Hace un año y medio que Panini se lanzó a la arriesgada apuesta de darle una segunda oportunidad a un manga que décadas atrás había empezado a publicar otra editorial y no llegó ni siquiera a cubrir la quinta parte. A estas alturas, a un tomo para el final de Eden: It’s an endless world!, tenemos que suponer que el fracaso que tuvo la serie de Hiroki Endô en el año 2000 se debió a que el mercado para el seinen no estaba tan maduro como ahora, porque la calidad de esta serie está a un nivel muy por encima no ya del manga que nos llega a nuestro mercado, sino de todo el cómic en general independientemente de su procedencia.
En este par de tomos que tenemos en la mano, séptimo y octavo, seguimos en la línea de lo que Endô ha estado haciendo casi desde el principio. Hay una línea argumental general más o menos definida, pero por el camino el autor va tratando temas del mundo real que le interesan o que le provocan algún tipo de inquietud, y también hacer homenajes a obras de ficción que le han llegado dentro por algún motivo. En algunos casos estaba señalándonos a todo el primer mundo como sociedad por permitir -o incluso provocar- que según que aberraciones siguieran ocurriendo a finales del siglo XX, cuando empieza a publicarse en Japón. Esta obra debutó en la revista Afternoon de Kodansha hace casi treinta años y terminó hace más de quince, y los temas de denuncia social que hace siguen totalmente vigentes. Parece que de poco podemos presumir como especie.
En la parte de los homenajes, la influencia de Neon Genesis Evangelion es apreciable, tanto en temática como en estructura. Cierto es que las historias de ciencia ficción con trasfondo filosófico son tan antiguas como el mismo género -en Frankenstein, novela fundacional de la cifi, ya se encuentran-, pero no hay perder de vista que el anime de Hideaki Anno termina un año antes del principio de Eden. Por supuesto, no es la única influencia que encontramos aquí. Hay alguna escena que sin duda se ha escrito con Terminator 2 en la mente del autor. Y, por supuesto, tiene una importancia fundamental la novela de 1966 El mundo de cristal, en la que se trata un fenómeno que está cristalizando seres vivos, incluyendo humanos, en el este de África, similar a lo que ocurre con los coloides y el virus de apertura. Si hay alguna duda de la influencia de esta novela, queda totalmente despejada cuando nos damos cuenta que está escrita por J. G. Ballard (El Imperio del Sol, Crash), y que el protagonista de Eden es… Elijah Ballard.
Según nos vamos acercando al final, al igual que ocurría con Evangelion, Eden se va volviendo cada vez más filosófica. En estos últimos tomos antes del cierre nos encontramos con reflexiones sobre por qué la humanidad, como especie, necesita la religión, pero a la vez por qué las sociedades más avanzadas la van dejando de lado. Pero aún así, muchos humanos sienten una necesidad de trascendencia, de saber que la muerte no es el fin. La muerte, por cierto, no siempre tiene que tener sentido narrativo, de la misma forma que no lo tiene en el mundo real. Por supuesto, está también el omnipresente tema de qué nos hace humanos y dónde está el límite entre el humano y la máquina. Y, en planos más materiales, a través de la historia de la Federación Propater, nos habla de cómo ciertas organizaciones surgen con buenas intenciones pero se van corrompiendo por el camino, igual que las personas que las forman. Siguiendo con esta idea pero volviendo a las religiones, también tenemos aquí una mirada al hecho de que surgen como guías de convivencia pero acaban separando a las personas más que unirlas, usando aquí como ejemplo los enfrentamientos entre hindúes y musulmanes en la India en un momento de especial necesidad.
La historia que nos ha estado contando Hiroki Endô en Eden: It’s an endless world! es fascinante como la extensa épica de ciencia ficción que es, pero su auténtico éxito radica en el hecho de que es una de esas historias que hacen que el lector se quede pensando en lo que ha leído después de haber cerrado el tomo. Ahora ya sólo nos queda un número para terminar, y a falta de ver cómo el autor concluye la serie, podemos decir que es uno de los mejores mangas que hemos leído en mucho tiempo.