta su historia familiar para ayudarle a entender sus relatos, y a partir de aquí cada número restante consiste en una historia del pasado, autocontenida, y centrada en una mujer que se parece a la Josephine protagonista, pero con otro nombre y otra época, aunque con sus mismos poderes. Todo hace pensar que estamos ante la historia de la «maldición» a través de la historia. Conoceremos así las historias de Mathilda en la Francia del siglo XIII, a Black Bonnie en la Colorado de finales del siglo XIX y volvemos a Josephine en Rumanía durante la Segunda Guerra Mundial, siete años después de la historia que abre en Texas este arco argumental.
Para mí este arco no es más que una recopilación de lo que ha supuesto la «maldición» a lo largo del tiempo, y cómo en el fondo el resultado ha sido el mismo. Es una representación de la figura de la mujer fatal, casi una sátira de ese rol de hombre-salvador frente a la mujer que admira a la figura masculina heroica, pero que en el fondo lo utiliza a su antojo. Siguen introduciéndonos conceptos de ese culto sobrenatural inspirado en la obra de Lovecraft, pero no deja de ser algo secundario, el fondo de todo sigue siendo el personaje protagonista de Josephine, y su efecto sobre los hombres.
En el segundo arco, Reza para que llueva, volvemos a Nicolas Lash, a quien habíamos dejado en prisión y se va alternando el intento de reunión de Lash con Josephine con una historia en Seattle veinte años antes, en la que Josephine conocerá a los integrantes del grupo de música Amsterdam y nos cuentan cómo repercutirá su aparición en las vidas de los músicos. He leído algunas entrevistas a Brubaker en las que hablaba de que este arco fue fundamentalmente el que hizo que la historia aumentara en números, pues quería contarla e introducir algunos personajes con los que hacía un homenaje a amigos suyos en la vida real. Personalmente creo que es la historia que más falla de toda la obra, llegando a ser repetitiva e innecesaria. Como digo con otros grandes autores, lo malo de alguien como el tándem Brubaker/Phillips es a lo que aspiran muchos autores mediocres. La historia está bien contada y es interesante… pero para mí ralentiza un poco la trama principal (y más viniendo de esos números históricos del anterior arco) y además se repite mostrando ese efecto de Jo sobre los hombres.
Con Maldice al demonio llegamos al final de la historia. Todas las piezas acaban encajando, se nos mostrará un secreto muy bien guardado de Josephine que nos ayudará mejor a comprender al personaje y se dan las explicaciones justas para que podamos comprender qué es lo que ha pasado y de dónde salen todos los personajes.
Pero no esperéis una historia en la que todo está contado explícitamente y con largos diálogos en los que te expliquen todo. No, nada de eso. Brubaker y Phillips dejan mucho trabajo al lector, para que cada cual saque sus conclusiones, aunque los pilares de la historia quedan bien resueltos y el epílogo, inusualmente amable para este tipo de historias, deja claro cómo funcionaba la «maldición».
Centrándonos básicamente en lo artístico, no voy a profundizar mucho más en Brubaker y Phillips. Tan solo comentar que el guionista sigue regalándonos unos diálogos fabulosos, con frases de esas que te hacen detenerte en la lectura, como esa conversación entre Josephine y Ravenscroft en la que Josephine pregunta: «Bueno, ¿me va a decir lo que quiero saber?» y Ravenscroft le contesta: «Oh, lo dudo, pero le responderé a lo que ha preguntado». Esta obra está plagada de esos diálogos ingeniosos y con dobles lecturas. También me encanta cómo deja esa continua sensación de ciclos en la historia, todo es cíclico, la historia se repute una y otra vez. En algunos momentos vamos a ver la misma historia contada desde dos puntos de vista diferentes, como es el caso de la historia de Rumanía, que la vamos a ver desde el punto de vista de Jo y desde el del Obispo. Por último, recalcar lo bien que sabe marcar la diferencia entre el pasado y en el presente gracias al tiempo de narración. El presente está contado por Nicolas Lash en primera persona, mientras que todo lo del pasado se centra en Jo y se hace en tercera persona.
Por lo que respecta a Phillips, añadir el experimento que hace en el último arco argumental con esas páginas de experiencias cósmicas, con un cuarto número del arco plagado de dobles páginas en las que se permite introducir nuevas técnicas que no le estamos acostumbrados a ver para nada. Igualmente, en el último número de la serie se nos cuenta una historia medieval en la que cambia el estilo por completo emulando la ilustración de los libros de aquella época.
Pero si hay un nombre con el que detenernos es el de Elizabeth Breitweiser. Dave Stewart, habitual colaborador de la dupla y responsable del color hasta de los primeros números, tuvo que abandonar la serie en el número once por problemas de agenda. El aumento de números finales fue algo que no pudo coordinar con sus compromisos y no pudo terminarla. Por ello, Brubaker recurrió a Breitweiser, con la que había colaborado en su etapa en Marvel en el Capitán América y el resultado fue muy satisfactorio. La colorista mantuvo la línea de colores de Stewart, pero le introdujo algo de colorido a lo que no estamos habituados en las series de Brubaker y Phillips. De hecho, esas escenas cósmicas de las que he hablado antes, ganan muchos enteros gracias al potente trabajo de color de Breitweiser.
En definitiva, Fatale Integral 2.
Me ha gustado mucho Fatale. Tal vez no la pondría entre mis historias favoritas porque le veo algunas pegas. La extensión mayor no aporta gran cosa a la historia e incluso me atrevería a decir que la lastra porque en algunos momentos se hace repetitiva, pero el resultado final sigue siendo muy satisfactorio y creo que es una historia muy disfrutable. El homenaje a la figura de la femme fatale, a la literatura pulp y a las historias sobrenaturales de Lovecraft y los autores continuistas de su obra son tan palpables como satisfactorios. Una historia con una estructura de continuos saltos atrás y adelante en el tiempo, que respeta al lector considerándolo suficientemente inteligente para que la interprete sin necesidad de explicarlo todo explícitamente, pero que tampoco deja cabos sueltos que uno pueda pensar que han quedado sin resolver. Una gran historia que, a pesar de no estar en mi Top tres de los autores, la he disfrutado muchísimo, especialmente por ese homenaje a Lovecraft.
Lo mejor: A pesar de los «fallos» que se le puedan sacar, sigue siendo una obra de una calidad sublime. Los aportes de Breitweiser.
Lo peor: No eran necesarios los veinticuatro números. El segundo arco de este tomo me parece repetitivo.