Hace algo más año no había leído nada de Manuel Romero. No es que tenga una bibliografía precisamente amplia, a finales de 2022 su nombre sólo había aparecido en dos títulos. Pero cuando empecé a escuchar varias voces de distintas procedencias diciendo que Goya: Saturnalia era uno de los mejores tebeos del año, le di una oportunidad… y fue una de las mejores decisiones que tomé en aquel año. Pasa el tiempo, y sale una nueva obra de este excepcional dibujante, Entre el cielo y la tierra, editada por Sallybooks y escrita por Juan Alcudia, a.k.a. Elchinodepelocrespo. La lectura era prácticamente obligatoria y, pese al hype, la sensación final es que la obra ha estado a la altura de las muy altas expectativas.
Entre el cielo y la tierra es un artístico mazazo que nos cuenta una parte de la vida de Antoine, un fotógrafo de guerra que, de tanto retratar la muerte y el sufrimiento, ha acabado muerto por dentro. Buscando un aislamiento que emocional y mentalmente necesita, se recluye en un edificio fantasma donde tendrá que convivir con unos extraños vecinos alemanes, con pesadillas e imaginaciones, con un árbol que crece sobre los restos de un regicida del siglo XVIII… y con sus propios fantasmas y recuerdos. Recuerdos, principalmente, de Esther, su difunta pareja a la que Antoine maltrataba en vida, y ahora sus recuerdos y su culpa le maltratan a él.
La lectura de Entre el cielo y la tierra empieza siendo desconcertante. Nos encontramos en sus primeras páginas con fábulas en prosa, con historias de un pasado lejano con un cierto toque de irrealidad, con escenas del presente y con páginas de un diario manuscrito. Puede que el lector se sienta un poco sobrepasado en estos primeros momentos, pero, con una lectura activa, rápidamente entra en el juego narrativo que proponen los autores y se verá sumergido en una lectura tan fascinante en lo formal como absorbente en lo argumental.
Tenemos entre manos una obra en la que los autores están constantemente experimentando con las posibilidades narrativas del medio. No sólo con las mencionadas diferentes formas de contar la historia (relato de prosa, diario manuscrito, cómic), sino que cada uno de los estilos tiene diferentes registros. En la parte de cómic, en particular, tenemos escenas realistas, oníricas, expresionistas, a color, en blanco y negro… y su lectura pasará por momentos de lectura secuencia y por giros varios del volumen en las manos, en una espectacular propuesta formal que, en contra de lo que podría parecer en un primer momento, resulta totalmente natural, pese a llegar a romper la forma de leer un cómic a la que estamos acostumbrados, invirtiendo el orden de la lectura en algunas ocasiones. Dicho sea de paso, el cómic está disponible también en formato digital, pero no veo posible que el juego con el lector vaya a ser tan exitoso en un dispositivo que muestra las páginas de una en una.
Entre el cielo y la tierra surge como la adaptación de un relato corto del mismo nombre aparecido en el libro de Juan Alcudia Hijo de un dios caníbal, creciendo desde las treinta páginas del cuento original hasta las más de trescientas de esta obra. Es impresionante cómo consigue a lo largo de la misma obra revolvernos las tripas y querer seguir leyendo. Como nos tiene atrapados pero a la vez queremos mirar para otro lado.
Una buena parte del mérito, por supuesto, corresponde al dibujante, Manuel Romero. Cualquiera que haya leído Goya: Saturnalia es consciente que esa misma obra difícilmente podría haber estado a la altura de lo que es en manos de otro artista, y que para ser un recién llegado al medio (Entre el cielo y la tierra y Goya son sus dos únicas obras largas), acepta todos los retos que le pone encima de la mesa el guionista, y con alguna influencia de Kent Williams o Bill Sienkiewicz aquí y un toque de Ted McKeever allá, no es que salga airoso de él, es que nos ha presentado uno de los mejores cómics de 2023.
Entre el cielo y la tierra no es una obra fácil. Emocionalmente es dura, desagradable incluso por momentos, al poner al lector en el punto de vista de un personaje que, pese a sus demonios internos, heredados unos y cultivados otros, es un ser bastante despreciable. Pero a la vez es uno de los retos visuales e intelectuales más interesantes que hemos visto en los últimos tiempos. Cualquiera que esté dispuesto a esforzarse en la lectura de un cómic -no es una obra que se pueda afrontar en piloto automático- sin duda verá recompensado el esfuerzo.