Los primeros números de la colección de Daredevil sufrieron numerosos cambios que buscaban la aprobación de un público que, cada vez más, se estaba acostumbrando a series de superhéroes y ya no se conformaban con cualquier cosa. Además, Stan Lee no daba abasto con todo lo que tenía encima y se comentaba que en muchas ocasiones eran los propios dibujantes los que se encargaban de la mayor parte del guion (qué deslenguada es la gente). Todo esto nos permite comprender algunos de los llamativos cambios que se materializan en esta Biblioteca Marvel Daredevil 2 que nos trae Panini, como son el cambio de uniforme y ver a Wally Wood acreditado como guionista.
Si leéis el excelente artículo de Juanjo Carrascón, os explica un poco más en detalle cómo se llega a acreditar a un dibujante como guionista en esa Marvel en la que los coloristas no estaban ni acreditados y en la que Ditko puso el grito en el cielo por cómo se le ninguneaba a la hora de reconocer que hacía mucho más que dibujar las series en las que participaba. Pero yo me voy a centrar más en destacar todos los logros que lleva a cabo Wally Wood en esta serie y que podrían haber dado mucho más de sí si no hubiera optado por abandonarla tras el número 11.
El trabajo de Wood va más allá de ese estilo elegante y detallado que los lectores veteranos ya conocíamos de otras obras previas. Hay que destacar cómo modifica el uniforme para el que se convertiría en el disfraz definitivo del personaje y con el que los lectores identificamos al hombre sin miedo: el traje rojo completo, que da un aspecto más serio y sobre todo discreto a un personaje que, en muchas ocasiones, se mueve en las sombras buscando sorprender a sus enemigos. Pero llama mucho la atención ese esfuerzo de Wood por justificar los llamativos gadgets del héroe, incluyendo planos del bastón de Matt o de la máscara que sirve para amplificar su natural sentido de radar. Sería algo que se popularizaría especialmente en años posteriores, cuando tanto Marvel como DC optasen por incluir en algunas de sus historias o en fichas de material extra planos que iban desde un gadget hasta un edificio entero.
Y no podemos olvidarnos de otro de los aportes que hace en estos números como es la creación de los Ani-Men, mucho antes de que el Alto Evolucionador los convirtiera en animales antropomórficos, y cuando eran meros ladronzuelos que se disfrazaban de animales para llevar a cabo sus golpes. Aunque, si tuviera que destacar algo de estos números, me decantaría por el aspecto visual de dos números que se me grabaron a fuego en la mente durante mi infancia, cuando llegaron a mis manos unos números de Vértice en los que Dan Defensor (sí, se llamaba así) luchaba contra Namor y con el Zancudo. El primero me parece especialmente destacable, puesto que planteaba cómo Namor denunciaba a la humanidad para reclamar la superficie por vías legales, una trama muy loca, pero bien desarrollada para los tiempos que corrían en aquella época. La historia del Zancudo me impresionó más por ese aspecto de robot de piernas interminables.
Aunque este tomo destaca por otro motivo, y es el debut en Marvel (junto con Vengadores) de un tal John Romita. Y sí, digo esto a sabiendas de que ya había trabajado antes con Lee en la editorial, pero cuando se fue todavía era Atlas Comics y Daredevil y Vengadores serían sus primeros trabajos en la renombrada Marvel. En ambas series trabaja sobre bocetos de Jack Kirby, y el resultado final es una verdadera delicia, porque la combinación de ambos titanes es toda una maravilla. Una pena que su debut sea en una historia un poco ridícula que lleva a Daredevil a la Tierra Salvaje después de enfrentarse a unos piratas retro que asaltan un transatlántico (yikes).
En definitiva, la Biblioteca Marvel Daredevil 2 es más meritorio por la importancia histórica de estos números en aspectos técnicos que realmente en contenido. Si bien son historias divertidas, algunas de ellas están algo desfasadas y pierden con el tiempo esa frescura que tendría en su publicación original. Pero la oportunidad de ver trabajar a alguien como Wally Wood o el despegue definitivo de un artista de la talla de John Romita ya de por sí ameritan este tomo para guardarlo como un tesoro en nuestras bibliotecas.
Lo mejor: El número de Namor, por curioso. El trabajo de Wood en todos los sentidos. Ver «debutar» a Romita.
Lo peor: Son historias bastante inocentes y algunas tramas rozan el ridículo.